LA COMARCA DE LA SAFOR

La Safor, mucho más que Gandia

Amigos, la Safor es mucho más que Gandia y Gandia es mucho más de lo que os pensáis. Que ser una de las ciudades clave en la saga de los Borgia -o Borja- no es moco de pavo

| 05/10/2018 | 6 min, 24 seg

Arrancamos esta andadura en Guía Hedonista en la zona en la que he pasado la mayoría de veranos desde que tengo uso de razón. Primero era el lugar donde reencontrarme cada año con mis amigos madrileños, con los que me carteaba a lo largo de los meses en los que no nos veníamos, íbamos a la playa, a la piscina, a los recreativos... Poco más. Con el tiempo, de Valencia nos fuimos a vivir a Gandia, y ahora, años después me he dado cuenta de la grandeza que guardaba esa tierra que por herencia familiar, podría considerar como la portadora de mis raíces.

Hablo de la provincia valenciana de La Safor, una zona que engloba poblaciones como Barx -¿Recordáis que allí fue donde Ricard Camarena comenzó su andadura como chef?-, Xeraco, Gandia, Bellreguard, Miramar, Daimuz, Oliva... y así unas cuantas más. Pues bien, hoy quiero hablar de esta zona, quizás denostada por aquel terrible programa 'Gandía Shore' que dejaba a la ciudad y sus habitantes a la altura del betún. Porque amigos, la Safor es mucho más que Gandia y Gandia es mucho más de lo que os pensáis. Que ser una de las ciudades clave en la saga de los Borgia -o Borja- no es moco de pavo. Y conserva numerosos hitos de este legado como el Palacio Ducal de Gandia que es una maravilla del gótico valenciano y fue la casa en la que nació San Francisco de Borja. 

Cerca de este hito arquitectónico, se encuentra uno de esos sitios a los que ir sí o sí. Se llama Vins i Mes y es el proyecto de Ruben Moreno, un entusiasta de los vinos que viaja, se preocupa, prueba y al que hemos de dar gracias por las joyas que trae a su pequeño restaurante, que marida con cocina de mercado y proximidad. Para un tapeo de jueves o viernes, puedes aprovechar una de las iniciativas de la ciudad con la gastronomía, Destapa't. Estos dos días y en barrios diferentes, la tapa y bebida se vende por el módico precio de 2 euros. ¡2 euros! Y no esperéis quinta gama, aquí los restaurantes se curran sus tapitas. La ensaladilla rusa y las cocas de Dacsa de La Tulipa-Casa Sanchis, los montaditos del Bar Plaza... 

Y en la playa de Gandia, una heladería casi de peregrinación obligatoria, Tutto Frutto. No me explico como esta mujer y sus helados no está en los ranking de las mejores heladerías de España. En serio, es una locura. Cada semana y a veces cada día, experimenta con nuevos sabores. ¿El favorito? El cremino, inspirado en una bomboncito italiano que hará que alcances el éxtasis con cada cucharada -o lametazo-.

Y ahora lo más interesante se centra a pie de mar, allí donde manda la brisa marina y donde los valencianos nos sentimos en casa. Después de Gandia, llega Daimuz, hogar del gran Manuel Alonso, de Casa Manolo. Su tesón y su ímpetu lo han puesto donde tiene que estar hoy en día, en el firmamento de las estrellas gastronómicas. 1985 fue el año en que los padres de Manuel, Matilde y Manolo abren un chiringuito de playa que, años más tarde, mutaría a lo que es hoy en día. En un mismo espacio aglutina un gastrobar y un restaurante con estrella. ¿El secreto de su éxito? La constancia, el amor por la tierra y el producto de temporada. Paseando un día por allí caímos de casualidad en Tasca Matilde, un restaurante en honor a la madre de Manuel. ¡Qué caracoles preparan allí, señores! Con salsita de callos madrileños para chuparse los dedos y mojar mucho pan. 

En Guardamar nos vamos al pueblecito. Entre apenas dos o tres calles de casas, esconde dos restaurantes muy a tener en cuenta. El primero y desde hace muchos muchos años -celebré allí mi comunión- es el Arnadí, un restaurante francés con una siempre amabilísima Margarita al frente. Enamoran su gratinado de gambas, sus tournedos rossini o el magret de pato con cassis. No lejos de allí está La Casa Gran, un italiano especializado en pizzas ubicado en una casa típica mediterránea. La terraza rodeada de buganvillas es uno de los parajes más idílicos de la zona. 

Siguiente parada: Bellreguard. ¿Lo habéis escuchado alguna vez? Pues ahí es donde más fuerte siento mis ancestros, ya que toda mi familia paterna es de la zona y mi bisabuelo fue alcalde de la localidad en tiempos de la guerra Civil. Y ¿sabéis que aquí está el mejor bar de carretera en el que he comido jamás? Es un secreto que voy contando a pocos, pero hoy estáis de suerte. Se llama el Poma y es tan simple como unas cuantas mesas con manteles de papel y un logo de una manzana. Sencillo, ¿verdad? Pero amigos, cómo se come en el Poma. La cuenta nunca llega a más de 20 euros por persona y allí he probado las mejores albóndigas y los sepionets de mi vida. Y eso es decir mucho. Regentado por unos hermanos, es el típico bar de pueblo en el que sirven desde un esmorçar popular, hasta menús del día. Pero sin duda, mi opción favorita es la picaeta. No hay carta, porque allí te cantan todo lo que tienen: champiñones, clòtxinas, gambeta rebozada, sepionets, bravas, ensaladilla rusa, huevas, montaditos de figatell, croquetas de bacalao... Y así hasta un total de más de 20-25 tapas distintas. ¡Cuántos ratos felices hemos pasado allí! Otro de los grandes del pueblo es el Mario, especialista en picoteo y con un local también en la misma playa.

Desde hace unos años paso parte de mis veranos en Miramar, la playa que continúa desde Bellreguard. Y mira qué bien, se trata de una playa familiar, pequeña y accesible. Las paellas para llevar y las pizzas al horno de piedra del Costa Blanca, las visitas al súper de la playa, el Torres, donde Blas y toda su familia cuentan con un género de esos que justifica la visita, tanto en carnes como en frutas y verduras. Si seguimos andando por la orilla del mar, nos daremos de bruces con Piles. ¡Allí tenemos un Bib Gourmand! ¿Os imagináis cómo ha llegado la Michelin a un pequeñito pueblo valenciano? Pues lo han hecho. Ellos y pesos pesados como Ferran Adrià y Ricard Camarena. Concretamente hasta el restaurante Gloriamar, que una vez más, aglutina bajo un mismo techo dos propuestas, una informal con el gastrobar Blanc i Blau y otra gastronómica. Para este otoño van a estrenar nuevo espacio y carta, por lo que durante el verano, toda la cocina ha corrido a cargo de Blanc i Blau y de algunos platos estrella de Gloriamar. ¿Con qué nos sorprenderán?

No están todas las que son, pero sí son todas las que están. Seguro que se me quedan cosas en el tintero, pero ¡seguiremos informando! 

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