VALÈNCIA. Se dice de todo de los turistas. Vaya por delante que a nadie le gustan los vandálicos, los que van borrachos en grupo vacilando a la gente y destrozando el mobiliario, pero generalmente los ríos de carne, las aglomeraciones y las subidas de precios que conllevan el resto de visitantes dan mucho que hablar. Hasta se ven en muchos lugares pintadas de "Tourists go home". Personalmente, durante prácticamente diez meses al año, cada vez que voy a por el pan voy sorteando turistas, sin embargo, nunca he desarrollado animadversión. Por un lado agradezco verles, porque descubro cómo vamos a ir vestidos la próxima temporada; por otro, lo que siento es ternura. A las claras, los turistas me dan pena. Los veo perdidos, desubicados, sonriendo bobalicones cayendo en todas las trampas que les ponemos. La más sonrojante, la de la arquitectura. ¡Admire piedras y siéntase inteligente! Parece un anuncio sacado de la prensa de los años 10 del siglo pasado, publicado entre tónicos revitalizantes a base de cocaína. Por cierto, de eso también le damos a los turistas.
En fin, que el turista más que un ser, es un estado de ánimo complejo. La gente parece muy vulnerable y poca cosa cuando la sacas de sus rutinas, de su profesión o de su pueblo y te lo llevas a mil kilómetros de distancia vestido de corto, con calcetines por la rodilla, camisetas de tío simpático, gorricos varios y objetos electrónicos colgados que van a ser más útiles a la sociedad si se sustraen y una familia en riesgo de exclusión social puede comer esa semana que si se obtiene con ellos millones de fotografías y vídeos de piedras que ni de coña nadie verá nunca, ni siquiera los amigos de Facebook, que moverán nerviosos la ruedecita del ratón al encontrárselas para escapar.
Todo este espíritu, este patetismo, fue muy bien olisqueado por los creadores de White Lotus, miniserie de HBO de la que ahora acabamos de recibir la segunda temporada. La primera era una comedia realmente divertida. Como dijimos en su día, no variaba sustancialmente de la Happiness de Todd Solondz https://valenciaplaza.com/la-serie-basada-de-amenabar-en-el-tesoro-del-cisne-negro-en-paco-roca-se-estrena-en-movistar El único pero es que en cada esquina había un mensajito. Si un personaje era una adolescente rubia superficial y llena de miserias por sus complejos, había que decirle al equipo de guionistas que en los 90 de plástico, eso era rompedor, pero treinta años después, darle al tentetieso. Del mismo modo, el contraste entre los locales "racializados" y los patéticos anglosajones estaba demasiado subrayado. Venía con megáfono y rótulos iluminados. Esto gusta a los universitarios más inteligentes y brillantes, pero a la gente normal le resulta una matraca ridícula e insufrible.
No obstante, el detalle de unos ricos o clases medias opulentas que fuera de su entorno eran muy tontos y muy vulnerables, era realmente divertido. Porque todos sabemos lo que puede sacar a la luz un viaje idílico, es un rompeparejas de primer orden, hasta las amistades se resienten después de que las largas horas de una escapada saquen a relucir la verdadera cara de la gente. La veta humorística de esa propuesta es muy profunda y, efectivamente, en esta segunda temporada han extraído codiciados metales preciosos en forma de risotadas.
El último capítulo se emite esta semana. Sin saber cómo van a ser los subrayados morales o si, por suerte, no hay ninguno, ya sin tocar el desenlace podemos afirmar que es una de las comedias del año. Un verdadero placer para reírse a mandíbula batiente. El nexo entre temporadas es Tanya, interpretada por Jennifer Coolidge, la millonaria más insoportable, llorona y caprichosa. El resort ahora está en Sicilia, es un hotel de cinco estrellas, el Four Seasons San Domenico Palace en Taormina, que se llenará de turistas gritando "¡White Lotus, White Lotus!" que se sumarán a los que habitualmente recorren esta isla profiriendo "¡El Padrino, El Padrino!".
Se conoce que con el pueblo del sur de Italia sí se admiten bromas. Víctima de pobreza de siglos, de las mafias, del menosprecio hasta de sus paisanos del norte, emigrantes por todo el orbe, pero no reúnen las condiciones necesarias para ser intocables. De tal modo que los roles que desempeñan en esta serie son el de: escorts, proxenetas, acosadores de mujeres y mujeres reprimidas. Póquer. ¡Ni siquiera han puesto a un sofisticado cocinero! Sin embargo, con estos mimbres la historia toma vuelo, como toda la vida de dios, cuando el humor es contra todos.
De nuevo tenemos una narración coral, pero el argumento más destacado es el de dos parejas que van juntas de viaje. Una representa el estereotipo de macho, machista, infantil, el más popular en el instituto, y su pareja rubia, abnegada, madre de muchos hijos y un tanto superficial y siempre sonriente; del otro lado él es un ex freak de la informática, ahora millonario gracias a ello, y ella una mujer urbana cargada de prejuicios modernos que, de alguna manera, envidia el amor menos racional y más intenso de la otra pareja.
La segunda historia en importancia es la de tres generaciones de italoamericanos, padre, hijo y nieto, que van a Sicilia a buscar a sus ancestros. De esto ya se mofaban en Los Soprano cuando Paulie Gualtieri acudía a un viaje por el sur de la bota y creía encontrarse entre su gente, experimentado no pocas decepciones. Debe haber mucho estadounidense que ha realizado este viaje y no quiero ni pensar cómo habrá sido el encuentro con los estupefactos locales. Aquí se ensañan. Por cierto, que el hijo es Michael Imoperioli, conocido por todo el mundo como Christopher Moltisanti. Lo relevante en esta trama es que el nieto va a Stanford y afortunadamente aparece retratado cruelmente con la norma, más que la excepción, en el perfil que da la universidad de Judith Butler: elitismo, moralismo y muchos dólares. Del mismo modo, una chica que liga con él y con la que tiene un mini idilio, cada vez que habla con otra gente de que le gusta el chico, repite lo mismo "es de Stanford". Lo que da muestra del estatus y promesa de cópulas que suponen en Estados Unidos ciertas universidades.
El hilo conductor entre todos estos personajes es una escort, Lucía, interpretada por Simona Tabasco. El desenlace de todas las historias, presumiblemente, también. Para el espectador, el sentido del humor ahora hila mucho más fino, está más apegado a la realidad y no elige blancos tan fáciles como en la primera temporada. Sumado todo ello a la extraordinaria belleza de Taormina, las sensaciones que se experimentan son las del buen cine de todos los tiempos. El universal.
Su autor, Mike White, es un cineasta realmente singular. Criado en una comunidad cristiana conservadora, hijo de un reverendo, descubrió a los once años que su padre era homosexual y pasó de predicar la fe cristiana a ser activista LGTB cristiano. De esta manera, si algo destaca de su biografía el propio White es que ha conocido la hipocresía en todas sus formas y es muy consciente de la complejidad y poca virtud que encierra la condición humana. En Hollywood, su trabajo hasta ahora ha estado en un segundo plano, se podría decir que ha sido un obrero de la industria trabajando de guionista y también director en títulos como School of Rock, Dando la nota 3, Orange County, Dawson's Creek o Freaks and Geeks. En 2021, HBO le escribió un correo electrónico diciéndole que, por la pandemia, estaban faltos de contenido y necesitaban nuevas ideas. La inspiración para White Lotus la tomó de su película Qué fue de Brad, sobre un hombre que se encuentra con un amigo de la adolescencia y siente envidia por las decisiones que ha tomado en la vida hasta obsesionarse comparándose a los demás. Maridado el tema con el embrutecedor dinero que a todos atonta, el resultado es esta magistral idea que tanta risa sanadora aporta.