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VALÈNCIA. El audiovisual valenciano vivirá este viernes el primer estreno del curso: Sergi Miralles estrena su primer largometraje, L’àvia i el foraster, que ya se pudo ver en Cinema Jove y arrasó en el Festival de Cine de Alicante. El film cuenta la historia de Teresa y Samir, una abuela valenciana y un hombre paquistaní que estrechan lazos al unirles la labor de modistos; aunque su unión estará marcada por los microracismos que, en el pueblo, son rutinarios y se han normalizado. Son esos gestos y esas frases, esas vergüenzas y esas máscaras, las que Miralles ha querido abordar.
Cuenta el director que todo empezó con una curiosa anécdota que sirvió de semilla para el guión. Un día, un tío de Miralles le contó una historia que despertó su curiosidad. “Él, que tenía una tienda de ropa en el pueblo, me contó que un día se quedó sin la persona que le hacía los arreglos en la tienda, y descubrió que el pakistaní de la frutería en realidad era sastre”. Esta situación desembocó en una colaboración entre su tío y el sastre paquistaní, pero lo hacían en secreto, porque miedo a las reticencia sociales.
Esta historia evolucionó en lo que se ha convertido la película, que toma como elemento central de esta primera anécdota ese miedo a hacer público una relación de cordialidad y de amistad entre personas del mismo pueblo. ¿Qué carga simbólica tiene el forastero? El film se centra en la interacción entre personajes de orígenes diferentes, tratando de forma directa los prejuicios y miedos en el extranjero que muchas veces pasan desapercibidos en la vida cotidiana. "El hecho de que quedaran en secreto es lo que más me impactó, porque reflejaba una xenofobia muy arraigada, aunque estuviera tan normalizado que la gente no se daba cuenta", afirma Miralles.
A partir de ahí, construye dos líneas temporales. Una, cuando surge la amistad entre Teresa y Samir; otra cuando Teresa fallece y su nieto vuelve de Manchester para su entierro, se entera de esta curiosa relación y decide hacer frente al legado de su abuela.
La historia no solo parte de una anécdota, sino que conecta el testimonio de tres migraciones: el que tuvo lugar en el franquismo para ganarse la vida más allá de España; el de los jóvenes desde la crisis del 2008; y, claro, el de los que llegan a España ahora en busca de un futuro mejor. Todos se explican igual y tienen una dimensión humana compartida. La película precisamete se encarga de subrayar a quién no lo quiere ver.
Uno de los temas centrales de la película es la forma en que la xenofobia se manifiesta en la sociedad. En este sentido, Miralles hace una crítica abierta a los pequeños gestos diarios que perpetúan una actitud de rechazo hacia lo diferente. “Son cosas que todos ejercemos en algún momento, especialmente contra aquellos que vienen de fuera. Pero no sólo hablamos de extranjeros: en nuestros pueblos, toda la vida nos hemos reído del pueblo de al lado, y hemos tenido reticencias con ellos. Es el miedo a lo diferente, que es, en el fondo, la definición de xenofobia”, reflexiona el director.
El elenco, coral, está encabezado por Carles Francino, Neus Agulló y Kandarp Mehta. "Tuvimos la suerte de poder elegir a los actores que queríamos, y encontrar actores que encajaban perfectamente con los personajes hizo que el trabajo fuera muy fácil y sencillo", reflexiona el director. Sin embargo, el trabajo con los actores no se limitó a seguir el guión al pie de la letra. Miralles destaca que le gusta dar “margen para que los actores hagan suyos los diálogos, porque al final son ellos los que más conocen a los personajes", dice.
Uno de los mayores retos que Miralles afrontó durante la creación de L’àvia i el foraster fue asegurarse de que la historia, a pesar de tener raíces profundamente valencianas, tuviera esta ambición de ir más allá: “Siempre hablamos de realizar historias locales con carácter universal. Queríamos que el pueblo de la película pudiera ser valenciano, catalán, vasco, o de cualquier sitio, y que los personajes fueran reconocibles en otros contextos”, explica el director.
Esta visión requirió un trabajo esmerado en el guión, eliminando todo aquello que pudiera restar universalidad a la historia, pero manteniendo la identidad del pueblo y sus habitantes. Lo hicieron Mila Luengo (co-guionista y productora de la película) y el mismo director con la ayuda de Maria Mínguez, la tercera guionista.
Otras alianzas interesantes de la película son, en la banda sonora, a Jordi Sapena y Jorge Pérez ‘Tórtel’, que ya habían colaborado con Miralles en otros proyectos, y esa conexión previa facilitó mucho el proceso de creación. “La banda sonora está impregnada de tonos mediterráneos, reflejando el ambiente del pueblo valenciano en el que transcurre la historia. Es una música que se fusiona perfectamente con las imágenes, creando una experiencia immersiva para el espectador”, desgrana el director. Además, “no queríamos una banda sonora que te dijera cuando tenías que reír o llorar. Queríamos una música que acompañara, que estuviera allí, pero sin imponerse”.
Las películas pequeñas como esta, que sin embargo prometen tener una buena distribución tanto en cines como en otras ventanas, es que los rodajes tienen que ser rápidos y muy calculados, sin rodar prácticamente nada que luego se pueda desechar. Pese a ser consciente de la complejidad de cerrar una historia con múltiples tramas y personajes, Luego y Miralles quisieron que el desenlace fuese claro: "Sabíamos desde el principio qué final queríamos, pero trabajamos mucho en el montaje y la escritura para conseguir que no se hiciera largo y que todas las historias quedaran bien cerradas", comenta. Y concluye: “La película deja espacio para que cada uno haga sus propias conclusiones sobre los personajes y la historia”.