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Leonardo da Vinci, el chef del fracaso

Soy experta en fracaso como el que es experto en sistemas de circuitos integrados. Me interesa el tema.

| 29/06/2018 | 3 min, 37 seg

He leído que Leonardo Da Vinci fracasó en su intento de convertirse en un gran chef y quién sabe hasta qué punto es verdad. No es fácil medir algo tan escurridizo como el éxito o el fracaso, que a menudo suceden dentro. Estoy por inventar un fracasómetro, un medidor objetivo de fracaso. Uno iría a la farmacia y entregaría su brazo en busca de diagnóstico. Normal que esté así, tiene los frustritos por las nubes, 230 en la escala Blasco (por poner algo). ¿Quiere una silla?

Me gusta husmear en el fracaso, sobre todo entre la gente de éxito, es como mirar el otro lado del espejo y verte a ti.

Me hace gracia que Scorsese, admirable triunfador, haya confesado temer que en cada rodaje aparezca alguien con verdadera autoridad y exclame: ¿pero qué hace aquí este impostor? Recuerdo también lo que le oí contar a Paco de Lucía. Iba conduciendo por una carretera de luz y de polvo de México, cuando escuchó en la radio un tema que le pareció que sonaba extraordinariamente bien. Subió el volumen y entonces reconoció con asombro sus propios dedos tocando su guitarra. Era él, Paco de Lucía, sonando en la radio. A partir de ahí ya solo pudo oír los defectos.

Leonardo Da Vinci fue el artista completo, el hombre del Renacimiento, el molde del creador actual, todos venimos de algún pelo de la barba de Da Vinci. Pero yo no sabía que también Ferrán Adriá mamaba de esas barbas.

Leonardo fue un cocinitas que abandonaba sus encargos pictóricos para experimentar con ingredientes y elaborar platos junto al jefe de cocina de la corte de Ludovico.

Por lo visto, la afición le venía por el segundo marido de su madre, que era repostero.

Muchacho más bien gordote cuando entró en el taller de Verrocchio junto a Botticelli- yo me lo imagino en plan heavy, pelo largo, ochentero- por las noches, como todo artista entusiasta, trabajaba de camarero en la taberna de "Los Tres Caracoles".

Al supurarle la creatividad culinaria desde el tuétano mismo, pronto se hizo cargo de la cocina, algo peligroso en según qué tabernas, y probó con platos más elaborados, introduciendo ágilmente las verduras en un menú compuesto aplastantemente por carnes y polentas.

Tuvo que salir huyendo para salvar la vida.

A pesar del fracaso estrepitoso de su nouvelle cuisine, Leonardo no cejó en su empeño gastronómico y unos años más tarde abrió con Botticelli como socio "La Enseña de las Tres Ranas de Sandro y Leonardo",

Y de nuevo un rotundo fracaso: los comensales de la época no aceptaron las sofisticadas creaciones, demasiado avanzadas para su tiempo.

Pero sin duda el mayor fracaso, el gran éxito de los fracasos podríamos decir,  fue el banquete de la boda de Ludovico Sforza, el Moro, con Beatrice d' Este que le habían encargado. En un arrebato de genialidad, Leonardo decidió que no se limitaría a preparar la tarta de boda sino que la boda misma se celebraría dentro de la tarta. Hizo construir una enorme torta de 60 metros de longitud, con ladrillos de polenta, nueces y pasas, y mesas y asientos elaborados con los mismos ingredientes. Tras largas horas de trabajo, el escenario quedó listo para el gran acontecimiento. La noche anterior al enlace, una legión de ratas, gusanos y pájaros, que no figuraba en la lista oficial de invitados, se comió la creación del maestro.

Leonardo fracasó de nuevo pero quién sabe si ese fracaso no fue el germen de alguna de sus grandiosas obras,  quien sabe si no lo arrojó desesperado a los brazos de otras disciplinas.

La gran cuentista Lorrie Moore incluye el fracaso entre los requisitos para convertirse en escritora:

Primero intenta ser algo, cualquier otra cosa. Estrella de cine / astronauta. Estrella de cine / misionera. Estrella de cine / maestra jardinera. Presidente del Mundo. Fracasa horriblemente. 

El fracaso como punto de partida, pero también de llegada. El fracaso como polvo, de donde venimos y a donde vamos, siguiendo la estela de Leonardo.

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