El mundo despertándose de la peor pandemia mundial en el último siglo y un clima de tensión prebélico no vivido en Europa desde la caída del muro de Berlín. Pero en España hemos vivido un terremoto emocional desde lo más alto con el 21º Gran Slam de Rafa Nadal en Australia hasta las profundidades en la elección de la canción representante en Eurovisión. También en esto ‘Spain is different’. Entre uno y el lodazal que se ha montado alrededor de una fiesta musical se ha demostrado en qué punto estamos.
Ha sido un puntazo el Benidorm Fest, no cabe duda. Un diez para el alcalde Toni Pérez, que ha puesto en marcha una iniciativa que ha vuelto a poner el nombre de la capital de la Costa Blanca en boca de todos y creado un evento que conecte la localidad con la gente joven en un periodo fuera de temporada. Esto ha sido lo mejor, sin duda alguna, porque lo que ha venido después me lleva del estupor a la más absoluta vergüenza.
Me explico. No voy a entrar a valorar aquí los valores musicales de tal o cual intérprete. Si a mí me pregunta por cuál es mi cantante favorita no tengo pegas en decirlo: eterna Salomé. A partir de ahí, suerte para quien le toque representar a España.
Lo que ya no me da tanto igual es que los de siempre hagan lo único que parecen hacer bien: meter las narices en todos los charcos. Tras la impactante representación de Rigoberta Bandini se le pegó cual mosca a la miel Irene Montero, quien enseguida hizo lema de una de las estrofas de la canción: “¿Por qué dan miedo nuestras tetas?”, se preguntaba la ministra de Igualdad. No se había visto revuelo similar por una teta en España desde la Nochevieja de Sabrina Salerno. Pero aquí de lo que se trata no es ni hablar de Delacroix ni de reivindicar la lactancia en público o las imágenes de senos femeninos en las redes sociales, no.
Aquí lo que importa es el miedo. Es es la palabra clave: miedo. Miedo de unas tetas; de los hombres; de la derecha; de la libertad… Esta izquierda son los auténticos predicadores del terror, quienes buscan enemigos a los que echar la culpa de situaciones propias y ajenas para no asumir responsabilidad alguna. España es una sociedad madura desde antes de que esta gente viniera a sembrarnos pavor de expresarnos en libertad (en realidad, contradecirles) por las represalias al linchamiento social.
El mismo escarmiento que ha sufrido la ganadora del Benidorm Fest, Chanel, quien tuvo que cerrar sus redes sociales 24 horas después de su triunfo. Olé por los defensores de las mujeres, que le han jodido a una joven uno de los días más felices de su vida. ¿La causa? Simplemente, que no les gustaba su canción o, peor aún, que no había ganado su intérprete favorita. Aquí estuvo muy acertada en Twitter la actriz alicantina Ana Milán: "Cuidado con lo de alabar a una mujer machacando a otra, por ahí no es”.
A ver si la intención de estos grupúsculos no es empoderar a las mujeres, sino a los suyos, sin reparar en quién arrollen por en medio. Creo que por ahí van los tiros. De hecho, ni entre los mismos de Podemos se aclaran, puesto que la vicepresidenta Yolanda Díaz se puso a apoyar a Txangueiras porque son gallegas, como ella. Lo dicho. Parafraseando a Ortega y Gasset, “yo soy yo y los míos”.
Crear miedo para separar y dividir. Esa es la consigna. Hacernos más débiles y crear un temor ante el que recurrir a un elemento externo, como es el Gobierno, para que nos proteja. Pura dialéctica comunista. Lo que la Historia ha enterrado que lo levanten las redes sociales.
Pero entre tanta teta, yo me quedo con el pecho de Rafa Nadal, que tiene un corazón tan grande que no le cabe dentro. Nadal es, precisamente, todo lo contrario de lo que hemos venido hablando. Este tío unió a España delante del televisor un domingo por la mañana. “Vamos”, se oía en los patios y a través de las ventanas de todo el país. Todos le sosteníamos un poco la raqueta golpe tras golpe.
Volvió a hacer una demostración de que lo único que consigue el miedo es paralizarnos, no dejarnos avanzar. En ese momento del tercer set en el que todo parecía perdido, lo fácil era rendirse, nadie se lo hubiera reprochado. Pero no para Rafa. Punto a punto, juego a juego, consiguió levantarse de la pista y terminar alzándose con el trofeo.
Valga como ejemplo de que, como está España ahora mismo, se puede salir. Como Nadal, cada uno desde su puesto de trabajo, en su hogar. Sin nadie que nos dé miedo, confiando en nuestras posibilidades como país y como sociedad. Con libertad y responsabilidad. Vamos Rafa, vamos España.
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