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VALÈNCIA A TOTA VIROLLA

La València del toldo verde reivindica un futuro para la Valvanera

Ante el riesgo de cierre, el barrio de l’Hort de Senabre ha decidido tomar al Mercado de la Valvanera como símbolo de la reactivación vecinal

4/05/2024 - 

VALÈNCIA. El Mercado de la Valvanera emparenta la actividad mercader con la idea de un espacio público que brota en un patio de vecinos. Enclaustrado entre fincas -la manzana de pisos de la calle Carrícola y la plaza Santiago Suárez-, ha sido un vientre vecinal desde hace cerca de siete décadas. La València fabril. Los trabajadores de Macosa. Las naves industriales. Los chalets. Los mazacotes vivienda. Los toldos verdes. 

Hace pocos años el colectivo CaminArt encontró pruebas documentales de que Cayetano Borso di Carminati y Rafael Contel fueron sus arquitectos, añadiendo más reclamos a un mercado que, en cambio, ha ido cuesta abajo hasta una cierta situación de colapso. En los últimos meses, algunas de las principales agentes culturales del barrio, L’Hort de Senabre, se han movilizado para visualizar la importancia de Valvanera. Como mercado y más allá: como centro neurálgico de una sociedad que, despegada de sus asideros al barrio, se entiende peor. 

Bajo el título ‘La Valvanera Reviscola!’ (a medio camino entre un deseo y una petición de auxilio) andan grupos como la Gilda Laboratori Gràfic, Cuidem la Raïosa o el taller de cerámica Chaflán, así como los propios vendedores del mercado. Organizan durante este fin de semana una primera jornada que esperan prolongar durante el resto del año, con el objetivo de entremezclar el pensamiento vecinal y la actividad artística.

Con Valvanera en el epicentro, en cambio el principal aliciente va más allá del propio espacio. Tiene un significado amplio por todo lo que explica: el trasfondo de un barrio intentando encontrar soluciones, sin tener la receta, asumiendo los riesgos. “Hay, en general, un sentimiento derrotista de que nada se puede hacer…Nos parecía que todavía vale la pena intentarlo”, confiesa una de las impulsoras, la diseñadora y ceramista Ángela Sabio, quien cree que el mercado, junto a los chalets de la Previsora, “son espacios fundacionales para la memoria y la identidad de un barrio de origen trabajador como es Hort de Senabre”. 

Una reivindicación de la ‘España del toldo verde’, define Sabio, que “también merece atención y protección patrimonial. Merece ser contada y recordada”. Ella misma, en sus primeros días de descubrimiento, conoció a Fidel, un hombre con un puesto de antigüedades (‘Los monos de San Telmo’). “Le compré algunos objetos encantadores… y en eso que te surge el gusanillo de que aquí se podría hacer algo. Así empezó todo”.

Lejos de recetas milagrosas, o un guion predefinido a partir del cual actuar, Valvanera es ejemplo de un modelo de ciudad que -sabiendo a que se expone- pide tener voz más allá de la homogeneización y el desarraigo. Entrar en el edificio del mercado pone de manifiesto “su fragilidad y su estado crítico, la mayoría de los puestos están cerrados, los que siguen abiertos necesitan claramente un relevo generacional que no llega… aparecen ‘rumores’ de que se podría convertir este mercado en un parking o un negocio de trasteros…es ahí cuando decidimos movilizar a los agentes culturales y al tejido asociativo de la zona para visibilizar la situación”. 

“Como buena parte de la organización somos artistas y artesanos pues hemos hecho un poco lo que sabemos hacer, de ahí surge la idea del mercado de artistas y artesanos, sin perder de vista el tejido asociativo que también se ha involucrado. Queremos cuidar nuestra identidad, poner en valor nuestro patrimonio cultural, generar cohesión y memoria vecinal, y además queremos divertirnos haciéndolo”, cuenta Sabio. 

Intuyendo algunas de las causas de la falta de pujanza del espacio (“cambio de horarios y estilos de vida”, “competencias de grandes plataformas”, “brechas digitales”), el proyecto de reviscolar asume su propio desconcierto: “Nos encantaría saber cómo salvarlos, pero la realidad es que no hay mapas”. Muchas de las posibles soluciones les hacen dudar y les enfrentan a nuevos conflictos: el riesgo de gentrificar, de que el beneficiario fundamental de la regeneración no sea el barrio. Un temor volcánico y extendido ciudad tras ciudad que Begoña Gómez Urzaiz sintetizó en un titular glorioso, para La Vanguardia: “¡Socorro, mi barrio se está poniendo precioso! Así es la gentriansiedad, el miedo a las mejoras urbanas”.

No hacer nada, quedarse de brazos cruzados, podía ser una opción, pero es una opción demasiado mustia para un entorno cuyo rastro obrero todavía flota en el ambiente. L’Hort de Senabre ha decidido combatir los ‘no hay nadie que hacer’ con cierta dosis de ‘¿y si todavía estamos a tiempo?’

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