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el muro / OPINIÓN

La subvención no es futuro

Se avecinan tiempos de muchos cambios, sí, pero sin una reflexión conjunta de nuevos objetivos de nada servirá

26/04/2020 - 

Nos advierten insistentemente que nada será igual el día después. Estoy seguro. Lo veo cada vez que piso la calle. Al menos muchas cosas serán diferentes: desde la forma de relacionarnos, a sentirnos seguros o racionalizar nuestras prioridades. Espero, como escuché decir a un psicólogo, que al menos hayamos aprendido a depender de la generosidad y desprendernos de esos golpes de ego que socialmente entendemos como conquista y no son más que acumulación y gasto superficial. Considerábamos que la felicidad sólo se lograba a través del consumo. Pero ahora hemos perdido el contacto, que es más importante y no lo valorábamos como indispensable.

Durante estos días, por ejemplo, hemos absorbido mucha “cultura”, aunque la denominada “cultura” como simple concepto global de entretenimiento no sólo sea lo que hemos consumido en estos días de aislamiento. Pero también, el espectáculo o la denominada por algunos “cultura” nos ha salvado del tedio y el abandono: libros, películas, danza, música, el arte de paseo virtual, los espectáculos operísticos y teatrales a través de muchos canales hasta ahora capados para los mortales, pero sobre todo la reflexión individual, el diálogo, la distancia…

Entiendo la cultura como un ejercicio de perfeccionamiento y crecimiento interior, pero he de admitir que esa otra forma de considerar la cultura como entretenimiento o algo pasajero, que también lo es, nos ha liberado y mucho porque detrás de ese trabajo hay gente e instituciones muy bien pagadas y financiadas, pero también mucho creador solitario y talento que discurre por un mundo de alta competencia y mal remunerado, insolidario en sí mismo y hasta cruel cuando se cruza una determinada edad. Ah!, y que no siempre garantiza el día a día o la supervivencia. También hay mucho vividor de lo público y muchos más que no dominan la terminología institucional ni sus plazos y menos sus intereses o pleitesías.

José Manuel Rodríguez Uribes. Foto: EP 

Admito que el ministro Uribes se salió del tiesto, pero hay que valorar su sinceridad. Por eso no es ministro de verdad. No fue tan dogmático como otros de su nivel que nos están contando milongas. Otra cosa es que estuviera acertado o no fuera el momento oportuno conociendo como está el patio y lo que se nos viene encima si todas las profecías se convierten en realidad, desde los plazos de la vuelta a la “normalidad” de algunos sectores, a las restricciones de asistencia a espectáculos, exposiciones, restaurantes o conciertos que muchos ya ven a partir de 2021 pero con flujos de asistencia tan reducidos que desequilibran cualquier presupuesto público o privado.

Miren. Los norteamericanos o el MET, más concretamente, a las primeras canceló su temporada de ópera y despidió a toda su orquesta y coro hasta nuevo aviso. Es como para comenzar a temblar si efectuamos comparativas. Que igual, junto al resto de líquenes de todas esas instituciones escondidas. Pero al día de libreta bancaria.

Hasta ahora, por ejemplo, en nuestra autonomía, ciudad o Estado apenas he escuchado y leído planes coyunturales, esto es, sólo reparto de dinero entre sectores y colectivos para aguantar el tirón y acallar quejas a través de créditos, lo que es pan para hoy pero hambre para mañana, pero ninguna acción global de choque ni de reconversión o de reutilización de fondos públicos que garanticen supervivencia, trabajo e ilusión más allá del futuro inmediato. Nadie piensa en eso, o no parece hacerlo. Con comprar unas obras de arte a través de una serie de galerías o financiar y prometer unos espectáculos públicos o añadir subvenciones a la caja fija parece que todo estará resuelto o se resolverá por sí mismo. Pero sólo quedará resuelto para unos pocos o  hará felices y resistentes a unos cuantos de forma momentánea. Pero hay muchos más con el pecho al aire. Y otros que están llegando y por llegar. No se trata de subvencionar con millones festivales musicales privados sino a quienes afectan su cancelación que es el pueblo y su motor de economía popular a cambio de molestias pasajeras. Lo otro es quedar bien. Gestos absurdos y fáciles.

Yo creo que ese cambio que se nos avecina debería ser motivo de una reflexión mucho más amplia. Y además tenemos muchos meses por delante para hacerlo. Pero no deberíamos contentarnos simplemente con un café para todos o un reparto de migajas que entre tantos saldrá a muy poco y será sólo temporal.

Se cumplen o han cumplido 40 años de los gobiernos municipales democráticos y autonómicos y al parecer poco en cuanto a políticas concretas ha cambiado. Sí, hemos crecido en espacios, pero no en diseño de una realidad y una política cultural que ya pinta canas y se está haciendo vieja. Hay que ser valientes. Es hora de que las instituciones dejen de lado su protagonismo, individual y rediseñen un nuevo mapa de realidades y prioridades, pero pactado entre todos y dejando de lado vanidades y personalismos.  Es momento de exigir sinergias, acudir a lo esencial y eliminar lo innecesario, por doloroso que sea. De recomenzar proyectos desde lo útil o de ir más allá del mero interés partidista. Nada es de la clase política, aunque así lo considere.

Si tuviéramos una autentica red de espacios culturales públicos coordinados, por ejemplo, existiría una financiación única y una red abastecida con trabajo para todo el año para aquellos financiados o no institucionalmente. Tenemos una red de auditorios y teatros, envidia de muchas comunidades por su valor arquitectónico y posibilidades técnicas, pero el que manda en cada territorio lo cree propio. Tenemos un sinfín de museos públicos y salas de exposiciones que compiten y se repiten malgastando el dinero y con plantillas mal utilizadas y descompensadas. Como también disponemos de un tejido creativo. Hasta un canal de TV autonómico que si algo no ofrece es salida ni promoción de ese mismo tejido y de su trabajo. No ahora, sino siempre. Pero no tenemos gran fondo documental ni de memoria histórica de nuestro pasado subvencionado. Casi nadie se ha preocupado de conseguirlo.  

El mundo está cambiando. Lo estamos viendo. Y si no cogemos el tren nos quedaremos una vez más atrás. Es una obligación política. Pero también cívica. La subvención per se, a estas alturas de la película, no es lo más importante. Si hablamos de cultura y/o política cultural, por supuesto, y no de acallar momentáneamente voces o “lobbies” en nombre de la denominada “cultura”. Es hora de responsabilidad política.

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