VALÈNCIA. El análisis de cómo nos divertimos -dónde, cuándo y por qué- arroja luz sobre muchas otras cuestiones que tienen que ver con el sistema político y administrativo que rige en un determinado lugar, pero también con el nivel cultural y económico de una sociedad o con cuáles son las aspiraciones y motivaciones de los ciudadanos que la integran. El estudio de cómo habitamos la noche nos lleva, además, al espacio liminar que separa lo permitido de lo prohibido. Una línea divisoria que no ha dejado de avanzar y retroceder a lo largo de los años.
En Historia del ocio nocturno en España (El Desvelo Ediciones, 2025), el historiador y sociólogo Juan Carlos Usó (Nules, Castellón, 1959) nos demuestra con multitud de datos, anécdotas y extractos de hemeroteca que el crapulismo no es una patente del mundo contemporáneo y que los cafés-concierto, cabarets, bares, salas de fiestas, guateques o discotecas han ejercido un papel crucial en el desarrollo de nuestra sociedad. Este interesantísimo ensayo de más de 500 páginas recorre, desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, el apego de las y los españoles a las actividades noctámbulas, ya fuese por afición o por necesidad.
- ¿Por qué tu historia se inicia precisamente en el último tercio del siglo XIX?
- Es el momento en el que se generaliza el alumbrado público eléctrico, sustituyendo progresivamente a la luz de gas en las ciudades españolas. La luz eléctrica no es importante en sí por la iluminación de los locales, sino sobre todo por la llegada de los tranvías eléctricos, que hasta entonces eran de tracción animal, facilita mucho los desplazamientos por la noche a los ciudadanos.
- ¿Cómo se divertían los jóvenes y bohemios -los modernos del siglo XIX- por las noches?
- España ha sido siempre un país muy nocturno, la diferencia es que a finales del siglo XIX y principios del XX la gente que salía por las noches no era especialmente joven. También hay que tener en cuenta que la esperanza de vida en el país era mucho más baja y se consideraba que a los 30 años eras ya bastante mayor. En aquel entonces había instituciones que ahora se han perdido, como las tertulias nocturnas literarias, pues la del Café Pombo que animaban intelectuales como Ramón Gómez de la Serna o Valle Inclán, o el Café de Fornos, también en Madrid, por el que iba mucho Jacinto Benavente… Es decir, eran lugares a los que acudían personas consagradas y, sobre todo, artistas y bohemios y literatos. En la novela Las máscaras del héroe de Juan Manuel de Prada, se describe muy bien todo ese ambiente.

- Podría decirse que incluso en esa época, al menos en grandes ciudades como Madrid, las autoridades eran más permisivas con los horarios que ahora.
- Me hace gracia que consideremos que el concepto after hour es un invento reciente, cuando en realidad a finales del XIX ya había muchos garitos que, no es que no cerrasen nunca, es que directamente no tenían ni puertas. Un ejemplo de ello fue el ya mencionado Café de Fornos, que se inauguró en la segunda mitad del siglo XVIII y se mantuvo permanentemente abierto hasta 1904, año en que un gobernador civil intenta que los garitos en Madrid cierren a las tres o las cuatro de la madrugada. Para que te hagas una idea, en la Puerta del Sol de Madrid había 13 cafés y bares, y la mayoría no cerraban nunca. Tampoco cerraban sitios como las estaciones de trenes o las centrales de correos.
- Además de la inclinación natural a socializar y pasarlo bien, apuntas que la animada vida nocturna en las ciudades españolas se explica por otros factores mucho más prácticos.
- Uno de ellos era la falta de confort y comodidad en los hogares. Hoy abundan las calefacciones y los aires acondicionados, pero en aquel entonces mucha gente solamente pisaba la casa para ir a dormir. Por otra parte, hoy ya no ocurre tanto, pero a finales del siglo XIX había mucha gente que trabajaba de noche: serenos, conductores de tranvías, panaderos... Los periódicos hoy en día los hacen cuatro personas a golpe de teletipo, pero a principios de siglo había periódicos que sacaban hasta cinco y siete ediciones diarias, con lo cual a lo mejor por la noche había dos turnos de 50 personas en la redacción. Toda esa gente necesitaba lugares donde comer cuando terminaban su jornada a las cuatro o a las seis de la mañana, y por eso exigían que hubiera bares y restaurantes abiertos. No hay que pensar que la vida nocturna era necesariamente de crápula; en muchos casos era necesaria. Además de todo esto, la vida nocturna estaba muy vinculada a la prostitución, que era una actividad a la que se dedicaban muchas mujeres. No pocas de ellas eran obreras cuyos salarios eran tan de miseria que tenían que complementarlo haciendo la prostitución.
- Leyendo el libro entendemos que la historia del ocio nocturno en España es también la historia de un pulso constante entre la ciudadanía y los gestores políticos y legislativos de cada periodo.
- Los políticos, con independencia del signo político al que pertenezcan, siempre han intentado poner coto o frenar el ocio nocturno. Por otra parte, siempre ha habido ciudadanos reivindicando el derecho a acostarse a la hora que les diera la gana. No es que no existiera el sacrosanto derecho al descanso de los vecinos de los tiempos actuales, pero en las ciudades grandes pesaba mucho más la reivindicación del cosmopolitismo.
- Saltemos a la guerra civil española ¿Continuaba la vida nocturna en ciudades como Valencia, acosada por los bombardeos?
- Durante el periodo en que el gobierno de la República se traslada a Valencia (1936-37), la ciudad recibió una inyección de nocturnidad. Se llenó de políticos y funcionarios que venían de Madrid y también de corresponsales extranjeros. Hay que tener en cuenta que el hecho de que la vida humana se devalúe tanto en las guerras, la idea de que puedas morir de un momento a otro, hace que las ganas de diversión y desmadre se vean espoleadas. En plan de cachondeo se llegó a hablar del “frente de Ruzafa” para referirse a todos los teatros, cabarets y taxi girls (salones en los que los clientes pagaban a mujeres una tarifa por cada baile) que hay en ese momento en torno a la calle Ribera, en el barrio Ruzafa. Todo esto no se dio sin ciertas fricciones, porque había que mantener las luces apagadas para no señalizar objetivos de la aviación enemiga por las noches.

- Juan Carlos Usó
- Aseguras en el libro que las noches de la España franquista no eran todo lo mojigatas que se podría pensar.
- Se tiene la idea de que la España de Franco era solo de novenas, procesiones, misas y tal, pero no es verdad. Para empezar, hay ciudades como Burgos y Salamanca que no recibieron ni un disparo ni una bomba en toda la guerra. Salamanca tenía uno de los barrios chino más grandes de España desde el Renacimiento, y siguió funcionando. En otras ciudades como Palma de Mallorca, que caen en manos de los sublevados y sirvió como base de los pilotos de la Luftwaffe (la aviación alemana) y de los marinos italianos, la vida nocturna también siguió su curso y tuvo cabarets muy famosos como Tito o Trocadero. Es cierto que hubo muchos falangistas y gente muy ultra que se felicitaron recién acabada la guerra de que se fuese a acabar con el noctambuleo de antes de la guerra, que a sus ojos era escandaloso. Pero la realidad es que, en muchos casos, las restricciones horarias que se dan en los primeros años del franquismo vienen impuestas por las restricciones energéticas que se empiezan a sufrir en España durante la Segunda Guerra Mundial. Muchos cines, por ejemplo, se ven obligados a tener equipos electrógenos para no sufrir apagones. Dentro de los cuarenta años de dictadura, el franquismo se tuvo que reinventar varias veces para poder subsistir, lo que le hacía entrar en contradicción consigo mismo. El nacional catolicismo que se intentó imponer en los primeros años vino acompañado de restricciones de tipo lúdico y sexual, pero cuando llegan los años 50, el Régimen está en bancarrota y se ve en la necesidad de abrirse al turismo para que entren divisas. Esto hace que las tentativas de los gobernantes de frenar la diversión limitando horarios se quede en agua de borrajas. No les quedó más remedio que mirar hacia otro lado y dejar que Palma de Mallorca y Torremolinos se conviertan en el patio de recreo de prácticamente todo el mundo. A Palma viene a divertirse Tyrone Power y Errol Flynn; a Torremolinos vienen los Beatles y los Rolling Stones… Y no nos olvidemos de que Ava Gardner vivió 15 años en España y no era precisamente una ursulina.
- ¿Qué determinó el paso de las salas de fiesta (o boîtes) a lo que hoy conocemos como discoteca?
- El franquismo prohibió la utilización de nombres extranjeros, y esto hace que muchos sitios que se autodenominaban boîte o nightclub se empezasen a llamar “salas de fiesta”. Del mismo modo, a los primeros disc jockeys se les llamaba “montadores de discos”. Lo que determina el paso de la sala de fiesta a la discoteca es el cambio en la ejecución de la música, porque hasta los años sesenta la música siempre la ejecutan orquestas en directo. La primera sala de fiestas en España que intentó imponer la reproducción mecánica de música fue la sala Bikini de Barcelona en 1953. Recibieron una denuncia del sindicato de músicos y les obligaron a seguir contratando músicos. La generalización del tocadiscos en los hogares permitió, un poco más adelante, la domesticación del baile en los guateques que se celebraban en casas privadas.
- Benidorm, según explicas, fue uno de los centros de innovación del ocio nocturno en España gracias a los pied noirs argelinos. ¿Cómo es esa historia?
- Los pied noirs no eran exclusivamente descendientes de franceses nacidos en Argelia; en la zona de Orán había muchos de ascendencia alicantina. Cuando se produce la descolonización de Argelia, muchos pied noirs regresan a sus países de origen. Algunos de ellos no habían puesto un pie nunca allí, o quizás sí habían ido alguna vez a visitar a familiares de vacaciones. Al haberse criado fuera de la España franquista, estaban un poco más espabilados y abiertos culturalmente. Además, era gente con experiencia en comercio y supieron ver las posibilidades de Benidorm para el ocio nocturno. Una de las primeras discotecas de vanguardia que montaron allí fue Cap 3000. La cabina era el esqueleto de un helicóptero de los que había participado en la guerra de Argelia. Fue el lugar donde se foguea como dj un personaje que después fue fundamental para el desarrollo de la movida valenciana de los años ochenta, Juan Santamaría.