Tenemos nuevo director artístico del Palau de les Arts, el tercero. Frente a sí tiene numerosos retos: artísticos, orgánicos y sociales. Su elección llega avalada por una comisión de evaluación independiente, pero con unas elecciones en el horizonte.
Apenas unas horas después de que se diera a conocer la elección de Iglesias Noriega como nuevo director artístico del Palau de les Arts, en sustitución de Davide Livermore, el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana (TSJCV) hacía pública la fecha de apertura del juicio contra la ex intendente del coliseo, su ex administrador económico y un grupo de empresarios valencianos y nombres de la alta burguesía local que, supuestamente, se beneficiaron de sus patrocinios. Las acusaciones son graves: sobrecostes, prevaricación, malversación y falsedad documental que, según la Audiencia Provincial, se cometieron en el denominado “Caso Palau” hace casi cuatro años y provocaron un serio perjuicio a las arcas públicas, pero sobre todo significaron poner la mirilla sobre el complejo valenciano desde todo el mundo.
Será un juicio largo. Durará tres meses, según las previsiones iniciales. Su inicio está previsto para enero. Mucho tiempo, mucho ruido que añadir al que desde hace ya demasiado tiempo viene acompañando a este proyecto millonario eclipsado por las circunstancias. El estigma que acompaña al complejo cultural es demasiado visible. Lo seguirá siendo durante mucho tiempo, como así se refleja en la vinculación empresarial. La vista terminará a las puertas de Fallas, metáfora de una situación inimaginable en cualquier otra parte del mundo.
Es la primera mácula que recibe al futuro responsable de la parcela artística del Palau de les Arts quien junto al resto del equipo del complejo va a tener que bregar para que la imagen judicial no salpique más a un proyecto que nació desde la opulencia, brilló en lo artístico pero acabó en los tribunales y ha sufrido todo tipo de vicisitudes y polémicas desde su construcción. Sin defensa objetiva ni mediática. Sin política de contraofensiva, salvo más ruido.
La elección de Iglesias, según cuentan, buen conocedor de las cocinas de un teatro, como se dice en el argot -pasó por Buenos Aires, Madrid y ahora ejercía funciones artísticas en la Duch National Opera & Ballet de los Países Bajos- hay que darle las garantías de haber salido de un concurso público, con un jurado experimentado en su oficio y un currículum marcado por la discreción, entrega y experiencia. Era el favorito de Plácido Domingo cuya sombra continúa siendo alargada en la millonaria pirámide arquitectónica de Calatrava. lo que garantiza presencia, resonancia exterior y garantía de normalidad artística.
Poco más se sabe del proyecto de Iglesias. Nada ha trascendido -al menos hasta la hora de entregar este artículo-, algo llamativo ya que más allá de la profesionalidad y rigor del nuevo responsable de Les Arts sería interesante haberlo acompañado con unas pinceladas de su proyecto global, algo que hace mucho tiempo necesita este escenario que ha ido creciendo o decreciendo en función del paso del tiempo y no así de un proyecto conciso al que deberían haberse sujetado como principios básicos todos aquellos que de una u otra forma han colaborado en su puesta en marcha. Habría sido síntoma de normalidad, nueva etapa, cambio y reanimación. Aún así, le queda margen de tiempo para modificar discursos y vicios y poder ofrecer un torbellino mediático capaz de eclipsar otros aspectos viciados.
En esta nueva etapa que se avecina, afortunadamente, parecen bien delimitadas las parcelas económicas y artísticas, existe un orden estratégico idealizado, se dispone de un patronato al que se ha sumado la sociedad civil, aunque aún cuente con mayoría de representación política, y se acercan unos meses de silencio. Le vendrá bien para que todo se normalice, al menos hasta el comienzo del juicio oral que puede destapar aspectos muy dañinos y ruidosos.
Les Arts tiene por delante un tiempo de margen para intentar centrar su discurso, rearmar o redefinir equipos y objetivos y desplegar velas. Es lo deseable. Lo demás será un error. Nos jugamos mucho. Cualquier fallo le abocará a ser considerado un espacio más del circuito lírico. No uno de sus referentes. Demasiado gasto en edificio, mantenimiento, producciones, directores, elencos y demás caprichos para otra torpeza.
Tiene también por delante el nuevo director artístico varios hándicaps y un horizonte de muy pocos meses. Se acercan elecciones en las que puede suceder de todo. Por ello, sería conveniente que al nuevo responsable se le dejase trabajar sin intromisión política a fin de evitar que Les Arts no acabe de nuevo convertido en un instrumento de batalla política desde el que destruirse internamente.
A Iglesias le esperan otros retos mucho más complejos. Por ejemplo, la elección de un director musical tras la salida de Biondi y la más que segura de Abbado. También, reforzar o al menos intentarlo, la Orquestra de la Comunitat Valenciana en la que apenas queda cincuenta de sus músicos originales y carece de estructura orgánica desde tiempos pretéritos.
Otro de sus retos, como del Director Administrativo del teatro, Francisco Potenciano, será consolidar uno nuevo andamiaje de funcionamiento que ayude a consolidar equipos inmunes a otros avatares o intereses. Asimismo, mediar en el conflicto que existe entre los miembros del Cor de la Generalitat y la propia Administración autonómica. En caso de que las heridas no cicatricen podría desembocar en una huelga a comienzos de temporada, algo que da terror sólo imaginarlo. Le espera también lo más complicado: desembarcar en esta ciudad, tomar conciencia de su realidad y peligros y descubrir su idiosincrasia social, cultural y política. Un auténtico reto.
A su favor corre disponer de una temporada cerrada y seguramente gran parte de la siguiente y contar con el apoyo de una sociedad que aún no ha perdido la esperanza y todavía cree en los milagros.