Estos días está quedando en evidencia que no tenemos cultura de gobiernos de coalición. Aquí parece un reto fallido una práctica tan arraigada en la naturaleza política del resto de Europa.
Gobiernos que en vez de mejorar sus mecanismos de engranaje nos ilustran cada semana con una disputa. Hacen de gobierno y de oposición al mismo tiempo. El fin no es el entendimiento ni la negociación política sino el rédito electoral. De ahí, el espectáculo que vemos últimamente y que seguirá in crescendo en lo que queda de legislatura. Rifirrafes, roces que solo evidencian desconfianza entre los socios de gobierno.
Una imagen de pugna que apunta a síntomas de agotamiento en las coaliciones, aunque todo es showbusiness, muchas peleas, pero pocas rupturas. Porque a pesar del deterioro, del fin de la convivencia pacífica, perdurarán en el cargo porque son matrimonios de interés.
En nuestra Comunitat tenemos una relación abierta a tres. El poliamor botánico está dando signos de desgaste en esta segunda legislatura con enfrentamientos públicos constantes, el último con el presupuesto. Una tensión que han mantenido hasta el último minuto. Las cuentas públicas se han podido salvar, aunque fuera de tiempo y forma. Les motiva más escenificar que están en una relación asimétrica donde cada uno quiere defender su postura para contentar a los suyos. Porque, compartimos la misma toalla, distintos sudores como diría Sabina.
Estos desencuentros siempre acaban solucionándolos convocando a la comisión de seguimiento del pacto de gobierno… Reuniones para limar asperezas entre los miembros del mismo gobierno.
Mientras se dedican a sus menesteres domésticos, ocho presidentes autonómicos se reunirán en Galicia para fijar posición sobre la reforma del modelo de financiación. Aquí como medida de presión se ha convocado una nueva manifestación para esa misma semana, aunque por su inacción movilizadora, parece que ya no es tan prioritaria.
El Botànic II pasa por la fase de decepción que se vive en las relaciones tras la convivencia, donde prima la autoafirmación en defensa de cada uno de sus posicionamientos, en este caso, partidistas. En su búsqueda por diferenciarse, evidencian que no hay un proyecto común y que tres son multitud.
La relación a dos que llevan en el Gobierno de España tampoco está mejor avenida. La convivencia del matrimonio político PSOE-Podemos no prospera con Yolanda Díaz.
Tras distintos episodios de lo absurdo a cuenta de la reforma laboral con dobles giros mortales para pasar de ‘derogarla’ a ‘cambiar algunas cosas’ a volver a ‘derogarla’, pero con el visto bueno de la UE. Vuelven a convocar reuniones para suavizar el enfrentamiento entre las dos vicepresidentas y retornar al punto de partida de su contrato nupcial. Aunque las mejores promesas son esas que no hay que cumplir, volviendo al flaco de Úbeda.
Juegos de sillas y eufemismos para tapar las incoherencias y la falta de gestión en lo importante. Porque mientras se relamen sus heridas, los ciudadanos vivimos una crisis del sector energético sin precedentes, una subida de la inflación histórica y seguimos liderando la tasa de paro en Europa.
Pero estamos distraídos con su ruido, y así, con tanto ruido llegaremos hasta el final. Porque esta fase del amor, la lucha de poder, ya la ha ganado Sánchez. Con el apoyo de sus socios y los nacionalistas para aprobar el presupuesto, tiene salvada la legislatura y apurará los tiempos para cumplir su deseo de ocupar la presidencia europea en el 2023. Y la vanidad podrá más que la disputa. Porque ser el presidente de la UE es mucho más.
El ego también es el peor enemigo de la monogamia. La lucha entre el ego y el ser no da paz en el PP, que se dedica a desaprovechar sus buenas predicciones electorales en peleas internas.
Están en una de las fases iniciales de las relaciones donde se establece el status quo. Y en esta lucha vale todo. Están los que recelan de la proyección y el éxito electoral de Ayuso y pretenden atarla en corto mientras ella sigue defendiendo sus aspiraciones orgánicas, aunque para ello tenga que saltarse la disciplina jerárquica del partido y enfrentarse al mismísimo secretario general del PP.
Si no aportas, aparta de Gabriela Bravo ha sido superado por Ayuso con su bloqueo en WhatsApp a García Egea y a los “niñatos” y “chiquilicuatres” de Génova, Esperanza Aguirre dixit.
Desamor político en toda regla. Y es que no son buenos tiempos para las relaciones. La inmediatez y el individualismo han acabado con la entrega.
Como explica la socióloga Eva Illouz en El fin del amor, estamos en la era de las relaciones negativas porque la incertidumbre también se ha apoderado del mundo afectivo. La característica común de estas relaciones es el acto de abandonarlas y esa práctica nos entrena para desechar los vínculos sociales y pasar rápidamente a la siguiente transacción.
Son las cosas de la vida, son las cosas del querer. Pero si no te gusta, ya sabes, NEXT.