VISIBILIDAD EN LAS PERIFERIAS

Las creadoras rurales se organizan para dinamitar la dictadura artística de las grandes ciudades

El Proyecto DAR busca descentralizar los circuitos culturales y tejer redes entre artistas que residen lejos de las grandes urbes

13/06/2022 - 

VALÈNCIA. Entre las fantasías que pueblan las mentes de ciertos urbanitas, se encuentra la creencia de que las zonas rurales solo existen como postales pintorescas esperando a ser visitadas los fines de semana o en esa semanita de vacaciones en la que uno quiere ‘respirar aire puro y desconectar’. Sin embargo, los pueblos alejados de las grandes urbes existen más allá de los tópicos citadinos. En ellos, hay vida en ebullición que adopta distintas formas. Una de ellas es la del arte, ¿por qué no? Y es que, aunque los principales museos, galerías y saraos culturales estén empadronados en junglas de asfalto, los entornos rurales también cuentan con su propia legión de profesionales de la creatividad.

Si dedicarse al arte fuera de los circuitos urbanos ya es complicado, cuando a la fórmula le sumamos el factor de género el juego sube varios niveles de dificultad. Atajar esa problemática es el objetivo del Proyecto DAR (Dones Artistes Rurals), una iniciativa del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, junto al Centre del Carme. La propuesta trabaja con mujeres artistas de distintos entornos rurales para impulsar su trayectoria, promocionar su producción y fomentar el surgimiento de iniciativas colectivas. Así, se busca, por un lado, dar mayor visibilidad a su labor, pero también descentralizar los circuitos del arte y tejer una red de creadoras residentes en zonas rurales .

En su primera edición, el proyecto DAR trabajó con una quincena de creadoras de la Mancomunidad de La Serrania y, en esta nueva entrega, ha puesto el foco en artistas visuales de la Mancomunitat de l’Alcoià i el Comtat. En concreto, las participantes seleccionadas en 2022 son Miriam Barea, Ana Ferrándiz, Macu Jordá, Virginia Jordà, Lirios Matarredona, Sari Miró, Macu Seguí, Isabel Sosa y Diana Ventura.

“Esta iniciativa aborda una triple dificultad: ser mujer, artista y además vivir en entorno rural. Ser artista es complicado, pues, además de desarrollar su parte creativa, deben también conocer cuestiones de gestión del mercado del arte, ahí ya hay una dificultad muy grande. A eso hay que añadirle la invisibilización histórica de las mujeres artistas. Esto está cambiando y va a cambiar más, es por lo que estamos trabajando. Pero, además, a nivel cultural hay mucho más protagonismo institucional en las ciudades que en las periferias, en las zonas rurales”, señala Clara Albacete, impulsora de la iniciativa. Así, el futuro del proyecto pasa por “seguir creciendo y abarcar diferentes zonas rurales valencianas. Optamos por el modelo de mancomunidad porque podemos entablar comunicación con muchos municipios a la vez a través de nuestros agentes colaboradores locales”, indica.

El próximo 23 de junio, esta nueva edición del DAR se presentará en el Centre del Carme con un evento en el que las participantes mostrarán los anteproyectos que han ido creando por equipos dentro del programa. “Este acto –explica Albacete– permitirá visibilizar institucionalmente a las artistas. Una de las actividades que realizamos son sesiones formativas en las que les orientamos para que edifiquen de forma grupal esos anteproyectos. Así, se van estrechando lazos y ven los beneficios de formar parte de un colectivo”.

Tejer redes con otras artistas se erige así como un modo de compartir anhelos e inquietudes, de poner en triunfos, tropiezos y dificultades. Pero también de propiciar  nuevos proyectos y significados, de construir comunidad más allá de los gigantescos núcleos poblacionales, de los grandes museos y las galerías de renombre. “Compartir experiencias hace que no te sientas tan sola. Y además te nutres de su trabajo, conoces sus obras, y te enriquece. Podemos darnos apoyo mutuo. Participar en el DAR me ha dado la oportunidad de parar a pensar dónde quiero ir como artista, qué quiero, cómo y replantearme muchas cosas”, señala Ventura.

“Es muy difícil ser artista mujer y vivir fuera de las capitales”

Si todos somos nosotros y nuestras circunstancias, en el caso de las mujeres que crean desde el entorno rural, surgen dos interrogantes ineludibles. Por una parte, cabría preguntarse de qué manera influye en sus procesos artísticos ese contexto alejado de los ritmos y las lógicas urbanas. Al mismo tiempo, resultaría hipócrita no tener en cuenta en la ecuación que el trabajo artístico implica también el acceso a ciertos circuitos de exposición y venta que, para sorpresa de nadie, encuentran su efervescencia en las calles de las grandes ciudades.

“Nuestra zona me encanta para vivir y trabajar en ella. Pero sí que es cierto que es necesario desplazarse a otros sitios para poder crecer como artista, ya que desde aquí es complicado acceder a los circuitos del arte, porque son casi inexistentes en los entornos rurales”, reconoce Miriam Barea. “Es muy difícil ser artista mujer y vivir fuera de las capitales”, resume Macu Jordá.

En el caso de Sosa, el entorno rural “inspira y aporta la calma para trabajar. Respecto a los circuitos, te distancia bastante de las actividades y las relaciones necesarias para exponer y promover tu trabajo”. “Actualmente, no hay público potencial interesado en comprar nuestras obras en nuestra zona y tampoco hay suficientes propuestas destinadas a las artistas”, denuncia Barea. Para ella, aunque las creadoras seleccionadas en esta edición cultiven distintas disciplinas, coinciden “en las mismas necesidades, como la falta de oportunidades para exponer, una venta escasa de obra, la necesidad de tener espacios donde trabajar…”.

“El entorno rural influye mucho en mi obra –considera Ventura–. Mis raíces, mi cultura y las montañas que me rodean forman parte de mi inspiración. Me gusta representar sitios especiales de aquí, me nutro de la naturaleza de la zona, colores, formas… el entorno es un punto clave en mi trabajo.” En la misma línea, para Matarredona, “somos seres permeables y vulnerables a nuestro entorno. Cuanto más se desarrolla la sensibilidad, más influenciado estas por lo que ocurre en tu sociedad. El ser rural te hace ser más consciente de la sostenibilidad del medio ambiente e intentas ser más responsable en tu trabajo. Lamentablemente, la exposición tiene una oferta reducida y la venta no es sencilla”.

Precisamente para no depender de esas conexiones con la ciudad o con otros territorios a la hora de exhibir y entrar en los mercados del arte, uno de los puntales del Proyecto DAR es estimular la creación de circuitos artísticos en los propios entornos rurales. Es decir, no solamente dar a conocer a esas artistas fuera de sus lugares de residencia, sino lograr convertir esos enclaves en polos de creación, exhibición y adquisición de piezas (pues nunca está de más recordar que, en los empleos culturales, la visibilidad no sirve de mucho si no va acompañada de una remuneración digna).

Según Albacete, desde las instituciones “se está dando más protagonismo a centros de producción artística en entornos rurales, se están visibilizando mucho más también estas iniciativas y también a las diferentes creadoras en estas áreas”. A pesar de ello, admite que “en cuanto a venta de obra, en ciertos núcleos existe más población, mucha más capacidad de captar a gente y, por tanto, más posibilidades de vender obra”. Sin embargo, con la mirada puesta en las potencialidades 2.0 también subraya que “hoy en día, gran parte de la obra también se vende a través de internet”.

Crear públicos también en el ámbito rural

De esta manera, DAR propone una doble generación de vínculos: por una parte, entre las mujeres participantes, pero también entre los agentes locales de cada territorio. Aquí Albacete pone el acento en los gobiernos locales y afirma que resulta esencial “que los ayuntamientos adquieran un compromiso con las mujeres artistas para visibilizar y mostrar su obra en sus propios municipios, para atraer a un turismo cultural y también apostar por los talentos que tienen en sus territorios. Se pueden llevar a cabo políticas de promoción del arte. Se puede realmente trabajar en ello y hacer un esfuerzo para favorecer el desarrollo económico local”. En ese sentido, Jordá apuesta por “suscitar un paladar artístico en el entorno”.

Y aquí surge uno de los grandes caballos de batalla cuando se habla de gestión cultural: la generación y fidelización de audiencias. No vale simplemente con poner en marcha propuestas, debe conseguir atraer a la población, involucrarla, conseguir que las sienta como propias. Como subraya Matarredona, consolidar público “es crucial, no para que nuestro trabajo tenga más acogida, sino para construir un pensamiento crítico en el que se engloba el disfrute personal, hacia todos los ámbitos de la vida. Por supuesto que la oferta debe de aumentar. Quizá estos dos puntos, producir público y que aumente la oferta, se retroalimentan mutuamente”.

Se trata, en cierto modo, de ser profetas en su tierra. Según Ventura, “las artistas necesitamos que la gente de nuestro entorno vea lo que hacemos, vea que hay mucho potencial, artistas con grandes trabajos y se los están perdiendo. Por otra parte, también es necesario crear más propuestas culturales. El arte tiene un poder curativo que muchas personas desconocen, nutrirte viendo propuestas de artistas de todos los ámbitos nos abre caminos personales, nos hace sentir”. 

“Todas hablamos un mismo idioma: el artístico”

Ilustración, escultura, fotografía… Las participantes de esta edición del DAR pertenecen a disciplinas diferentes, a través de este proyecto han encontrado ciertos vínculos en su manera de mirar alrededor o en los temas que impregnan su trayectoria. Así lo comenta Sosa: “precisamente en este grupo hemos encajado tres amantes del textil y nuestra propuesta va muy vinculada al tejido y las raíces textiles de la zona. Y todas, aunque en disciplinas distintas, coincidimos en la necesidad de expresar nuestras reflexiones para aportar mensajes de cambio y mejora y generar comunidad”. “Ser artistas mujeres, aunque de diferentes técnicas, siempre va unido a unos vínculos de necesidad de expresión artísticas”, considera Jordá. Por las mismas sendas creativas se desliza Matarredona: “con vocabularios distintos y muy ricos, todas hablamos un mismo idioma: el artístico”.

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