El equipo de Walter Scott, parte de BNY Mellon, explica qué repercusiones podría tener la cuarta Revolución Industrial -la llamada Industria 4.0- para el sector financiero en 2018 y años posteriores
MADRID. Los sectores de consumo, información y servicios se ven modificados constantemente por la innovación tecnológica. Lo podemos observar claramente en cómo la expansión de internet y los teléfonos inteligentes han cambiado en menos de una década nuestra forma de comunicarnos, socializar y comprar; o en cómo los fabricantes se apoyan cada vez más en los datos para revolucionar sus modelos de negocio. Este cambio recibe varios nombres: cuarta Revolución Industrial, internet industrial de las cosas, automatización inteligente, internet industrial o Industria 4.0 (nuestro término preferido).
La industria 4.0 usa tecnología inteligente para mejorar los procesos de fabricación, lo que aumenta la eficiencia y permite adaptarlos más fácilmente a las necesidades del cliente. El objetivo es integrar automatización, datos, analítica de datos y fabricación para generar nuevos modelos operativos y de negocio. Las 'fábricas inteligentes' combinarán informática y robótica de una forma complemente nueva. Los robots se conectarán de forma remota a sistemas digitales equipados con algoritmos de aprendizaje automático que controlarán la producción a partir de la información recibida de las tiendas y que podrán tomar decisiones prácticamente sin necesidad de intervención humana.
En nuestra opinión, la Industria 4.0 tendrá importantes consecuencias para las empresas. Sin embargo, aún es pronto para saber a qué velocidad y con qué intensidad se adoptará este nuevo concepto. Pese a la incertidumbre, hemos identificado algunas de las principales tendencias que están surgiendo:
Todo esto implica que las empresas deberán contar con una base firme. Muchas dependerán cada vez más de otras empresas capaces de proporcionarles la infraestructura y los servicios informáticos que necesitan, lo que podría generar múltiples oportunidades para las firmas tecnológicas existentes. La ingente cantidad de datos que generan las empresas industriales hace indispensable la aplicación de nuevas medidas de seguridad, más rigurosas. El mayor grado de conectividad implica que las organizaciones serán más vulnerables a los ataques informáticos. Empezamos a ver tecnologías que antes solo usaba el ejército o los servicios de inteligencia y que ahora se aplican a los datos industriales.
No obstante, la tecnología existente también forma parte del entorno de la Industria 4.0. Las empresas con posiciones de mercado dominantes en estas áreas están bien posicionadas para satisfacer las nuevas demandas de la industria manufacturera. Por eso, algunas de estas empresas tecnológicas saldrán ganando con este proceso.
En el futuro, las cadenas de producción emplearán mucha menos gente que en la actualidad, por lo que quizás ya no sea tan necesario deslocalizar la producción a países con salarios más bajos. Además, puede que las fábricas necesiten más ingenieros informáticos capaces de monitorizar unos sistemas cada vez más complejos y menos mano de obra manual.
Por todo ello, la Industria 4.0 podría conllevar una mayor inversión productiva en Europa y EE UU y, como consecuencia, poner fin al movimiento de deslocalización de la producción a países con salarios más bajos, como México o Bangladés, registrado a finales del siglo XX y principios del XXI. Una revolución de esta magnitud inevitablemente alterará la distribución económica entre países y entre factores de producción (de trabajo a capital). Esta podría ser la consecuencia a largo plazo más importante de la Industria 4.0.
Como en cualquier otra revolución, habrá ganadores y perdedores. En nuestra opinión, una estrategia capaz de afrontar con éxito el futuro dependerá de la agilidad y la visión del equipo directivo, la actitud con respecto a la inversión y la infraestructura existente.
Equipo de análisis de BNY Mellon