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Leon Vitali, la mano derecha del maestro Stanley Kubrick

El documental Filmworker reconoce en Cannes el papel crucial del asistente personal del director de La naranja mecánica

24/05/2017 - 

VALÈNCIA. Leon Vitali es un hombre de 68 para 69 años, enjuto, de pelo largo, rubio y escaso. Luce pulseras, anillos y pendientes y porta la cabeza cubierta con un pañuelo a modo de pirata. Por las calles de Cannes, en el tumulto del festival de cine, no desentona con el alto porcentaje de seres extravagantes que pululan por La Croisette. Bien se le podría confundir con los bucaneros que promocionan estos días la quinta entrega de Piratas del Caribe. Pero Leon Vitali es historia viva del cine.

Su nombre sólo le resulta familiar a los grandes aficionados al trabajo de Stanley Kubrick. Para el resto de cinéfilos, sólo es una mención recurrente entre los títulos de crédito de las obras maestras del director estadounidense. La presente edición de Cannes, el documental Filmworker ha puesto en valor el trabajo de este actor que renunció a una carrera prometedora para ponerse bajo las órdenes del genio.

Stanley Kubrick

La película, exhibida en la sección Cannes Classics, honra el trabajo abnegado, multidisciplinar y tenaz de este inglés que, todo y tras la muerte en 1999 de su mentor, no ha dejado de bregar para preservar su legado.

Vitali hizo las veces de productor, responsable de casting, entrenador de actores, supervisor de sonido, jefe de marketing, mensajero, chófer y cualquier tarea de confianza que Kubrick, látigo y faro, le encomendara. Era su chico para todo, disponible a cualquier hora del día. Era una polilla cegada por uno de los creadores que más vatios ha irradiado al séptimo arte.

Así, como una mariposa nocturna, lo describe el director del biopic, Tony Zierra. León era un intérprete de formación clásica. Su carrera despegó en pleno Swinging London. Durante años fue un rendido admirador de la obra de Kubrick. “Cuando vi 2001: Una odisea del espacio, en 1968, pensé que era la mejor película de la historia del cine. Y en 1971, me quedé fascinado con la fuerza de la interpretación y la paleta de emociones de los actores de La naranja mecánica. Después de verla, le dije a un amigo que iba a hacer lo imposible por trabajar con Stanley”, recuerda Vitali.

Fotograma de 'La naranja mecánica'
Sueño en bucle

La oportunidad de trabajar junto a su ídolo le llegó en 1974 con Barry Lindon, donde interpretó a Lord Bullingdon. Fue un sueño hecho realidad, corregido y ampliado. En principio, su contrato era de 13 jornadas de trabajo repartidas en tres semanas, pero Kubrick amplió su papel por la disciplina y la entrega que vio en el actor. Así que, finalmente, participó de la atmósfera del set durante nueve meses.

Tras el estreno, al intérprete se le acumulaban las ofertas en cine, teatro y televisión. Las rechazó. Tan sólo aceptó el papel protagonista en Terror of Frankenstein (Calvin Floyd, 1977), pero porque el director accedió a formarle en los entresijos de la realización.

Al poco, Kubrick le envió una copia del libro de Stephen King El resplandor, y le pidió que se sumara al equipo que iba a adaptarlo al cine. Ahí empezaron más de dos décadas de lealtad a los procesos creativos del director.

León preparaba mezclas de sonido, supervisaba el subtitulado y el doblaje, invertía horas interminables en laboratorios de cine para asegurarse de que cada impresión cumplía con los más altos estándares, realizaba trailers para territorios internacionales, coordinaba el inventario, controlaba el plan de proyecciones y hasta servía de enlace diplomático entre su jefe, de carácter volátil, y el mundo exterior.

Su experiencia como actor lo facultaba para interpretar cada uno de los papeles de las diferentes películas para que Kubrick pudiera ajustar la trama y el diálogo a su gusto, Hacía de Jack Nicholson, de Tom Cruise… “Stan nunca usaba storyboard, tampoco enviábamos indicaciones a los actores. En su encarnación del personaje tenían que ser, no interpretar, de ahí el machaque emocional al que los sometía. Y de ahí que muchos de sus actores fueran nominados al Oscar, porque les arrancaba actuaciones que nunca habían logrado y que no volverían a lograr”, opina Leon Vitali.

Ven a jugar con nosotras

Durante la pre producción de El resplandor, Vitali entrevistó a 400 niños para el papel de Danny Torrance, el pequeño con poderes mentales que ha de afrontar la locura asesina de su padre en la película. El elegido para interpretarlo fue un crío de seis años llamado Danny Lloyd, que hoy ejercer de profesor de biología. Durante Filmworker, recuerda el tiempo ilimitado que el ayudante de Kubrick le dedicó para preparar concienzudamente su papel.

Pero si el cine de terror está hoy en deuda con Leon, es por otro acierto de casting. Tras una audición infructuosa para dar con las niñas que interpretarían a las hermanas Grady, Vitali reparó en la presencia entre las candidatas de dos gemelas, y le vino a la cabeza una inquietante fotografía de Diane Arbus. Así que le propuso a Kubrick un cambio de guión en el que las niñas fueran idénticas. La idea se tradujo en una de las secuencias más icónicas del cine de género.

Otro personaje para la inmortalidad fue el instructor jefe Hartman de La chaqueta metálica. El sargento de marines retirado Ronald Lee Ermey había sido fichado como consejero para formar al actor que iba a interpretar el rol. Leon le envió una grabación a Kubrick donde el militar profería 15 minutos ininterrumpidos de palabras gruesas en un crescendo de gran violencia psicológica. Así que el aspirante, Tim Colceri, quedó aparcado para el papel del ametrallador del helicóptero, y Ermey se hizo con el papel.

Fotograma de 'La chaqueta metálica'

Ojos completamente abiertos

La cinta bélica hizo emerger la otra cara de Kubrick. El director se mostró tenso, tiránico. Matthew Modine, protagonista del filme, bromea durante un momento de Filmworker al comparar la relación de Vitali y Kubrick con la de Igor y Víctor Frankensein. Por lo visto, las réplicas de Leon se asemejaban mucho a las del jorobado asistente de laboratorio: “Sí, maestro”.

Vitali vivía vampirizado. Escribía notas y notas en sus brazos. De hecho, durante la película de Zierra, los tres hijos de la mano derecha de Kubrick lamentan la presencia distante de su padre en sus vidas.

“Antes de comprender lo que Leon hizo, hace y por lo que atravesó, has de comprender a Kubrick”, afirma Julian Senior, que ejerció de jefe de publicidad para la delegación europea de Warner Bros.

Si Stanley es considerado como uno de los directores más influyentes del siglo XX no es sólo por talento, también por talante. El autor de clásicos como Espartaco, Lolita o Senderos de gloria se dedicaba de pleno a su oficio, sin importar cuán detallado, arduo o interminable pudiera ser. De modo que no esperaba menos de su mano derecha.

Sólo hubo dos ocasiones en que sintió la tentación de romper su lazo con Stanley. Una vez le ofrecieron un trabajo de producción en Suecia. Otra, el casting infantil de una película de Michael Cimino.

Nunca se alejó del lado de su mentor. De hecho, ambos temían la marcha del otro. “Kubrick siempre tuvo miedo de que Leon se marchara a trabajar con Warner. Y Leon de que le despidiera”, asegura Zierra.

El paroxismo de aquella relación laboral llegó con el testamento cinematográfico de Kubrick, Eyes Wide Shut. A petición del director, Leon retomó su carrera de actor e interpretó al maestro de ceremonias y a más de ocho personajes enmascarados en la orgía final. Pero no por eso dejó de lado otras funciones. Atendía tareas de producción y debía controlar que no hubiera fallos de continuidad.

Fotograma de 'Eyes wide shut'

“Cuando había que rodar, ambos se conducían de manera similar, con obsesión. Se olvidaban de comer, de dormir… En el caso de Eyes wide shut, cuando uno se colapsaba, el otro tomaba el relevo”, explica Zierra.

Cuando Kubrick murió a falta de unos pequeños retoques finales, todos los ojos se giraron hacia su discípulo. Del mismo modo que Warner volvería a hacerlo cuando tomó la decisión de restaurar toda la filmografía del maestro. Leon Vitali se hizo cargo de la hercúlea misión. Ahora pasea por Cannes, en el anonimato que siempre le ha acompañado. Es un testimonio andante de uno de los capítulos más fértiles de la historia del séptimo arte. Y ha llegado el momento de reivindicarlo.


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