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MEMORIAS DE ANTICUARIO

Las plazas del silencio. Una ruta alternativa por las "otras" plazas de València

8/05/2022 - 

VALÈNCIA. Últimamente las plazas de la ciudad están en muchas conversaciones: las incógnitas sin resolver, todavía, de la plaza de la Reina, cuya reforma se aproxima a la conclusión; marquesinas desproporcionadas y palmeras foráneas en la de Brujas; provisionalidad y un concurso de ideas que pronto tendrá un ganador para la del Ayuntamiento y, finalmente, la feliz reaparición de la plaza por antonomasia de la ciudad, la del Mercat, que había literalmente desaparecido engullida por el tráfico. València es una ciudad de muchas cosas, y entre otras es una ciudad de plazas. No sé si han reparado en ello, pero el amplio espacio intramuros es una poco coherente amalgama neuronal de callejuelas de origen islámico, que se mantiene en buena parte conectada por una gran cantidad de plazas más grandes o más pequeñas, unas históricas, otras con historias y el resto surgidas de movimientos telúricos que culminaron en derribos abriendo huecos que antes no existían. Hay verdaderas plazas que tienen en la nomenclatura el calificativo de calle y otras que así se denominan pero que no son más que el ensanchamiento de una vía y, sin embargo, cosas de quienes mandaban, se les otorga el honor de convertirse en plazas.. Al lado de las grandes plazas de la ciudad, o las más turísticas, otras conviven a su sombra, silentes y disfrutables en su quietud. Espacios de paz y sosiego que se agradecen al escabullirnos del bullicio. Hoy hablaremos de algunas de esas plazas que merecen el desvío y ser visitadas en un paseo alternativo.

Plaza de las Escuelas Pías

Plaza de las Escuelas Pías es la más romana de València o al menos me lo parece. Se trata de un modesto espacio en el corazón del barrio de Velluters que funciona como patio de butacas frente al escenario que siempre a telón abierto exhibe la canónicamente neoclásica y tan bien planteada fachada de la Iglesia de San Joaquín o de las Escuelas Pías. La fachada imponente y próxima al visitante que sólo deja intuir la enorme cúpula que, centralizada, se levanta sobre esta.

A la sombra de la populosa plaza de la Virgen y la concurrida del Arzobispo, se abre la que podría también llamarse Plaza del Almudín por constituir uno de sus lados la fachada principal de este singular edificio de origen medieval donde se comerciaba con el grano que entraba en la ciudad. Sin embargo, su verdadero nombre es el de Plaza de San Luís Beltrán por el hecho de estar allí ubicada la casa natalicia del nuestro Santo dominico del siglo XVI prolífico en milagros. Hoy, esta casa, es una de nuestras asignaturas pendientes por ser un lugar dejado de la mano de Dios, a pesar de ser catalogado como Bien de Relevancia Local. En el tercero de sus lados se encuentra el importante palacio de los Escrivá con su singular puerta gótica de arco apuntado y que por su fisionomía representa una rareza en un edificio civil. Muy próximas a esta se abren las plazas de San Esteban que no es más que un ensanchamiento de la calle Almudín, frente a la puerta lateral de la iglesia, la de Santa Margarita que de igual forma se dispone en un lateral de la calle Trinitarios o la de Crespins entre la calle del Salvador y Navellos.

Plaza de Santa Mónica

Si bien la plaza de los fueros es la que acoge el bullicio de la zona por hallarse al pie de las torres de Serranos, a pocos metros dos plazas casi contiguas nos conectan esta puerta de la ciudad con la Seu como camino alternativo a enfilar la calle Serranos. La primera es la plaza de Cisneros y a pocos metros la de Nules. Dos espacios que conectan en pocos metros varios edificios señoriales: el palacio de Cerveró con su magnífica portada barroca rematada con escudo, el palacio de los Montoliu, y ya en la plaza de Nules el de la Maestranza de Caballería y el más importante de estas calles: el de los Catalá de Valeriola de origen gótico, poseedor de  uno de los más importantes patios de la ciudad.

Aunque el centro histórico valenciano es amplio el desplazamiento es cómodo y en pocos minutos nos plantamos en el popular barrio de Sant Bult, nombre dado por la imagen que se venera por sus habitantes. Es este uno de los barrios más agazapados de la ciudad y sus calles son propias de un entorno no tanto urbano como de un núcleo alejado del barullo de la gran urbe. Si bien no encontraremos entre sus callejuelas grandes monumentos ni edificios señoriales, sí que está Sant Bult rodeado por unos y otros por los cuatro puntos cardinales: el convento de Santo Domingo, el palacio del Temple y su iglesia, la iglesia de Santo Tomás que marcarían sus límites monumentales o el palacio de Cervelló, sede del archivo municipal…En el centro del este barrio en miniatura, se abre su recogida plaza conformada por edificios decimonónicos sin mayores pretensiones, y que no se sustraen a ese entorno popular de tascas y pequeños talleres en planta baja.

Plaza de L'Autor

Si remontamos el cauce aguas arriba desde el mismo barrio de Sant Bult, encontramos la plaza del Temple y seguidamente a modo imitativo de esta, su hermana menor que es la del Poeta Llorente, que como la citada del Temple dispone de un pequeño parterre. En esta ocasión una escultura, obra de Mariano Benlliure, homenajea a uno de nuestros más grandes pintores que no es otro que el setabense José de Ribera. Estas dos plazas guardan la semejanza de disponer de dos lados cerrados y un tercero abierto hacia el cauce del Turia, por lo que más que plazas son dos bocados en la línea de edificios que se suceden en el especio que otrora ocupó la antigua muralla. Nuestra pequeña plaza uno de sus lados se lo apropia el pétreo muro de la Iglesia del Temple y el vértice lo domina un edificio señorial llamativo por el color rojizo y la cubierta  revestida en teja verde, a cuatro aguas, y que siempre he conocido deshabitado y en total abandono. Misterios valencianos.

Sigamos remontando el cauce, pero por detrás de la línea de edificios en este caso modernos que conforman la calle del Pintor López justamente a la altura del Museo de Bellas Artes aunque en la margen contraria del lecho fluvial. Llegaremos a los pocos metros a la reposada plaza del Conde de Carlet, con su fuente central rodeada de cipreses  y en la que destaca el edificio marcadamente decimonónico que se nos presenta como la proa de un navío con elegante mirador en el chaflán. El fondo interior de la plaza lo ocupa en su integridad el gran paño trasero de la facultad de teología, actualmente en obras de restauración general.

Plaza de Santa Cruz

Aguas arriba y a la altura de las citadas torres de Serranos vamos a salir fuori muri cruzando por el histórico puente del mismo nombre para darnos de bruces con otra discreta plaza conformada únicamente por dos lados pues el tercero es el propio cauce del Turia. Se trata de la plaza de Santa Mónica en la que destaca la iglesia homónima tras una pequeña alameda de forma triangular. Levantada en el siglo XVII presenta una elegante fachada imitativa de las basílicas romanas y su campanario, perfectamente integrado en el edificio es, sin embargo, obra de 1915 firmada por Javier Goerlich. Junto a la Iglesia se levanta el importante edificio del Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.

Como decía, València es una ciudad de plazas y consecuencia de ello es que “todas las citadas sí son las que están, pero no están todas las que son”. Busquen y hallarán.

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La vida criba las pasiones hasta dejarnos las imprescindibles. Pocas pero buenas pasiones. Las mías son los paseos y los libros. Caminar es mi forma de leerme y de leer a los demás. Son las dos muletas en las que me apoyo para seguir tirando 

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