VALÈNCIA. La ópera romántica rusa del mejor Chaikovski sonó ayer en Les Arts, con los más adecuados ingredientes para la excelencia, tras el snack at point zero con el que comenzó la temporada operística del coliseo del Jardín del Turia, que se presenta desequilibrada e incompleta. La dama de picas vuelve por estos lares tras 44 años de ausencia, desde que AVAO, -esa asociación de insignes valencianos como Torres Murciano y valientes empresarios como Sebastián Carpi entre otros-, la expusiera de la mano de la Ópera de Kiev allá por 1979.
Chaikovski es apuesta segura por la calidad de su música, pero arriesgada también precisamente por el compromiso que entraña resolver bien la empresa. Y el Reina Sofía, que una vez más acierta en su labor divulgativa de los distintos estilos de la música para teatro programando títulos poco habituales, se la ha jugado y ha ganado con esta Pique dame, una de las obras cumbre del ya maduro y atormentado compositor ruso, compuesta en tan solo cuatro meses.
El autor de tan extraordinaria música sinfónica, se sintió atraído desde joven por el teatro, dejando escritos también magníficos ballets, y 10 óperas, como Eugene Oneguin y Iolanta. La dama de picas, es ciertamente la ópera que más refleja la obsesión que por la muerte tenía el autor, y en la que más paralelismo y reflejo vital puede encontrarse. Así, la obsesión y la propia muerte están presentes desde el inicio del drama, y además, traídos por los hermanos Chaikovski con más impulso romántico que el que le diera el propio Pushkin en el cuento que dio pie a la ópera.
El ludópata Herman, obsesionado siempre, en permanente angustia vital, confiesa su credo en la última escena: “¿Qué es nuestra vida? ¡Un juego!...¿Qué hay que sea seguro? ¡Sólo la muerte!”. El autor se identifica mucho con el protagonista masculino. Confiesa que lloró cuando creó su final. Quizá demasiado encuentro. Y la corriente del trastorno lleva irremediablemente a ambos al suicidio. Todo fatal. Todo tóxico. Todo romántico. Es lo que tienen las obsesiones.
El autor, en su obra teatral, estaba obsesionado por la descripción de los ambientes y de los sentimientos. Esto le pasaba también a Puccini. La dama de picas es un ejemplo magnífico de cómo Chaikovski fue capaz de plasmar en una partitura de forma magistral la evolución de las situaciones. Desde el inicio, cuando el sol brilla para gozo de todos, hasta la tragedia final, donde solo brilla la muerte, se desencadenan fulgurantes en cascada los acontecimientos, que se reflejan de manera soberbia con la partitura excelsa del autor. ¿Qué cómo se hace? Vengan a verlo.
Amor, misterio, secreto, frenesí, deseo, avaricia, confusión, suspense, dolor, obsesión, opulencia, pesadumbre, euforia, venganza, miedo, codicia: todas esas situaciones de emociones y sentimientos tienen su respuesta y su solución permanentemente en la partitura y texto de gran fuerza expresiva de los Chaikovski, repleta de dualidades: lo lírico y lo sinfónico, el sol y la tormenta, el presente y el destino, lo moral y lo perverso, la vida y la muerte…
Una acertada orquestación, -especialidad de la casa-, se combina en su evolución dramática con líricas melodías de ensueño, y se entrelazan con los recursos del leit motiv, los ostinatos, los ritmos repentinos, las dinámicas eficientes, y las células repetidas… siempre 3 veces… -tri karty, tri karty, tri karty-, … siempre 3 veces-, todo ello con independencia de la introducción de los homenajes a otros autores, así como de música popular, como recursos para rebajar la tensión dramática.
La fuerza dramática extraordinaria de La dame de pique brilló ayer de forma muy especial con la orquesta de la casa en manos de James Gaffigan, quien extrajo lo mejor de los profesores para la descriptiva y expansiva partitura del ruso de construcción sinfónica y de profunda carga emotiva. Concertó con sabiduría las distintas partes de lo escrito, desde los momentos de sutil lirismo hasta los de mayor carga dramática. Con gesto preciso, dibujó el sonido certero para la descripción de tantas cambiantes situaciones y sentimientos.
Abusó por momentos de la exuberancia expresiva hasta la brutalidad. Y es que la fuerza de Chaikovski es parte de su esencia, sin requerir de dinámicas exacerbadas. Además, sucumbió Gaffigan ante las posibilidades de la enorme orquesta de la casa, y cayó obsesivamente, -como casi todos los directores que la han disfrutado-, en el descontrol y en la desproporción decibélica por momentos, desatendiendo al cantante. Sí: es música rusa. Pero es ópera.
Es también conocida la obsesión de los registas por modificar la ambientación e incluso la acción originaria de las obras. En este caso, el británico Richard Jones, escaso de buen gusto, también se atrevió. Pero su verdadera obsesión fue, -por fortuna-, reconducir la escena con aporte de recursos para la consistencia dramática. Y lo consiguió. Todo es criticable, como la bolsa de Lisa, las cutres estancias condales, los paseos a cuatro patas por las cubiertas, la innecesaria bañera de quita y pon, y el esquelético espectro. Pero todo se da por bien traído si aporta en la dirección correcta, incluida la carantoña de Herman al huesudo fantasma.
Sabido es que las obsesiones pueden pagarse caras, y pueden llevar al obsesionado a rozar el ridículo. La web de Les Arts, en su traducción al valenciano habla de Piotr Ílitx Txaikovski, y de Aleksander Puixkin. Auténtica obsesión. Tamaño ridículo.
Chaikovski juega con los coros para su trabajo de ambientación permanente. Los chicos de Escolanía Nuestra Señora de los Desamparados que lleva Luis Garrido, y los de la Escola Coral Veus Juntes de Roser Gabaldó fueron unos magníficos colaboradores para el éxito de la representación. Y puntual pero de manera determinante contribuyó soberbio el excelente Coro de la Generalitat Valenciana que dirige Francesc Perales, que también está obsesionado. Con la calidad. No es mala obsesión. Su coro respondió con enorme profesionalidad en lo teatral, y con grandiosidad vocal y sonora en respuesta a las exigencias de la partitura. ¡Qué valentía! ¡Qué entradas! ¡Que derroche de ajuste sonoro y de color!…Y ¡qué rotunda escena la última!, la del casino, donde todo era una locura feroz, y donde todo se inclina para el adiós. Brutal. No se lo pierda.
Buen elenco para la ocasión se plantó sobre las tablas, y todos ellos de una profesionalidad sobrada: los protagonistas, y los coprimarios. Lástima, sin embargo, que para esos papeles secundarios no se cuente más desde Les Arts con cantantes españoles, que los hay, y estupendos, dispuestos a abordarlos, sin necesidad de hacerles venir desde tan lejos. En Rusia hay muchos cantantes rusos, y en España, muchos cantantes españoles. Hay que luchar por eso también desde un teatro público, por lo que supone de incentivo, y por lo que supone en lo económico.
Destaca como protagonista el tremendo papel de Herman, omnipresente y sufriente, encarnado por Arsen Soghomonyan, tenor de voz compacta y robusta, de origen baritonal. Con buen volumen, buen impacto, y timbre cálido pero falto de brillo, demostró poder mejorar en su expresión escénica por su falta de convulsión anímica. Presenta buena línea de canto, buen fluir, cierta monotonía expresiva, agudo encapsulado, y voz de cierto empaque espeso.
Su enamorada Lisa fue la soprano Elena Guseva, quien dejó buen sabor de boca por su canto sabio y elegante. Con buen centro, dispone de instrumento bien dotado en cuerpo y volumen, timbre brillante, y color rico y homogéneo en todos los registros. Se desenvolvió bien en lo actoral dibujando certeramente sus cambios emocionales, no aptos para cardíacos.
El joven barítono Andrei Kymach, con voz desigual, timbre grácil, volumen escaso, y agudo entubado hacia el desajuste, en el papel de Tomski, resolvió bien su parte actoral. Voz más asentada demostró tener Nikolay Zemlianskikh para un Yeletsky cantado con voz estilosa de buenos graves, cierto squillo, y un canto controlado de adecuada colocación y ajustada emisión. Bien ejecutado su esperado Postoite na odno mgnovenye!
La veterana Doris Soffel, mezzo de enorme bagaje, fue capaz de formalizar certeramente en lo vocal el grado de perturbación mental del personaje. Con efectiva gestualidad y estilo canoro pausado e incisivo, completó una Condesa de gran personalidad. La también mezzo soprano Elena Maximova establece un canto de frases bien resueltas en lo métrico y musical. Su Polina, bien resuelto en tablas, fue dicha con voz de buen centro, escasa de proyección y frescura, y acompañada de un peligroso vibrato que le lleva a realizar una emisión confusa.
En Les Arts se ha reabierto, -por fortuna-, la puerta a Chaikovski, en una noche valenciana de calor impropio de San Petersburgo. Pero en la sala principal de Calatrava, ayer, un frio sepulcral heló el aire: no había programa de mano.
A pesar de eso, quien pueda permitírselo, -por los precios al alza-, no se lo debe perder, porque es una oportunidad que supone un auténtico lujo. La reina de picas nos habla de obsesiones, y su música brillante, tétrica, y de movimiento en avance continuo, está llena de guiños a sus admirados Mozart, Wagner y Bizet por si faltara algo.
La muy elaborada, dramática, onírica y tenebrosa dama de picas fue una de las últimas obsesiones de Piotr Ilich Chaikovski. No se la pierda. Pero en cualquier caso no se obsesione. Y le digo más: no decida usted. Haga como Herman: deje que decida el destino.
FICHA TÉCNICA
Palau de Les Arts Reina Sofía, 1º de octubre de 2023
Ópera, LA DAMA DE PICAS
Autor, Piotr Ilich Chaikovski
Libreto, Modest Chaikovski
Dirección musical, James Gaffigan
Dirección escénica, Richard Jones
Orquesta de la Comunitat Valenciana
Coro de la Generalitat Valenciana
Escolanía Nuestra Señora de los Desamparados
Escola Coral Veus Juntes
Herman, Arsen Soghomonyan. Lisa/Chloé, Elena Guseva
Tomski/Plutus, Andrei Kymach. El príncipe Yeletsky, Nikolay Zemlianskikh
Condesa, Doris Soffel. Polina/Daphnis, Elena Maximova
Chekalinski, Vasily Efimov. Surin, Alejandro Baliñas
Chaplitski, Joel Williams. Narumov, Irakli Pkhaladze
Gobernanta, Luzia Tietze. Masha, Laura Fleur
Maestro de ceremonias, Antonio Lozano
La Habitación Roja, Doña Manteca, La Plata, Novembre Elèctric y Andreu Valor protagonizan 'Les Arts és Músiques Valencianes', del 24 de enero al 9 de febrero de 2025
El programa incluye el exigente ‘Concierto para piano’ de Ravel y su imprescindible ‘La Valse’ junto con el poema sinfónico ‘Le Chasseur maudit’ de Franck