Casado apela al voto útil para que los apoyos a Vox y Cs "no beneficien" al bloque de izquierdas
Casado apela al voto útil para que los apoyos a Vox y Cs "no beneficien" al bloque de izquierdas
VALÈNCIA. La familia del PP en la Comunitat Valenciana se reunió ayer para tomar un vermú y cerrar la campaña. Mientras Pedro Sánchez y Albert Rivera organizaban mítines multitudinarios, Pablo Casado anunciaba deprisa y corriendo ayer que su presencia en València sería por la mañana (se le esperaba por la tarde), en una especie de primer pase que se repitió -sin él- horas más tarde.
La sesión de las 12 se ubicó en Marina Beach, en un recinto en el que no cabrían más de 300 personas (en realidad, se acabarían llenando las 141 sillas, contadas una a una por la compañera Marta Gozalbo, y una veintena de personas que pululaban por ahí). Se trataba de un saloncito circular en un primer piso con vistas a la Malvarrosa, al Puerto y a las banderas de La Marina. En el centro algo de vegetación y la elegancia de la nueva hostelería impresa en sillas y atrezo de diseño. Como ruedo no está nada mal, pero queda muy lejos de los mega-mítines en la Plaza de Toros con miles de personas con paraguas y ponchos corporativos que eran todo un evento social en la ciudad. Una de dos: o al partido se ha decidido sumarse la moda minimalista, o la improvisación de querer hacer un mitin más de un día para otro tiene un límite logístico.
Más allá del cuántos, también era llamativo el cómo. La gente de la sala iba arreglada con jerseys de rombos, camisas y pantalones chinos. Poco que ver con las pintas de la common people en los actos de otros partidos. ¿Qué significa eso? Que una parte importante de los asistentes eran gente del partido, mucho cargo y militante pero poco simpatizante. Entre este último grupo estaba, obviamente, la parroquia +65 y algunos jóvenes decididos a gastar una de sus últimas mañanas antes de la vuelta al cole en hacerse una foto con Pablo Casado y aplaudirle su revolución fiscal.
Casado apela al voto útil para que los apoyos a Vox y Cs "no beneficien" al bloque de izquierdas
Otro de los invitados a la charla fue uno de los productos de merchandising más brillantes de la política española: el -cruelmente llamado- 'fachaleco' con mensajes pro-Casado. Un equivalente a la chaqueta de chandal con la bandera de Venezuela que lucía con orgullo Hugo Chávez, pero a la española. El PP se ha recuperado rápido de que les tachen de derecha cobarde, y con la autoestima suficiente, en política se gana mucho.
Casado se retrasó una hora. Primero salió la candidata a la Alcaldía, María José Català, a disculparlo por un supuesto problema en su coche de camino a València, pero luego el propio Pablo dijo que había sido porque una entrevista había pospuesto su viaje. Esos más de 60 minutos, regados solo al final con agua premium y papas, sirvieron para que la gente del partido y los periodistas hicieran networking, una práctica estupenda para estrechar lazos y analizar las fuerzas de cada uno en petit comité. Las conversaciones giraban, monotémicamente, sobre Vox: que si dan miedo, que si no van a llegar a nada, que si Abascal, que si hay que tener cuidado con su potencial... El Partido Popular le ha perdido el miedo a Ciudadanos para trasladarlo a Vox, un nicho electoral importante y del que tenían el monopolio.
Cuando llegó el jefe, el partido de Abascal desapareció, el himno se puso a todo volumen (en esta campaña han optado por una versión al más puro estilo Bohemian Rhapsody) y la gente se puso donde se tenía que poner: simpatizantes y bajos cargos haciendo el pasillito, los altos cargos esperando en las primeras filas y el pasado del partido, representado paradigmáticamente por Pedro Agramunt, se tuvo que conformar con pocos saludos y ver el mitin desde detrás de la vegetación, sentado en un bordillo. Esto casa con un mantra repetido luego durante el acto tanto por la candidata a la Generalitat, Isabel Bonig, como por Casado: el PP ya ha corregido sus errores (las personas ahora son errores, como los ex feos) y la primera plana es la pata negra del partido.
Ya en tiempo de discursos, María José Català lo hizo bueno y breve, o sea, dos veces bueno, mientras Belén Hoyo fue la encargada de recordar los problemas más valencianos (ay, la valencianización de las generales). Después se abrió el momento del espectáculo: los discursos de los dos primeros espadas. Bonig gastó su tiempo en agradecer a todo el mundo todo, llegando a emocionarse hasta el lloro recordando los momentos más duros de su presidencia.
Era el intermedio de la Super Bowl, un cambio de tono, mucho más apelativo que ideológico. El punto álgido de Bonig fue el momento (parecía perfectamente calculado, aunque no) en el que, mientras su discurso se perdía un poco, apareció en el fondo del paisaje una avioneta arrastrando en el aire una lona con el mensaje “Vota PP”. El furor no se hizo esperar, más aún cuando Bonig dijo: "Al menos no es el Falcon de Sánchez". No hay nada que le preste más a alguien del PP que un chiste sobre el Falcon de Sánchez. Es pura dinamita para la risa popular que tampoco Casado quiso dejar de hacer.
El tiempo de Casado, ya pasado el momento del vermú y entrando inesperadamente en horas de comer, se hizo algo largo. Más aún cuando su discurso se centró, en su gran mayoría, en apelar al voto útil (él lo reformuló como voto unido) para que los batasunos y los golpistas no les quiten el domingo los escaños que parece necesitar la unidad de España en las provincias pequeñas. Más allá de eso, el candidato a la Presidencia soltó algunas ideas sobre fiscalidad, seguridad (bajo ese concepto reúne la ofensiva a los okupas y el endurecimiento de la prisión permanente revisable) y territorio que ya se han ido repitiendo durante toda la campaña.
Siendo un pseudocierre de campaña y con todos los medios nacionales en la sala, Casado no olvidó su papel en las autonómicas, pero se acabaron imponiendo los lemas nacionales. Esto no tendría mayor relevancia de no ser por Andalucía. "Tienen miedo de que levantemos alfombras, de que reduzcamos las listas de espera, de que optimicemos las ayudas a la dependencia, que eliminemos los barracones…", increpaban al PSOE, que ha gobernado en esa autonomía hasta hace 10 semanas. Esa apelación, que tiene todo el sentido para Juanma Moreno, aquí resulta discutible, porque son exactamente las mismas palabras que la izquierda utilizó en la campaña de 2015. Vamos, que es para dudar si sacar pecho o agachar la cabeza.
Cómo le vaya a Casado y a Bonig el domingo es todo un misterio. Se les vio dispuestos, arropados, pero qué relevancia tiene eso. Cuando te vitorean en la Plaza de Toros, lo puedes tener más claro; pero cuando haces el cierre de campaña con la familia, el rey de la noche sigue pareciendo tan amenazante como era dos horas antes. De todas formas, La Moncloa no la habitan ni las amenazas ni las esperanzas, sino los votos en las urnas y los compañeros que puedan echar un cable.