Almas en vela. Y en vilo. Un circuito rápido por la franja que encerró a los animales nocturnos fuera del local
VALÈNCIA. Sus pasos ondulantes han conformado calles y avenidas tan anchas que pueden ser atravesadas por multitudes sin que nadie se percate de ello (el único rastro: un ligero dolor de cabeza al despertar). Sus acometidas atravesando la noche como el filo sobre la mantequilla, han delimitado también plazoletas sobre las que circular como rotondas furiosas. Pero, esa ciudad, ya no abre.
Ellos son animales nocturnos, habituales de entramados festivos. Persistentes en el festín. Alcaldes, regidores y asesores de la noche. Solo que la noche ha acabado. O ha empezado una más larga, según como lo mires.
A todos ellos les han encerrado, pero no dentro del local, como les hubiera gustado, sino fuera. Un confinamiento perimetral a un alma en vela.
Para algunos no es nuevo. Luis Donat, en ocasiones DJ Home, ya cubría parte de la franja, juntándose en casa haciendo girar la vida, intercambiando discos. Solo que ahora, desde la terraza, “se escucha demasiado silencio. Por una parte me gusta y por otra me preocupa”.
Añoro… “poder actuar y bailar en discotecas y comerme un paquete de sobaos pasiegos al terminar. Pinchar y organizar fiestas es lo que más me gusta en esta vida y desde que los clubs han cerrado y no podemos hacer Club Gordo ni ir como DJ invitado a otras fiestas siento que hay un vacío muy grande en mi corazón. A veces es hambre, pero otras veces no. Estoy disfrutando de hacer música pero sin poder ponerla en ningún lugar cuesta encontrar la motivación. Sin duda Club Gordo es el sitio que más echo de menos, me cortaría los meñiques por poder volver ya de.
Como recambio… “He descubierto que la leyenda urbana es real y no una invención: ¡dormir ocho horas es bueno para la salud! Al no haber posibilidad de ocio alguno y haberme arruinado me dedico a hacer maquetas en casa en lugar de salir a quemar billetes. He tenido que comprarme una estantería para colocar todo lo que he hecho hasta la fecha: recreaciones del Micalet, de la Torre Eiffel, el submarino de Isaac Perales y de un portaaviones de la segunda guerra mundial con varios Panzers y aviación de la Luftwaffe. Cuando termino de montar me tomo un colacao calentito (me gustan los grumitos) y me voy a soñar con Miguel Bosé vestido de caballero medieval sacando de una roca milenaria la jeringuilla que porta la vacuna y que esperaba desde tiempos inmemoriales al elegido que cumpliera con la profecía.
Veo la ciudad de noche y… “me provoca mucha melancolía, me hace recordar las voces en la lejanía de grupitos de gente decidiendo a qué local van a ir a tomar algo o bailar. Ahora me imagino a todos los clubbers sin club como gatos sin techo, buscando refugio y calor en el motor de los coches. Al arrancar nuestros vehículos en invierno debemos dar unos golpes en el capó y llevar mucho cuidado, podría haber clubbers, raveros y technócratas varios refugiados dentro y se les pueden romper las patitas. Las ciudades fantasma me apenan mucho y toda esta situación de crisis nos está llevando a extremos que creíamos imposibles hace apenas un año, así que intento tomármelo con humor y aprovechar para aprender y fortalecerme para cuando salgamos de esta.
Añoro… “los conciertos nocturnos en el Toneladas, con los amigos, que eran ademas el.pistoletazo de salida para la noche. Luego acababamos todos en el George Best, que es como mi casa. Un garito maravilloso donde puedes ir solo y encontrar a un montón de amigos. Lo que mas pena me da, es no poder ir al George”.
Como recambio… “seguimos saliendo lo que se puede, y he de confesar, que no me importa nada recogerme más pronto y aprovechar mejor el día siguiente. Será por la edad. Si no salgo, disfruto en casa de una buena cena y una peli o serie. La pandemia nos ha empujado más a esto”.
Veo la ciudad de noche y… “Vivo fuera de València, en Terramelar, así que si me quedo en casa mantengo distancia con la noche de la ciudad. Desde aquí, que veo la ciudad desde lo alto, mi sensación siempre ha sido la de contemplarla en toda su belleza. Creo que somos muchos los que seguimos viviendo la noche aunque nos hayan quitado nuestros garitos favoritos. Al final, la noche es para disfrutarla con los amigos, y los amigos lo son de noche y de dia. Cambiaremos las costumbres por obligacion pero no dejaremos de disfrutar”.
Añoro… “es más a nivel emocional que físico. Quiero decir, que ya tengo una edad y el cuerpo no me permite acostarme tan tarde con esa alegría pero la noche siempre está ahí. Añoro la primera juventud, El Carmen de finales de los 90 y principios de los 2000, las ganas de salir a lo loco, el "lust for life"... Creo que la pandemia ha sido un poco de "ayuda" a pasar de una fase a otra, ha sido más fácil aprender a quedarse en casa un sábado por la noche y que te de igual. De todas maneras yo me he "recogido" unos diez años más tarde que lo hace la gente de mi edad, que ya va bien, gracias”.
Como recambio… “Soy guionista y trabajo en mi casa desde bastante antes de la pandemia. Me gusta la gente, salir un rato y eso (aún) se puede hacer por la tarde hasta las doce (de momento). Un par de veces por semana suelo pasar la tarde imaginándome que es noche en la terraza del excelso Centro Excursionista de Marqués de Zenete. Lo necesito para descontaminarme un poco de las cuatro paredes de mi mini piso. Luego ya me vuelvo a casa y normalmente sigo trabajando retocando algún guión o veo algo por la tele. O en Youtube. En Yootube me paso horas. Debería ser patrimonio de la humanidad”.
Veo la ciudad de noche y… “la encuentro triste, solitaria, un ambiente un poco de posguerra. Da bajona, pero es algo necesario si queremos que esto no se vaya del todo hacia el desastre, aún más. También me enerva ver la gente que incumple las normas y monta fiestas privadas en locales sin ventilación y pasándose las normas por el forro, aunque yo creo que ahora con 20 años sería (y era) un auténtico merluzo”.
Añoro… “el gustazo de salir en grupos grandes. Tengo la suerte de moverme en un círculo, cerrado en algunas cosas, pero muy amplio. Nos dábamos muchos baños de masas. 30 o 40 amigos juntos, ir a un concierto, salir de bares, mariposeando… Todo eso ha desaparecido. Ahora solo me muevo en grupos burbujas. Hay mucha gente a la que echo de menos. Echo muchísimo de menos La Residencia, que es un lugar de encuentro, ni un bar ni nada parecido, es otra cosa. Ir de conciertos al 16 Toneladas, irnos al bar de al lado... “
Como recambio…“No he renunciado a la vida social. He llevado muchos de los planes al día. A lo mejor quedo a almorzar o a comer, hasta la noche y luego a casa y a dormir. Me entristece porque la situación se está alargando mucho, queda mucho todavía, y hay un montón de gente que depende directamente del mundo del ocio y lo está pasando muy mal. Me genera desolación, angustia. Aunque es verdad que yo soy una patidora total”.
Añoro… “Bailar y pinchar. Escuchar música de baile de calidad con un sonido y ambientes apropiados acompañado de amigos y desconocidos con intereses y gustos comunes. Esa energía la siento cada día más lejana y sin duda es lo primero que me enganchó a la hora de dedicarme al clubbing desde Kostrok Club donde éramos 400 personas separadas por pocos centímetros ¿menuda locura no? Como lugares actuales, en Valencia echo de menos Oven, Club Gordo, Killing Time y los eventos de The Basement. Y obviamente el poder viajar y disfrutar de cientos de clubs y eventos repartidos por España y Europa”.
Como recambio… “Por un lado, y creo que esto ha sido general en la escena de djs y artistas, he aprovechado ese tiempo para buscar y crear música, recuperar mi lado gaming o ver Los Sopranos de principio a fin. Por otro lado, en las controladas reuniones sociales que podemos tener tengo la sensación de volver a una época muy lejana y oscura donde la gente joven solo podía quedar en casas a escuchar música, debatir y relacionarse en pequeños grupos.
Entiendo que es una época de control para un bien mayor, pero al mismo tiempo creo que se está sembrando un sentimiento de represión del que no será fácil recuperarse”.
Veo la ciudad de noche y… “desde casa se intuye una mezcla entre miedo, tristeza, incertidumbre y rabia. Ahora con el toque de queda hemos vuelto a recuperar sentimientos del estado de alarma que parecía que se habían disipado en verano. Siento todas esas cosas y en lo que respecta a la industria del ocio nocturno: impotencia. Creo que es un momento muy clave para juntarse y planear soluciones reales junto con las instituciones para la supervivencia de todos esos colectivos que llevan décadas trabajando por tener una cultura nocturna de calidad”.
Añoro… “Pertenezco a una generación donde los bares y pubs proliferaban por la ciudad libremente y donde era habitual que las ciudades tuviesen recorridos imaginarios con paradas obligatorias en 4-5 bares cada noche. Era la época sin redes sociales pero con más unión y oferta colectiva de ocio nocturno. ¿Cultural o lúdico? Siempre he pensado que si algo es lúdico nace de la libertad que es imprescindible para crear y transformar la cultura. Lo que más añoro es la libertad de la noche, compartirla con mis amigos y las dosis de experimentación que te sitúan en otras dimensiones que en mi opinión son imprescindibles para formarte en la vida. El lugar que más añoro no podría ser otro que nuestro querido George Best Club”.
Como recambio… “Mi ley antes y que afortunadamente no cumplia es que sino salía por la noche, tenia que dormir y es lo que hago. No concibo la noche sin vestirme con pitillos, sin abrazar y bailar, así que mientras tanto invernaré mis emociones durmiendo, que es lo que hago
Veo la ciudad de noche y… “Todo es muy confuso, demasiada información negativa que te va calando. Intento separar la paja del grano y aunque veo que se ha acelerado la tendencia de mudar nuestra vida nocturna al horario diurno, las vivencias no serán las mismas y el ecosistema de una parte de nuestra libertad queda eliminado si suprimimos los pasos de los jóvenes por la noche en las calles”.
La Navidad está hecha para la felicidad de los niños. En cambio, a un adulto le basta con fingir alegría y recordar los años de nieves y gracias de su infancia. No queda casi nada de aquel tiempo en que la gente se felicitaba las Pascuas por carta y era costumbre pedir el aguinaldo