VALÈNCIA. Insecticida, cajas y una sensación de asco constante. En una de sus varias mudanzas, el periodista, músico y escritor Javier Gallego, entre sus múltiples libros y sus instrumentos, se encontró con una angustiosa realidad: le estaban invadiendo los gusanos. Una terrible plaga se había apoderado de las paredes de su hogar y le estaba haciendo la vida imposible. De esta experiencia tan real como asqueante surge el germen de su nuevo trabajo: La plaga (Reservoir Books) un cómic escrito por Javier y dibujado por su hermano: el artista Juan Gallego que pone el foco en un protagonista que se ve invadido por los miedos, los gusanos y las larvas que le impiden tener una vida normal.
Con esta experiencia real como premisa, Javier se centra en escribir sobre un personaje que teme a la vida misma y que ve en esta invasión una señal divina para tener miedo a todo lo que le rodea. Estos sentimientos los encarna Pedro, un hombre que trabaja como arquitecto y que lleva media vida apenado por su ruptura con su ex pareja, Laura, a quien echa de menos en cada gesto. Este protagonista vive constantemente entre los recuerdos y la nostalgia, y parece que sus planos de arquitectura son los únicos que le pueden sacar de este sufrimiento.
Su vida cuadriculada se desmorona cuando se ve invadido por unos pequeños y asquerosos gusanos que se cuelan hasta en sus pesadillas. Una invasión que para Javier supone esta “plaga” de cosas que atormentan al protagonista y que no le dejan seguir adelante con su vida: “La plaga se convierte, de manera simbólica, en todas esas cosas que no terminamos de hacer en vida y que no nos atrevemos a enfrentar. Encontramos en los gusanos una buena metáfora para hablar de los miedos que persiguen al protagonista y que no le permiten ser feliz”.

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Con esta idea tan tétrica y siniestra su hermano, Juan, encuentra en el guion de Javier un espacio único para dibujar los terrores de Pedro en sus pesadillas y sus sueños, que de alguna forma vertebran la lectura y que se muestran siempre en blanco y negro. Estos tonos contrastan con partes del relato que responden a diferentes estilos, desde páginas monocromáticas hasta algunas que parecen dibujadas por un niño. Cada página, color y estilo reflejado en La plaga sirven para contar una pequeña parte de la historia de Pedro: “La idea es que los estilos y los colores ayuden a la parte narrativa, que potencien el relato desde lo visual. Al leer el guion de Javier comienzo a buscar referencias para comprender los diferentes universos del protagonista”.
Colores y formas que contrastan con los sueños que, tal y como marca la creencia popular, se ven siempre en blanco y negro. Pintados de verde y amarillo están los gusanos que invaden el cómic, intentan reflejar el miedo al cambio. Los hermanos Gallego leen a Pedro como un personaje que “se va encerrando en sí mismo y poco a poco se va agusanando”, con una especie de metáfora Kafkiana. Su trabajo como arquitecto, entre los planos y las cuadrículas, le sirve para huir de un mundo en el que todo es caos y en el que cabe el error, algo que le atemoriza. “El error le da miedo porque se sale de lo previsto. Necesita tener una vida controlada y con rutina, y eso le convierte en su propia cárcel”, explica Javier sobre este temeroso protagonista.
Sus sueños, aunque los odie, son los que le sacan un poco de esa vida en la que lo tiene todo bajo control. En el subconsciente, Pedro vuelve a ser persona, amante y alguien que no teme a que todo se acabe en algún momento. Siempre que algo da un pequeño giro en su vida se acaba truncando, porque le aterra la posibilidad de una nueva vida. La plaga de gusanos, en sí misma, perturba el caos y orden de su hogar, haciendo de su vida una pesadilla constante, hasta cuando está despierto. El trabajo también se convierte en una jaula cuando una de sus compañeras le pide una cita, llevando a Pedro al recuerdo de su anterior relación frustrada.

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“La historia habla de los estados alterados de la conciencia, de cómo el personaje cambia constantemente y busca que lo que le rodea esté delimitado. Pedro renuncia a toda la paleta de colores que le ofrece el mundo porque tiene miedo a vivir”, explica Javier. Un miedo que hace que su historia solo tenga un final posible en el que parece que se aleja del sufrimiento, uno que es una sorpresa para el lector y que le obliga a introducirse en La plaga por segunda vez hasta cuando ya ha visitado la cabeza de Pedro. Un final que Javier explica que se lo pedía la historia, y que ayuda a que el lector quiera revisitar la historia de nuevo para comprender el gran miedo del protagonista al mundo.
Las partes más oníricas, las que dibuja Juan, son las que dan de alguna manera un pequeño respiro al lector. Un espacio en el que reflexionar sobre lo que está sucediendo en la lectura y un escape para comprender al protagonista. Juan y Javier Gallego calculan perfectamente los tiempos y espacios entre viñetas, tal y como hacen en su anterior obra conjunta: Como si nunca hubieran sido (Reservoir Books, 2018) en la que se centran en el drama de los refugiados del Mediterráneo. En ambos relatos ponen el foco en temas dolorosos y difíciles de tratar, lo hacen con una sensibilidad única que ayudan al lector a empatizar y comprender el mundo que hay ahí fuera. Un mundo en el que el mal invade la vida de los buenos como una plaga quienes, atemorizados, no saben cómo defenderse ante un escenario en el que se quedan sin espacio y sin vida.