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las limitaciones no hacen viable la música en directo bajo techo

Las salas de concierto agonizan: la enésima 'reinvención' no funciona

6/10/2020 - 

VALÈNCIA. La realidad se está volviendo muy cruda en el día a día de las salas de conciertos. Siguen en el limbo, se pueden hacer conciertos, pero no ellos; abren locales con barras y que sirven copas, pero no ellos. La enésima reinvención del espacio se dio este mismo fin de semana, cuando Loco Club abrió sus puertas con un formato inédito: no solo estaba la gente, sino que además no podían abrir la barra, así que la gente se tenía que venir hidratada de casa. Lorenzo Melero, gerente del local, explicaba lo absurdo de la situación, en la que, a unos 100 metros, en el chaflán más cercano, sin cambiar de acera, hay un bar donde, las personas que vayan a ver el concierto, podrán ponerse en mesas a decenas y beber tras el concierto hasta la 1 de la mañana, si quieren.

El resultado de abrir ha sido agridulce tirando a catastrófico. Si bien Johnny B. Zero es un grupo con mucho arraigo en la escena local y sí consiguió llenar el espacio, en los bolos del jueves y el viernes se vendieron menos de 50 entradas sin posibilidad de generar más ingresos con la barra cerrada. "Es un desastre, la experiencia tampoco acompaña. Ni a los grupos ni al público les acaba de gustar esto: no puedes tomarte un agua o una cerveza, no puedes bailar, ni siquiera hablar unos segundos con el colega que tienes dos filas más adelante y al que has saludado antes fuera...", explica a este diario.

Esta es la segunda vez que reabre desde la desescalada y el tercer formato que intenta. La realidad es así de cruda: no funciona. "Las salas de concierto fuimos las primeras en cerrar y seremos las últimas en abrir. Es una ruina", augura; y de paso, explica que su decisión de abrir es más un ejercicio de visibilizar que así no pueden seguir con las cosas que por ganar dinero: "ojalá fuera diferente, pero las salas dependemos de la barra. Las entradas no rentabilizan un concierto, y mucho menos con aforo reducido, y mucho menos aún cuando al final solo acuden 20 o 30 personas".

Ese limbo en el que están lo provoca una licencia. Nada más. En el mismo área metropolitana de València se celebran varios conciertos todas las semanas. Es el caso de La Pérgola de La Marina, que todos los fines de semana reúne en torno a 400 personas al aire libre. La gente va, se sienta en su silla y puede consumir. Varios locales privados, que funcionan con otras licencias, también pueden celebrar conciertos de pequeño formato y lo están haciendo. Las normas son las mismas que en un bar, pero la música en vez de fondo, es protagonista. 

Las salas de concierto de València han pedido, a través de las diferentes asociaciones en las que participan o funcionar en horario diurno, poner mesas para funcionar como un bar. Sanidad no ha abierto ninguna puerta a la esperanza. Sí es cierto que, bajo la intermediación de Raquel Tamarit, secretaria autonómica de Cultura y Deporte, y Francesc Colomer, secretario autonómico de Turisme Comunitat Valenciana, las autoridades sanitarias se están reuniendo para encontrar una salida que diferencie el hecho cultural del ocio sin más. Fruto de ello, hace unas semanas, Sanidad aprobó el no considerar los espacios culturales como eventos multitudinarios, tal y como adelantó Culturplaza.

Foto: ESTRELLA JOVER

Con todo esto, Lorenzo Melero mira con preocupación la programación que había diseñado para octubre. Algunos grupos han decidido cancelar y otros trasladarse a lugares más pequeños. Prácticamente toda la agenda está en el aire. "Nosotros no podemos levantar la persiana de un día para otro porque tenemos que programar un grupo, hacer un cartel, promocionarlo, vender entradas, que el grupo ensaye y también venda entradas... Y no hay seguridad suficiente como para poder hacer esto sin miedo a que todo sirva para nada", confiesa el responsable de Loco Club. La sala es la única de la ciudad que se ha atrevido a abrir bajo este nuevo formato.

El ocio nocturno (que se ha ofrecido a ser diurno) sigue sintiendo que "se les ha tachado y demonizado", aunque en su opinión, podrían ser "el principal muro de contención del virus, al trasladar las fiestas a locales seguros" en vez de, por ejemplo, en la azotea de un colegio mayor universitario donde se puedan juntar decenas de personas sin ningún tipo de medida de prevención, o un botellón en la calle con las mismas condiciones.

Alerta Roja se desinfla dándole la espalda al clubbing y los sindicatos

Al movimiento Alerta Roja, que movilizó el sector de la música en directo en varias ciudades de España y València el pasado día 17 de septiembre, se le empieza a ver las costuras. A pesar de que la manifestación contó con un más que amplio apoyo, poco a poco han aparecido otras voces discordantes que han puesto en duda su representación. 

Es el caso del clubbing, al que el movimiento ha tildado de "ocio nocturno" pero no de cultura, por lo que lo excluyen de sus reivindicaciones. Alerta Roja habla en nombre de grupos de música pero no de productores musicales o de selectors que actúen en salas como Oven, Spook o La3 en València. Una frontera complicada, que define la música en directo por el escenario al que se enfrenta el artista más que por su propuesta musical. Esto ya ha sido denunciado por algunas de las caras más conocidas del movimiento clubbing a nivel nacional.

Por otra parte, Alerta Roja mantuvieron ayer una reunión con la Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, para exponer las dificultades "por las que está pasando el sector". En dicho encuentro, que el movimiento valoró como positivo, se excluyó la presencia de los sindicatos sectoriales, según denunciaron estos mismos ayer, por petición expresa de Alerta Roja.

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