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EL MURO / OPINIÓN

La que se avecina

Por el horizonte se vislumbran elecciones y todos han comenzado a ponerse nerviosos. Nos acercamos a la fecha de la ruptura y al teatrillo de la pureza de raza

22/07/2018 - 

Acumulen fuerzas. Tomen aire. Ordenen ideas. Nos espera un otoño más divertido que esas fiestas patronales que nuestra casta política anda apuntando en sus agendas para simular cercanía. FIB incluido para justificar reuniones pasajeras y/o mediáticas de normalidad cuestionable. Estamos en la esquina de la ruptura política autonómica y bloqueo estatal por mucho nombramiento y reparto que se haga a la carrera. En otoño nos vamos a enfrentar a las auténticas verbenas político-populares que comienzan a retratarse en cansancio, frustraciones, filtraciones, sentencias y vendettas.

Será difícil mantener la sonrisa del pacto. Si saliera a la luz pública lo que cada uno opina en la intimidad del otro sería de antología del disparate, de comedia surrealista. Si Sorayos y Casados se lo han dicho a la cara siendo del mismo partido aunque pregonando integración, ansia de poder y “respeto” institucional qué se dirán por aquí estos gobiernos del todo cabe para sumar, sea cada uno de lo que sea, y por lo general discurra a lo suyo como así se ha demostrado. Hasta lo hemos escuchado como epifanía: un concejal/a es capaz de arruinar unas elecciones con sus ideas arbitrarias y un/a conceller/a de finiquitar la suerte de sus filas por tiempo indefinido.

Atiendan al lío de la Diputación de València y podrán entender a qué juegan. O analicen el resultado de un gobierno autonómico con muchos matices aunque imposible de entender por sus múltiples colores y compromisos individuales. Sin olvidar recursos a oposiciones y sentencias de los tribunales a decretos y normas tomadas por el hecho de disponer de autoridad pero sin autocrítica ni gestos de diálogo. No hablemos ya del propio Ayuntamiento de Valencia o Alicante en el que dos, tres o cuatro aparentan ser multitud y es difícil concretar cuál es el límite competencial de cada concejalía que suele pastar a lo suyo y hasta en el terreno de los demás.

Estamos a menos de un año de nuevas elecciones autonómicas y locales y vamos a vivir una situación desconocida hasta ahora porque si el Estado central se sustenta gracias a muchos partidos por aquí también ha sido nuevo esto del tripartidismo. Será divertido comprobar cómo se mantienen formas para no engañar mucho a los electores de que todo es en el fondo un teatrillo desde el que se ve el angustioso abismo de las urnas por mucho que se cambien vaqueros por trajes de Armani o Valentino. Todo acaba resumido en políticas de propaganda y agitación que se compran para llenar huecos ante la ausencia de proyectos globales.

Y es que, terminado o hastiados del discurso de la corrupción, ese que ha dado tanto juego entre promesas baldías y errores múltiples, o capado el lamento de la infrafinanciación, habrá que inventar algo nuevo capaz de reanimar al electorado que anda desorientado y algo confuso por lo que ha visto y ve. No será fácil. La esperanza en el Gobierno central ha quedado de momento en un señuelo de formas y poses con aspecto de márquetin.

Ya se ha visto. Y lo que nos queda por ver. Demasiado maniatado para convertir algo intangible o soñado en hipotética realidad. Nos lo están avisando. Nada de financiación autonómica, menos de borrar deudas. Si acaso algo de más endeudamiento que pagaremos los de siempre. De lo demás, ya hablaremos cuando toque. Si es que llega el caso.

Vean cómo ha terminado esa renovación de RTVE que ha sido de todo menos un éxito, primer golpe en el mentón optimista de Sánchez cuya ambición puede traicionarle.

Por ello, nos llenarán de promesas y globos sonda. De ciertas o dudosas promesas que después de cuatro años sólo han demostrado formar parte de un continuismo con excepciones pero sin salida por la que poder huir. El sistema es lo que es. Cambian las caras, cambian las leyes pero salvo determinados aspectos la realidad es imposible de modificar. Recuerden: todo es falso salvo algunas cosas. También lo llaman alternancia.

Toca, por tanto, momento de confusión, discursos contradictorios y sugerentes mensajes como todos esos temas de inclusión/exclusión gramatical que únicamente aspiran al debate de la distracción. Ni la televisión autonómica recién abierta ayuda a sacar músculo. Hasta se desconoce su audiencia.

Globos sonda tendremos por doquier. Apuntan ahora a lo que supuestamente nos vamos a ahorrar con el fin de las diputaciones provinciales. Escalofríos da ese discurso imposible frente a nuestra propia Constitución y legislación. Es como el caso de Divalterra, espacio público en el que ambición, guerra interna y pesebre se ha llevado por delante a todo un presidente provincial: un divertido ejercicio de cinismo al que no estábamos acostumbrando de forma tan evidente.

Y es que los tiempos sí han cambiado. Tanto, en tan poco tiempo, que todo es posible de ser modificado en un par de minutos. Miren el Congreso. La sociedad ya no es la de hace apenas un lustro. Ya no se fía. Al menos algo hemos aprendido.

 Visto estos últimos y nuevos años de Gobierno local y autonómico yo sí abogaría por un cambio de actitudes para intentar recuperar cierta confianza en una clase política que parece pensar sólo en sí misma. Eso de gobernar en un club liberal conduce a estos lodos que acaban pringando a todos.

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