VALÈNCIA. La Universitat de València (UV) ha instalado más de 1.300 medidores de CO2 en espacios interiores antes de finalizar el curso. Se trata de un “proyecto de alto impacto” desarrollado a corto plazo que tiene el objetivo reducir la tasa de contagios a través del control de la calidad del aire en tiempo real, pues según la comunidad científica, los niveles de dióxido de carbono tienen una relación directa con el riesgo de transmisión del virus por aerosoles.
Así lo explicó Pedro Morillo, director del departamento de Gestión Electrónica de la UV, que presentó este jueves el proyecto en el EspaiSeDi del campus de Tarongers, donde acudieron los decanos y decanas junto con la rectora Mavi Mestre. El sistema cuenta con un presupuesto de 300.000 euros y se ha implantado en todas las clases, despachos y laboratorios de los tres campus de la universidad y de Ontinyent, donde se han instalado tipos diferentes de sensores en función de las necesidades de cada edificio.
En concreto, en las infraestructuras más modernas que ya tenían sistemas de climatización hay 408 sensores sin cables y con pantalla, mientras que en los edificios más antiguos se ha implantado desde cero un cableado que conecta 513 aparatos. A su vez, en los espacios de investigación y de administración hay 417 unidades portátiles que marcan los niveles de CO2 , la humedad y la temperatura, a diferencia de los monitores en las aulas, que no ofrecen los datos al público.
Pese a que contienen una carcasa distinta, el elemento de detección del interior es el mismo para los tres tipos de aparato, pues se trata de una tecnología NDIR de infrarrojos que monitoriza en todo momento la calidad del aire. Según Morillo, los niveles de CO2 en las aulas “generalmente son muy bajos” y asegura que solo “en algún momento puntual han superado las 800 ppm” (partes por millón), pero indica que normalmente los datos se sitúan en torno a los 425 ppm, lo que es equiparable a "estar dando clase en la calle", teniendo en cuenta que el nivel exterior en la ciudad de Valencia es de unas 400 ppm.
Así, el protocolo de intervención en caso de que se supere el parámetro establecido, es la evacuación del aula si los valores son superiores a 1.000 ppm, mientras que si oscilan entre los 800 y los 1.000 ppm se procede al refuerzo de las medidas de ventilación y de distanciamiento social. Estos datos se encuentran bajo protección, dado que su acceso está limitado a la directiva, al equipo de prevención, al servicio técnico de mantenimiento y al de informática de la universidad, que han llevado a cabo la iniciativa.
“Pretendemos llegar a los 2.000 sensores con una gestión unificada”, asegura el líder del proyecto, que aclara que se trata de una implantación de diseño fijo con vistas a ser instalada en otros campus como el de la Universidad de Sevilla o la Universitat Politècnica de València (UPV), que ya posee algunos de estos sensores. A su vez, este modelo cuenta con proyección internacional, pues en estos momentos se encuentran en contacto con la delegación del gobierno italiano, que valora la posibilidad de adoptarlo.
Para la rectora de la universidad, Mavi Mestre, este avance es sinónimo de “tranquilidad”, pues recalca que la universidad “es un espacio seguro” y matiza que, a partir de ahora, esta afirmación parte de “una base científica con cifras reales”. Destaca que la pandemia “ha acelerado algunos procesos que ya estaban en marcha, pero que han venido para quedarse”, como es el caso de la renovación de la fachada y de los aularios del campus de Tarongers en los últimos meses.