Se ha despertado cierta molestia porque Carlos Mazón no ha cumplido en toda su extensión la paridad que se le presupone a un organigrama institucional del Siglo XXI. Ese 40% de mujeres no parece cumplir los estándares sobresalientes de un gobierno feminista y moderno. Una vez más nos estamos quedando en la superficie de las cosas, metiendo todo con calzador en forma de cuotas que no hacen más que discriminar a las mujeres. De la misma forma que hace unas semanas escribí que el requisito del valenciano ejercía un efecto boomerang demoledor para sus fines, creo que la paridad boicotea los intereses del verdadero feminismo.
Habrá quién al ver este artículo piense eso de ya está otra vez un hombre blanco y hetero opinando sobre la igualdad, y tienen todo el derecho a reprobar que alguien que no vive en sus propias carnes las desdichadas experiencias que padece una mujer escriba sobre ello. No sé lo que es librar esas luchas diarias, tiene razón, pero los seres humanos vivimos en comunidad y el que no observe lo que ocurre a su alrededor está en una burbuja aislada del mundo.
La persona con la que comparto mi vida es mujer y estoy muy preocupado ante las circunstancias que rodean a su sexo; en muchas ocasiones no palpo ese empoderamiento del que tanto se habla. Falta de osadía que se percibe en distintos aspectos cotidianos. Esa entereza y confianza en ellas mismas en ocasiones se pone en duda al moverse por ambientes concretos; no saben lo que nos cuesta a los que nos dedicamos a dirigir programas de debate encontrar a tertulianas, tenemos que hacer encaje de bolillos y tirar de inteligencia artificial para localizar a perfiles óptimos. Situación que ocurre en general en los medios de comunicación, dando en ocasiones la sensación de que a las mujeres les cuesta exponerse en público. Sigue sin haber una igualdad real, falta de equidad que no es sistemática, sino que parece que son ellas las que se ponen límites reforzando su techo con un cristal antibalas. Cuando estaba en política me llamaba mucho la atención al hablar con mujeres y me decían que les gustaría afiliarse a algún partido pero que lo veían más como un terreno propio de los hombres.
La pasada semana un energúmeno le tocó el culo en directo a una reportera y esta al ser acosada se rio y le espetó que le disculpara pero que estaba en directo. No fue hasta que el presentador Nacho Abad le preguntó que si le había tocado el culo cuando ella se empoderó y se hizo respetar delante de todos los españoles; dio la impresión de que necesitó un empujón para hacer lo que debía, cantarle las cuarenta y seguir al pie de la letra el libro Cómo mandar a la mierda de forma educada escrito por Alba Cardalda. Cuando mi novia me dice que algún pajillero solitario le ha hecho algún comentario soez siempre le pregunto que cuál ha sido su reacción. La compostura tras esa falta de respeto es importante, porque si lo único que una mujer es capaz de hacer ante una cosificación es sacarle el dedo de la palabrota, los tíos así seguirán campando a sus anchas. Me estoy acordando de un artículo que escribió Arturo Pérez Reverte hace algunos meses, se llama El boxeador boxeado, en él narra un hecho de su infancia en el que un treintañero que practicaba boxeo se dedicaba a provocar a las parejas con el fin de terminar peleando con el novio. Un día, Reverte y sus amigos, siendo unos críos, decidieron tenderle una trampa al susodicho utilizando de cebo a un colega y a su novia y en cuanto el boxeador apareció se abalanzaron sobre él. A las mujeres muchas veces les falta reaccionar de manera proporcionada a estos ataques a su dignidad poniendo en su sitio a los acosadores o denunciando en el momento.
El falso feminismo se tiene que apoyar en cuotas y en paridades porque ha proporcionado un aparente empoderamiento de cristal, frágil, que no se sostiene por sí solo. Estafa piramidal maquinada a conciencia para conseguir que millones de mujeres tengan la necesidad de cobijarse en el paraguas morado de los cínicos mesías.