El Gobierno y los rectores han sellado que este curso haya un examen parecido a las pruebas universitarias que se venían realizado hasta la fecha. ¿Pero eso qué significa?
VALENCIA. Fueron reválidas, ahora son PAU, y así se quedan... hasta que alguien diga lo contrario. El ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, ha ratificado este jueves el acuerdo sobre la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) con el presidente de CRUE-Universidades Españolas, Segundo Píriz, de este curso. La reunión ha servido para cerrar también el modelo definitivo de examen, a priori con una estructura muy similar a la actual. El objetivo, según el Ministerio, es “facilitar a los estudiantes su realización y su preparación”, así como “reducir la incertidumbre a la que se tienen que enfrentar”, algo con lo que Píriz se ha mostrado “razonablemente satisfecho”.
A la espera de la conferencia que tendrá lugar el próximo 28 de noviembre en Madrid, con todos los responsables autonómicos de Educación congregados, el paso es bastante definitivo. El propio Gobierno de la Comunitat ya ha tenido tiempo de examinar el borrador remitido la semana pasada y ha anunciado que las pruebas de acceso a la Universidad de este curso serán “idénticas” a las actuales. Y ahora los padres dirán, ¿eso qué implica? ¿Qué iba a suceder que ya no sucede? ¿Qué aspectos se mantendrán inalterables? ¿Y los habrán que sufrirán cambios sutiles? No parece que la incertidumbre haya quedado disipada, por lo que conviene apuntar algunas claves antes de que la orden sea inamovible el 30 de noviembre.
Hemos pasado por muchas fases: aquella en la que las reválidas eran determinantes, otra en la que realmente no tanto, el anuncio de Rajoy de que perdían su "efecto académico" (coincidiendo con la huelga educativa nacional) y, ahora, parece que lo han vuelto a retomar. La nota que se obtenga en las pruebas contará para ir a la Universidad y, además, la ordenación se hará en función del distrito único. Esto quiere decir que será determinante para entrar en cualquiera de las universidades españolas, sin restricciones de zona.
Hasta la fecha había una fase general de Selectividad, que era obligatoria y permitía obtener hasta 10 puntos, y otra voluntaria para subir nota hasta los 14. Ahora, con la prueba anunciada, todos los estudiantes se examinarán de seis asignaturas troncales (troncales generales y troncales de opción) del segundo curso de Bachiller, aunque solo la nota de dos de las materias (de las de opción) se tendrá en cuenta para llegar a los 14 puntos.
Las pruebas solamente harán referencia a las asignaturas de 2º de Bachillerato y, por tanto, queda fuera la Filosofía. Era uno de los puntos más polémicos, en tanto que muchos estudiantes tendrían que hacer frente a una asignatura que ya habían perdido de vista. En concreto habrá examen de Geografía e Historia, Lengua, Matemáticas e Inglés y luego de dos materias a escoger entre las troncales de cada opción, dependiendo de la especialidad.
De ahí el encuentro con los rectores. En la configuración de las pruebas se implicará toda la comunidad educativa, incluyendo a los docentes de la Universidad, que tendrán opción de supervisar el contenido. Se ofrece, además, una mayor autonomía a los Gobiernos autonómicos, que podrán decidir cómo realizan los exámenes y en qué marco. En coordinación con ellos se decidirá todo lo que ataña a la organización de pruebas.
Si bien la Lomce establecía que todos los institutos españoles tendrían que acoger las pruebas de 4º de la ESO, la responsabilidad finalmente derivará en unos cuantos. Los Gobiernos autonómicos decidirán cuáles resultan más adecuados para acoger dichos exámenes. Así, la prueba pasará de ser censal a muestral, y los resultados irán directos a los colegios para evitar que se puedan realizar comparativas desafortunadas.