Hoy es 10 de octubre
VALÈNCIA. “Lo primero que hacemos al empezar el curso es disculparnos al alumnado”, cuenta una profesora de la Escuela Superior de Danza de València. Lleva años haciéndolo y este curso no va a ser diferente. El lunes empiezan las clases regulares de los tres centros que conviven en el edificio ubicado a la orilla del campus de la Universitat Politècnica de València: la Escuela Superior de Arte Dramático, la de Danza y el Conservatorio Superior de Danza Nacho Duato.
Y aunque el recinto lleva más de dos décadas acumulando deficiencias estructurales y materiales, en este inicio de curso se ha “colmado el vaso”. Las obras de reemplazo de las aulas prefabricadas (barracones) han acabado hartando tanto al profesorado como al alumnado de los centros, que se están movilizando a diferentes ritmos para pedir que la situación de precariedad en el que desarrollan su día a día cambie de manera inmediata.
El deterioro del suelo de linóleo de los barracones, esenciales para las clases de danza, hizo que la Conselleria de Educación planteara la sustitución total de estos, tras 22 años de uso. Las obras, sin embargo, no han acabado a pocos días del nuevo curso. Y no solo se han tenido que reprogramar a destajo horarios y aulas, sino que desde el profesorado de la Escuela Superior de Danza denuncian que no se han tomado las medidas de seguridad oportunas.
Hasta este mismo jueves, no había ningún tipo de separación entre la zona de obras y el resto de aulas; habiendo además un gran foso en la zona de los barracones que podía ser peligroso. Tras una queja formal el miércoles, ayer por la mañana se colocó una cinta de plástico con varios mojones para acotar la zona de obras. Sin embargo, tal y como ha podido comprobar este diario de primera mano, la obra sigue sin estar señalizada y algunos trabajadores no cuentan con equipación de seguridad básica, ni siquiera casco de protección. Además, la Conselleria ha prohibido el acceso por tres de las cuatro puertas del edificio sin revisión ni alternativa del plan de evacuación.
A todo esto se suma que una revisión reciente de las instalaciones eléctricas ha detectado 10 deficiencias importantes a resolver “antes de seis meses o el inicio de actividad” —siempre según el relato del profesorado— bajo la amenaza de emitir un informe desfavorable.
Por todo esto, el profesorado de la Escuela Superior ha pedido al Institut Valencià de Seguretat i Salut en el Treball (INVASSAT) una auditoria de riesgos laborales para que evalúe si se dan (o no) las condiciones para que empiecen las clases el próximo lunes. Igualmente, hoy va a tener lugar un Consejo de Centro para reclamar a la Conselleria que retrase el inicio de curso hasta que se cumplan los requisitos mínimos de seguridad.
Este diario ha consultado a la Conselleria si se han cerciorado de que se cumplen las medidas oportunas en las obras y si creen que se dan las condiciones necesarias para poder iniciar las clases el lunes, sin que hayan remitido ninguna respuesta al cierre de esta edición.
Esta será la primera movilización prevista para un curso caliente, porque las obras son solo una más de las deficiencias que se van sumando y, desde hace años, impide el funcionamiento normal de un centro de enseñanzas de estas disciplinas. Una visita guiada y una conversación informal con varios profesores acaba convirtiéndose en un relato dickensiano.
Aquí algunos ejemplos: el centro no cuenta con salón de actos, ni está adaptado para la accesibilidad de personas con movilidad reducida, los techos no son lo suficientemente altos para poder practicar pasos básicos de danza o hacer montajes escénicos, un ala de barracones no cuenta con baños ni tomas de agua, hay clases con el suelo “podrido” que “desprenden olor”, uno de los edificios no cuenta ni siquiera con ascensor, hay urniarios que llevan años fuera de servicio, las aulas no cuentan con instalación eléctrica para poder poner (por ejemplo) unos focos de teatro, el profesorado suele acabar conectándose a internet con los datos de sus móviles propios porque la señal wifi falla continuamente; y en medio de la visita de ayer, hubo una avería que dejó momentáneamente sin suministro de agua al recinto. Las puertas y el resto del mobiliario acusan las décadas de vida que acumulan, como si el edificio fuera un túnel del tiempo a un centro educativo de los 90. “Nos han dicho de todo, que si somos una cárcel o un manicomio”, cuenta una trabajadora del centro.
Las inversiones en el centro, según la memoria de las fuentes consultadas, ha estado casi exclusivamente dirigidas a parchear para poder salir del paso. Un paso que se suponía provisional pero que ya cumple más de dos décadas.
La cafetería, uno de los equipamientos esenciales del centro, ha estado clausurada debido a un cambio en la concesión, y hasta que se resuelva un litigio pendiente con la empresa licitadora y se tramite un nuevo concurso, solo hay un par de máquinas de vending —una de ellas, averiada, no puede servir botellas de agua. También el año pasado, la biblioteca y el almacén de escenografía se tuvieron que cerrar por problemas de la instalación eléctrica. El alumnado de escenografía, de hecho, debe llevar sus propios ordenadores para la asignatura de AutoCAD porque, aunque el centro tiene la licencia del software comprada, no cuenta con equipamiento informático para desarrollar las clases.
La lista de deficiencias materiales es interminable, pero hay cuestiones que van más allá e implican cuestiones de salud. En 2022, CSIF denunció desprendimientos de unos cascotes de la fachada. También, “cuando trabajamos descalzos, en varias clases hay riesgos de clavarse astillas de madera”, señala una alumna de Arte Dramático.
“Todo lo que debería estar en una Escuela Superior de Danza o de Arte Dramático, no está. Y eso es un reflejo de la precariedad que sufrimos la cultura y las artes escénicas en general”, reflexiona una representante del alumnado en el Consejo de Centro de Danza. “Si se hiciera una inspección similar a la que le hacen a cualquier teatro o escuela privada de danza, aquí no se pasaría”, opina un profesor de Arte Dramático. Son algunos de los pensamientos que se acumulan por resignación. Todo este tiempo la procesión se ha llevado por dentro; por los pasillos, las aulas y las sillas cojas de la cafetería. Y ahora se ha desbordado.
Fotos: DANIEL GARCÍA-SALA
¿Cómo se han gestionado, entonces, las clases de estos últimos años? “Hemos normalizado lo que no es aceptable en absoluto. Y los estudios salen adelante gracias a la plantilla y al alumnado, que es excepcional. Nos hemos acostumbrado a hacer malabares para sacar los cursos adelante, y maquillamos y ocultamos las deficiencias con un esfuerzo pedagógico importante y nuestra vocación”, concluyen dos profesoras.
Todas las fuentes consultadas dan por hecho que solo va a haber más parches y provisionalidad en el centro. En abril de 2024, la plantilla y el alumnado se enteró por la prensa de que la Universitat Politècnica de València aprobó comprar los terrenos en los que se ubican las tres escuelas. Por ahora, la Conselleria de Educación aún no ha desvelado cuáles son sus planes para la reubicación de los mismos. “Sí han trasladado al claustro que se descarta una nueva construcción. Entonces, ¿qué edificio ya existente va a reunir los requisitos que necesitan nuestras enseñanzas?”, cuestiona el profesor de Arte Dramático.
La Conselleria tampoco ha respondido a este diario si tiene algún plan de reubicación y cómo va a gestionar los crecientes problemas hasta que sea una realidad. Sí que se sabe que la compra va adelante, aunque se está “depurando registralmente” para que se formalice como se ha hecho esta semana con La Casa de los Caramelos, según señalan fuentes del Consell. Una vez se haga, la UPV dará un margen de dos o tres años para que los centros abandonen el recinto. Previsiblemente, derribarán el edificio para hacer uno nuevo. Por lo tanto, previsiblemente, la Generalitat no va a hacer grandes inversiones para arreglar un edificio que tiene fecha de caducidad.
Mientras tanto, el mantenimiento y el alquiler de salas privadas para poder mostrar los trabajos de final de curso (ya que no hay salón de actos para hacerlo en las propias escuelas) se comen una parte importante del presupuesto de cada centro.
“Hemos sido una patata caliente entre las administraciones y los diferentes gobiernos. Somos hormiguitas en los departamentos, tanto de Universidades como de Educación. Y así nos tratan”, se queja una de las profesoras de Danza consultadas. “Esto demuestra el absoluto desprecio que se tiene a las enseñanzas artísticas”, añade en otra conversación el profesor de Arte Dramático.