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EL JOVEN TURCO / OPINIÓN

La València del abeto seco

8/04/2024 - 

En diciembre la derecha, estrenando gobierno, no se cansaba de repetir que por fin había vuelto la navidad a València. Tras ocho años de oscuridad, por fin en nuestra ciudad volvía a celebrarse esta fiesta. Fue toda una sorpresa para mí, porque debo ser uno de los pocos que continúo viviendo la navidad entre 2015 y 2023 con normalidad, pero por lo visto había una prohibición socialcomunista de celebrar esta fiesta y casi nadie cenó con su familia, organizo comidas de empresa y se felicitó estos días.  

La verdad que el argumento de yo soy el partido de la navidad y la izquierda está en contra está en el top de tonterías elevadas a categoría política en los últimos meses.

Pero, por alguna razón, todos acabamos creyéndonos los estereotipos que proyectamos. Y a base de repetirte que has salvado la navidad puedes acabar creyéndote el personaje. Qué digo un personaje. Un superhéroe.

Y entre esa liga de los hombres extraordinarios reclutada por Catalá no podía dejar su oportunidad su teniente alcalde, que no vicealcalde como ella se apresura a corregir siempre, Juanma Badenas. El también conocido por su video playback de Manolo Escobar con Charly disfrazado de torero, ponerse un taladro al hombro para decir que iba a acabar con los carriles bici o más recientemente recordarle a Catalá yéndose del pleno sin votar que ella tiene la vara, pero el que maneja los tiempos y el mando es él, decidió que merecía su propio árbol de navidad.

Por eso a la defensa en tertulias televisivas y artículos de opinión por parte de todos los concejales y concejalas que anunciaban la vuelta de la navidad se sumó su foto, con pose marcial, frente a un abeto italiano que había costado más de 10.000 euros y se había comprado saltándose todos los procedimientos de contratación. Al árbol se le bautizó como el ‘Abero de los barrios’, porque se llenó de bolas con los nombres de cada uno, pero se instaló en un espacio tan de barrio como la plaza de la Reina. Porque las extravagancias, al menos las caras, se reservan para el centro. 

Se acaba la navidad y no saben que hacer con el abeto. Y claro, una cosa es ser negacionista y otra dejar que se te muera el árbol en el centro de la ciudad y deciden trasplantarlo en el sitio donde ellos creen que se mandan las cosas que les sobran en el centro. Ahora sí a un barrio. A San Marcelino. 

Porque para la derecha ese barrio es periferia, no geográfica sino mental, y ser periferia es que te toque ver secarse el árbol que ya no vale para la foto. Y cinco meses después cualquiera puede acercarse a verlo. Porque ahí está el árbol seco, por el módico precio de 2.000 euros al mes, como una metáfora de la València a dos velocidades y una ciudad sin nadie al volante.

Como un símbolo de la extravagancia que siempre trata de tapar proyectos vacíos. El eslogan de la vuelta de la navidad, para ocultar como se liquida un proyecto europeo de ciudad y de reequilibrio entre sus barrios. Esos que pagan las facturas del abeto, desde los pisos de calles que izan las banderas de la ropa tendida. Por las mismas que nunca se buscan las fotos, ni las postales políticas de la derecha. Las mismas que dotan de nuevos significados a ese árbol marrón. De poder decir, con orgullo de pertenencia, yo formo parte de la València de abetos secos. Casi como resignficando un tótem que nos recuerda cuál es, para ellos, el verdadero abeto de los barrios y de paso lo poco que cuidan del dinero de todos.

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