VALÈNCIA. La Comunitat Valenciana cuenta en estos momentos con un total de trece centros de enseñanzas artísticas superiores, entre las que se encuentran los conservatorios, las escuelas superiores de arte dramático, de diseño y de cerámica, que dependen del Instituto Superior de Enseñanzas Artísticas (Iseacv) y de la Conselleria de Innovación y Universidades.
El Iseacv se creó en 2007 para facilitar la integración de estos estudios en el Espacio Europeo de Enseñanzas Superiores (EEES) con el reconocimiento internacional que ello conlleva, pero, según explican a este diario desde la Escuela d’Art i Superior de Disseny de València (EASD), pese a que forman parte de este espacio, todavía "no cuentan con las mismas competencias ni dotaciones" que otras enseñanzas superiores como las universitarias.
Además, aunque a raíz de la aprobación de la nueva ley educativa (Lomloe) poseen la categoría de 'grado' y han logrado la dignificación del título y de la profesión de diseñadores, músicos, bailarines o actores, fuentes de la institución afirman que existe "una discriminación, tanto hacia el alumnado como hacia el profesorado". "Nos ubican en el espacio europeo pero en peores condiciones", se lamentan.
Por un lado, desde EASD explican que los estudiantes no tienen acceso a las becas que van dirigidas al sistema universitario y tampoco reciben el Suplemento Europeo al Título (SET), un documento que acompaña al título universitario y cuenta con "información sobre los estudios cursados, los resultados obtenidos, las capacidades profesionales adquiridas y el nivel de la titulación", según establece la página oficial del Ministerio que dirige Manuel Castells.
Además, profesores del centro denuncian el desarrollo de la actividad docente en infraestructuras cuya calidad dista de la de otras instituciones. "Hay materias que tienen un sesgo más práctico y se llevan a cabo en talleres que no están en condiciones". "No es suficiente con un aula y un proyector", advierten.
Asimismo, instan al departamento de Carolina Pascual a la creación de un sistema de gestión y administración unificado para estas enseñanzas, pues según aseguran, realizan la matriculación del alumnado con una aplicación informática que ellos mismos han ideado. "No nos sentimos acompañados en este trayecto; la Conselleria realiza intentos pero no los plasma", aseveran.
Una de las últimas modificaciones llevadas a cabo desde la Administración es la reducción de 19 a 18 horas lectivas semanales del cuerpo docente de Secundaria, que también se aplica al profesorado de Enseñanzas Artísticas, tal y como trasladó en junio la directora del Iseacv, Inmaculada Sánchez, a los equipos directivos de cada centro, que durante el próximo curso tendrán "la obligación de velar por el cumplimiento exacto del horario asignado a cada docente".
Un cambio que para este último grupo supone un incremento de carga de docencia, dado que hasta ahora contaban con 15 horas de clases y tres de investigación, tal y como lo establece la resolución del 27 de junio de 2002 publicada en el Diari Oficial de la Generalitat Valenciana (DOGV) sobre la organización de las enseñanzas superiores de diseño.
Ahora, estas tres horas de investigación estarán integradas en las 25 horas restantes de permanencia en el centro, en las que el profesorado también se dedica a otras actividades de coordinación, tutorías o evaluaciones. "No nos apoyan en cuanto a los recursos para la investigación y nos han quitado esas tres horas insignificantes, pero que eran simbólicamente importantes", determinan.
Según explican miembros de la directiva de EASD a Valencia Plaza, el tiempo de investigación en estas disciplinas es "necesario" para la elaboración de materiales docentes, dado que no cuentan con "tantos manuales como en Secundaria" y deben "estar al corriente de forma permanente de los cambios", por lo que reclaman "más tiempo" para esta actividad.
A ello se suma que el profesorado universitario que desempeña tareas investigadoras imparte una media de 12 horas lectivas, seis menos que los docentes de artes y diseño, que expresan su preocupación por que la falta de dicha labor pueda repercutir de forma negativa en la calidad de la enseñanza por una carencia en la actualización de contenidos.