VALÈNCIA. Se estima que la mitad de la población adulta del mundo ronca. Una pesadilla sonora que habita los hogares por las noches haciendo del descanso todo un concierto. Para muchos es un problema y para otros es algo a lo que se han habituado por completo. Para Elva Lombardía es una realidad de su día a día y un gesto que le sirve como “repelente” contra los hombres que no quieren comprometerse.
Tanto es así que a todos estos “personajes” les ha dedicado un cómic entero que publica junto a la editorial valenciana Grafito: Roncas, en el que el sonido de un ronquido se vuelve de repente un handicap en una relación en la que, además, el hombre también ronco. Pudiendo cambiar el ronquido por cualquier otro detalle incordiante de la pareja, Lombardía reflexiona en este cómic sobre todos esas “pequeñas imperfecciones” del ser humano que parecen convertirse en un problema a lo largo del tiempo.

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Roncar podría cambiarse por desordenar, hacer ruido al sorber la sopa o reírse con el mismo tipo -y pito- de voz que los delfines. Lombardía busca reflexionar entre viñetas sobre todo aquello que “nos molesta” y que siempre ha estado ahí desde el inicio. Un retrato que le ha valido el Premio Josep Sanchis Grau de cómic de los XLII Premios Literarios Ciutat de València.
Para contar su historia se sirve de una protagonista: Lerda, que encuentra en una aplicación de citas a Lerdo, tal para cual. Entre cervezas y sexo se cuelan las lágrimas de una relación que no va a buen puerto y que es la catarsis del pasado de Lombardía, que ahora ha dado el salto al cómic: “Ordeno mis libretas que me sirven como diario y ordeno mi historia, de ahí nace Roncas. Escribo sobre un lerdo de mi pasado al que le molestaban mis ronquidos. Reflexiono sobre cómo no podemos cambiar o transformar un defecto que viene con nosotras y me sirve para simbolizar los defectos del ser humano”.

- Algunos bocetos de Roncas junto a la reflexión final de la autora -
Con un cómic que funciona como un diario personal, Lombardía colorea las páginas según su estado anímico y busca en este recurso narrativo hablar del amor, el miedo y la esperanza que cabe dentro del amor: “El color se convierte en un recurso total y me sirve para poner en contexto a los personajes. Me ayuda a generar una autoficción sobre mi relato y a reírme de una situación que nace de un trauma del pasado”.
Entre tonos grisáceos para momentos de tristeza y rojizos para ratos de amor desenfrenado, la autora encuentra un lugar para hablar de Lerdo y Lerda -y los que vendrán- de las relaciones que no siempre tiran hacia delante. Con referencias a películas como Dirty Dancing o series como Cómo conocí a vuestra madre Lombardía sitúa a sus protagonistas en una hostil Barcelona en la que el mundo del dating es más que desquiciante.

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Tras recibir el Premio Josep Sanchis Grau y superar el vértigo de hacer pública su historia, Lombardía ve desde el presente que hay que tomar perspectiva de las historias para poder contarlas. Que el tiempo y el autoconocimiento le ayudan a cerrar ciclos y cerrar las etapas menos buenas: “Hay un momento en el que hay que dar cierre a las historias y empezar nuevos capítulos de otra forma, el proyecto me sirve como algo catártico”.
Entre ronquidos y lágrimas, Lombardía cuenta una historia valiente en primera persona sobre una chica que ronca que conoce a un chico con poca responsabilidad emocional. Una historia que sucede entre la Sala Apolo y las galerías de arte catalanas y que se reflexiona en el call center en el que trabaja Lerda. Una historia que se queda pegada a la mente del lector, como se quedan las babas en la almohada tras una buena “roncada” y que se alza contra las tiras nasales para celebrar los defectos como escudo contra el amor insano. Una lectura de mesita de noche con la que reírse a carcajadas y que es casi imposible no leer de una sentada.

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