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visita con los propietarios originales

“Aquí vivía yo”: La tragedia de la Alquería Falcó, o cómo acabó en manos de ‘buitres’ 

La Alquería Falcó pasará en breve a ser un espacio público. Los últimos propietarios antes de que fuera subastada visitan la casa, ahora ocupada por inmigrantes 

16/04/2017 - 

VALÈNCIA. “A lo mejor el día de mañana puedo volver a la que era mi casa”, murmura Vicente García. Es un viernes de finales de marzo, pasado mediodía y, por tercera vez, intenta visitar la Alquería Falcó, en la que pasó buena parte de su vida y que desde 1999 ya no pertenece a su familia. La vivienda, histórica, es propiedad municipal una vez el Ayuntamiento de València ha aprobado su expropiación por casi un millón de euros.

Foto: KIKE TABERNER.

El miércoles de esta semana acudió con su hijo, de nombre también Vicente, el tercer Vicente García seguido de la familia, y el jueves con su hija Marta, después de haber concertado un visita con uno de los okupas de la Alquería a quien le explicó: “Aquí vivía yo”.

Foto: KIKE TABERNER.

El chico, impactado, le dijo que acudiera el jueves por la tarde, pero el que falló a la cita fue él y le dio plantón a Vicente García y a su hija. Un día después de lo convenido, el okupa le llamó por teléfono y le citó de nuevo, el viernes, esta vez en torno a las doce del mediodía. Es la hora cumplida y no aparece nadie. Pasada la una del mediodía, justo cuando da por perdida la posibilidad, pensando ya en el día de mañana, en cuando sea restaurada por el Ayuntamiento, aparece por el camino el okupa (“me llamo Ciprian”).

Foto: KIKE TABERNER.

El chico le abre la puerta. Vicente García puede por fin acceder a la que fue su casa familiar. Aun la visitara una cuarta vez, con su hija, su nuera y un primo hermano, la semana siguiente. Antes de acceder a ella, recuerda: “Nosotros teníamos la propiedad de la mitad de la alquería, éramos el número 138 de la calle de Moncada”.

Foto: KIKE TABERNER.

La otra mitad de la alquería, el 140, pertenecía a otra familia, los Castelló, y está inaccesible. El edificio cercano, el número 142, la acerería, es en la práctica una edificación abandonada, cuatro paredes con puerta que rodean un jardín natural lleno de malas hierbas. “Al parecer los dueños, los herederos, resultaron ser de Madrid y cuando se enteraron de que tenían esta casa renunciaron a ella”, explica García.

Foto: KIKE TABERNER.

Vicente García ha querido visitar la Alquería de Falcó, porque ha conocido por Valencia Plaza que la fue que la casa de su familia ha pasado a ser propiedad municipal. 18 años después de que la perdieran y acabara en manos de unos “buitres”, en su propia descripción, ha tenido esa buena noticia: la histórica casona pasará a formar parte del patrimonio público, será para todos los vecinos. 

Foto: KIKE TABERNER.

Él y sus hermanas vivían en la alquería con sus padres, sus tíos y sus primos. La familia estaba instalada allí desde antes de la Guerra Civil, cuando su abuela la adquirió y la puso a nombre de sus hijos. Una serie de malas operaciones financieras de uno de sus primos acabó provocando que su parte de la alquería, la mitad que da al camino de Moncada, donde estaba también la guardería, fuera subastada antes de tiempo. “Mi hermana se personó en la subasta pero no le dejaron enterar”, explica.

Foto: KIKE TABERNER.

La casa fue malvendida en 1999, si bien la mayor parte de sus ocupantes ya la habían abandonado hacía tiempo en pos de sus propios hogares. “Yo salí de la casa cuando me casé, en mayo de 1985”, recuerda Vicente García. Aún así mantuvo un contacto habitual con la misma. Era la casa de su familia, un puerto seguro.

Foto: KIKE TABERNER.

Su hija Marta recuerda haber comido en esa misma alquería “las mejores paellas del mundo”. Su hijo Vicente evoca un muro al que se subía y con el que jugaba a que fuera un caballo. “Debía estar por aquí”, señala por el exterior. “Estaba ahí”, concreta su padre. Y por ese lado pasaba la acequia. “La abuela no me dejaba jugar en la acequia cuando había agua”, recuerda Marta. Una infancia entre esos muros, alrededor de ellos.

Foto: KIKE TABERNER.

La alquería, por dentro, está mejor conservada de lo que su antiguo dueño espera, que no es mucho. La cuadra, lo que fue en su día guardería, los okupas la han limpiado y habilitado como un lugar para vivir. Una de las paredes la han decorado con decenas, centenares de imágenes de modelos con poca ropa, una especie de templo similar al de un personaje de la película Beautiful girls. Para ellos, como para el carácter de ficción, esas mujeres bellas son una especie de promesa de “un mañana mejor”.

Foto: KIKE TABERNER.

Pero otras zonas de la casa se hallan en pésimo estado. Ése es el caso del que fuera el dormitorio de sus padres y de su propio dormitorio. Ambos resultaron dañados en los incendios que se produjeron con anterioridad y nadie los ha recuperado. Las paredes estás ennegrecidas. El suelo también. Algunas ventanas están rotas por trastadas de los niños de la zona, según relata uno de los okupas.

Foto: KIKE TABERNER.

Igualmente, el pozo de la entrada, lleno de escombros hasta prácticamente arriba, está inservible. Uno de los trabajos al que se verán obligados los técnicos municipales es a limpiarlo y desescombrarlo para que al menos pueda ser habilitado, ya que en principio la intención es recuperar la alquería y que se parezca lo máximo posible a cómo fue, según explican desde el Ayuntamiento de València.

Foto: KIKE TABERNER.

García recorre la casa y señala detalles como los azulejos del suelo y las paredes, algunos de ellos cubiertos de grava. En apariencia, parecen ser del XVIII. Son muy similares a los del colegio del Patriarca. Por historia, podrían ser de la época, ya que la alquería sufrió su remodelación más importante a finales del siglo XVII, principios del XVIII.

Foto: KIKE TABERNER.

El aspecto en general de la alquería es desolador, pero hay otras zonas de la casa, como la que fuera la parte de vivienda de su tía, que se encuentran en perfecto estado. De hecho, a pesar de su aspecto descuidado, llena de grafitis, con toda clase de pequeñas lesiones (desconchados, humedades, oxidación de la rejería, degradación de carpinterías...), la alquería no se encuentra en un estado de ruina, ni mucho menos.

Foto: KIKE TABERNER.

En un trabajo de fin de grado de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universitat Politécnica de València realizado por Fernando Romero y dirigido por Valentina Cristini, se señala que “no presenta grandes problemas estructurales o de estabilidad”. “Realmente donde reside la problemática de la degradación de estas fachadas reside en los revestimientos encontrando hasta siete patologías que si no son tratadas pueden generar nuevas patologías en los muros y por tanto sí generar problemas estructurales o de estabilidad del edificio en su conjunto”, advierte el informe.

Al salir, camino de su coche, el antiguo ocupante de la casa, mira a la alquería. “A veces, cuando pasaba con el coche por la ronda norte, pensaba: ‘yo vivía ahí’”, comenta. “Ahora, a ver lo que tardan en arreglarla. Espero que vaya a mejor”, concluye esperanzado. Hace 18 años los buitres se la quitaron a su familia. Ahora es propiedad de todos los valencianos y, especialmente, de los vecinos del barrio, que la podrán disfrutar como centro social y cultural. Es un buen final.

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