VALÈNCIA. Aparentemente nada raro pasa cuando, cada mañana, el inocente de Truman se dirige a su puesto de trabajo. Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Nada (o casi nada) apunta a un engaño cuyo éxito reside en un mecanismo que se basa en reproducir casi al milímetro la realidad. Pero al final son los pequeños detalles los que le hacen intuir que algo extraño pasa en ese mundo que hasta entonces se antojaba despreocupado. Dios está en los detalles. En estos días son muchos los que, por primera vez en semanas, salen a la calle para descubrir una ciudad que es tan familiar como extraña. También, por primera vez en cerca de dos meses, suben sus persianas las librerías, con apariencia de una normalidad que se incluye en ese paraguas llamado 'nueva' normalidad. Es en los gestos que se intuye el cambio. Pocos minutos antes de las 10 de la mañana de este lunes Estela Sanchis y Jaime Belda abrieron al público las puertas de la librería Bangarang (C/Historiador Diago, 9), dando la vuelta a un cartel que indica el inicio de una nueva fase. Del forzado ‘cerrado’ al esperanzador ‘abierto’.
Aparentemente nada ha cambiado en el espacio. Los libros siguen en su sitio, estanterías repletas de volúmenes que van de la novela al cómic. También una vitrina con figuritas para los fanáticos de la animación. El tiempo parece que no ha pasado y es que, en realidad, en cierta manera se ha parado. “Da la sensación de que aquí no ha pasado nada”, explica Jaime. Vivimos junto a Sanchis y Belda la apertura de puertas de una librería que podría ser cualquier otra de las que salpican la ciudad de València. Muchas de ellas abren esta semana por primera vez, con tantas ganas como incertidumbre. También con un protocolo común. Porque esta nueva etapa está marcada por los detalles. El primero, un nuevo elemento en un mostrador más despejado de lo habitual: gel hidroalcoholico. El segundo, unos profesionales que mantienen la amabilidad pero esconden su sonrisa tras una mascarilla.