Entrevista

Libros y cómic

Mercedes Duque: “Estamos socializadas en que el sexo sea un show en vez de algo honesto”

En 'Animales pequeños', la autora sevillana relata el deterioro de una amistad anclada al pasado

  • Mercedes Duque
Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

VALÈNCIA. ¿Quién puede retener una amistad que se escapa entre los dedos? En Animales pequeños, Mercedes Duque se pregunta por el deterioro de las relaciones a traves de Rita, Eva -su hermana- y Lis -su amiga-. Tres españolas viviendo en Londres que toman tres caminos diferentes.

Duque escribe, como dice la contraportada, de manera "quirúrquica". Midiendo lo que quiere contar y lo que también el lector puede intuir que ha sucedido entre ellas para que la atmósfera haya cambiado tanto.

—En la novela hay una distancia extraña entre los personajes. Aunque aún comparten un vínculo, se percibe una frialdad, un rencor latente, especialmente entre Eva y Lis. ¿Cómo configuraste esta relación en la historia?

—Para mí, esos vínculos se sostienen en el pasado, en algo que ya no existe. Hay una incomunicación entre ellas que es casi palpable. De hecho, en un momento de la novela se menciona que el silencio entre Lis y Rita es como una persona más sentada entre ellas. Yo quería construir estos lazos desde el silencio, y eso era un reto narrativo porque ¿cómo se desarrolla un vínculo en una novela a partir de lo que está roto? 

Recurrí a flashbacks, a viajes al pasado que permiten entender cómo era la relación primigenia. La historia muestra tres momentos clave—infancia, adolescencia y una adolescencia más tardía—, pero entre ellos hay un quiebre. Cuando llegamos al presente, esa extraña distancia ya está.

Son relaciones construidas sobre lo que fue y no sobre lo que es. Y quien más se aferra a ese pasado es Rita. Eva todavía mantiene un vínculo porque es su hermana; pero Lis no ha cambiado, y en el presente no muestra ningún interés en retomar esa relación. Mientras tanto, Rita está completamente atascada en el pasado. Su esfuerzo por recuperar el vínculo no es real, porque no busca reconstruirlo ni generar una relación nueva, sino literalmente regresar al punto en el que todo estaba intacto.

—En otras novelas, cuando se habla de la pérdida de una amistad, suele hacerse desde una sustitución. En Animales Pequeños no hay una sustitución como tal, es una pérdida que produce un vacío que no llena nadie…

— Sí, pero porque la superación no pasa por reemplazar a alguien. Pasa por asumir una pérdida y entender que ese vacío permanecerá, y que no importa: que puedes seguir adelante con él. Eso es lo que le ocurre a Rita y lo que muchas veces nos pasa en la vida. Al principio, el vacío es doloroso, y en la novela ella está atravesando ese momento. Pero no creo que el duelo por una amistad o por cualquier otro tipo de relación tenga que verse como algo necesariamente esperanzador. Se sobrevive, sí, pero no siempre bajo la idea de “un clavo saca otro clavo”. Para mí, no tenía sentido que Rita sustituyera esa ausencia con otro amor, con otra amistad. Cada persona ocupa un espacio dentro de nosotros, y cuando se va, ese espacio queda vacío. No hay necesidad de llenarlo a la fuerza.

— ¿Hasta qué punto lo que le ocurre a Lis y a Eva en su propia biografía influye en la identidad de Rita?

—Ellas se necesitan la una a la otra porque se suplen, rellenan los huecos de la otra. Cuando Lis conoce a Rita, ve en ella, al principio, a alguien con quien divertirse, con quien dejarse ir, alguien que le da libertad, en contraposición al constreñimiento que ha vivido. Esa es la fase del enamoramiento que ellas dos viven, pero luego Lis empieza a separarse. Y claro, esa parte que ya ha entrado en la identidad de Rita... A mí me gusta pensar en la identidad como algo que, cuando empiezas a conocer a alguien y desarrollas una relación en una edad temprana, se construye en torno a esa persona. Cuando alguien se identifica contigo y tú con esa persona, intentas retener y controlar esa identidad, darle una forma concreta.

Rita tenía control sobre Lis durante toda la infancia y la adolescencia. Cuando Lis empieza a tomar sus propias decisiones sí empieza a identificarse como un ente independiente, y eso es lo que desestabiliza a Rita. Ella esperaba que Lis siguiera siendo la persona que siempre había sido para ella, pero ahora ya no es la identidad que Rita le había dado, y por eso entra en este bucle obsesivo de tratar de recuperar a la Lis del pasado. No acepta a su amiga en el presente, con sus problemas y cambios, sino que insiste en que vuelva a ser la anterior.

—¿Y cuánto del deterioro de estos vínculos que mencionábamos depende o se ha activado por la experiencia de vivir en el extranjero?

—Yo creo que, en este caso concreto, la relación entre ellas ya venía en decadencia desde antes. Cuando vemos los momentos del pasado, es cierto que la narradora, Rita, los cuenta de forma luminosa, con cierta nostalgia, como si los tuviera romantizados. Pero si los leemos con atención, nos damos cuenta de que ya había cosas que no funcionaban desde el principio. Por eso creo que la desconexión entre ellas era inevitable. 

Y me parece que Londres no es que lo incentive, pero sí es el lugar perfecto para que ocurra del todo. Sobre todo en el caso de Lis, que para mí siempre ha estado deprimida debido a su situación familiar. Cuando alguien huye o se va de su ciudad para rehacerse, a veces su manera de hacerlo es dejándose ir. En su caso, al fin puede tirarse en la cama y no cuidar de nadie.

Londres, además, es una ciudad que, por su ritmo extremo, no favorece la unión. No te invita a sentarte y charlar. Y, paradójicamente, aunque ellas dos conviven en la misma habitación, no hablan de nada. Esa incomunicación se hace más evidente precisamente por el hecho de que viven juntas, aunque hubiera ocurrido igual en cualquier otro contexto. Además, está el contraste entre ambas: Lis está siempre en la cama, mientras que Rita no para de moverse. Y eso es la realidad de muchas personas que viven en Londres: estar todo el rato de un lado a otro. Habitar tu casa es casi extraño en esa ciudad.

—Planteas la idea de que Rita es, en cierta forma, una narradora poco fiable.

—A las pocas páginas te das cuenta de que lo que estás leyendo es su punto de vista, y que su mirada tiene muchos fallos. No es que sea mentirosa como tal, pero su perspectiva es muy cerrada, como un caballo con anteojeras que solo ve lo que tiene delante.

A mí me resultan muy interesantes este tipo de narradores. Me encantan porque permiten jugar como lector y como la escritora. Yo, al menos, me lo he pasado muy bien construyéndolo. En la literatura, a veces asumimos que un narrador en tercera persona o un narrador omnisciente es más creíble, pero yo prefiero cuestionarlo todo.

—Comparten habitación y también suceden cosas en la cocina, en los baños… ¿Qué importancia le das a la construcción de la casa como espacio narrativo?

—A mí me gusta mucho describir los espacios a través del movimiento de los personajes dentro de ellos. No tanto describirlos en sí, sino que los personajes los recorran, los habiten. Me parece una manera muy interesante de darles vida. En cuanto a esta casa en particular, me cuesta mucho trabajo describir lugares en los que no he estado. Este piso compartido es un reflejo de un lugar real en el que viví, y he visto esas dinámicas tantas veces que me resultaba natural trasladarlas a la novela. No solo en esa experiencia concreta, sino porque es algo que hemos vivido muchas generaciones: cuando te mudas a una gran ciudad, sueles compartir piso o incluso habitación con conocidos y desconocidos, y ahí se generan ciertas dinámicas muy específicas.

Y me interesaba especialmente el espacio de la cocina, porque en la mayoría de los pisos compartidos en los que he estado, la cocina  es donde se cocina, se toma café, se reciben visitas. Pero también es el lugar donde alguien puede estar trabajando, haciendo una entrevista…

—Quería preguntarte sobre el sexo en la novela, que en ningún momento se presenta como algo placentero. ¿Es lo que arrastra cada personaje lo que genera esas situaciones violentas, o son esas experiencias sexuales las que las arrastran a este estado emocional?

—Yo creo que es un poco de ambas. Si entras al mundo del sexo con cierta apatía o con la obsesión por la búsqueda de cariño que tiene Rita, es difícil que haya placer. Lo que ella busca no es el placer, sino sentirse adorada. Como su amiga no la quiere de la forma en que le gustaría, tiene sexo con gente aleatoria porque, en ese momento, siente que la encumbran. Si llegas al sexo desde esa falta, desde esa carencia, es lógico que no sea placentero, porque ni siquiera lo buscas. 

Y luego está el otro lado, que no sé si es más oscuro, pero es igual de dañino: encuentros sexuales en los que falta el respeto. Un encuentro puede estar desprovisto de amor y no pasa nada, pero cuando también falta el respeto, eso sí puede arañarte por dentro. En el caso de Rita, quise construir un personaje que no se sintiera dañado por estos encuentros. No tiene un trauma sexual, simplemente usa el sexo como una herramienta para sentirse mejor. Aunque, en realidad, no lo consigue.

—El libro también está muy marcado por las consecuencias del sexo. No solo por lo que ocurre en los encuentros en sí, sino por la amenaza constante de la enfermedad venérea, o del embarazo no deseado.

—Es que yo creo, o al menos en mi experiencia y en la de muchas mujeres que me rodean, que el sexo trae muchos quebraderos de cabeza más allá de lo puramente sexual por estas consecuencias que mencionas. Y tanto en el embarazo como en las enfermedades venéreas, parece que la gran mayoría de la responsabilidad recae en la mujer. Hacerse una prueba de embarazo con una amiga en un baño cualquiera es una imagen recurrente entre las mujeres con las que me he relacionado. Espero—o quiero pensar—que ahora hay un poco más de responsabilidad compartida por parte de los hombres, pero mi experiencia y la manera en la que yo he entrado en ese mundo han sido así: el sexo como una pequeña amenaza.

En la novela hay un momento en que se menciona una charla de educación sexual en un colegio de monjas que es tal cual lo viví. Recuerdo que, en la única charla que nos dieron, la mujer que habló no mencionó nada sobre enfermedades venéreas. Lo único que nos dijo fue que no nos quedáramos embarazadas, como si fuera una responsabilidad exclusivamente nuestra.

Tiene sentido que en la novela todo esto esté presente, porque para mí, el sexo ha estado siempre rodeado de este ruido, de estas consecuencias, y de la culpa o la responsabilidad puesta en nosotras, que somos quienes podemos quedarnos embarazadas.

—En el mismo párrafo en el que relatas ese taller, escribes: "El porno me enseñó a mentir".

— Eso también es gran parte de nuestra educación sexual. Por lo menos como yo lo percibo, la educación sexual en el colegio fue poca o nula. Y luego está internet. El porno es una industria asquerosa. Es una cultura de la violación, completamente basada en la falta de respeto hacia la mujer, en una mirada puesta solo desde el punto de vista del hombre, donde la mujer es un utensilio para su disfrute. Y, evidentemente, esas mujeres están todo el rato fingiendo.

Ahora sí es cierto que se están empezando a generar canales de porno feminista o con una visión más respetuosa hacia la mujer y sus cuerpos, y eso me parece interesante. Pero es algo muy reciente y, además, la mayoría de la gente no accede a él. Así que sí, el porno enseña a mentir, porque está claro que esas mujeres están mintiendo.

—Quería preguntarte por los sueños. No solo como episodios dentro de la narración, sino porque Rita es consciente del papel que juegan en lo que le está sucediendo. ¿Qué importancia querías darles?

—Las pesadillas son aquellas cosas que no quieres decirte a ti misma. Por ejemplo, en la novela hay una muy clara: Rita no encuentra su casa. Eso es algo que ella no se dice directamente, pero está presente en toda la historia. Y eso es lo que son los sueños. Tu subconsciente diciéndotelo, pero no con alegorías, sino literalmente: "No encuentras tu casa. No la vas a encontrar. Te quedas en un portal y ahí te mueres de frío porque tu casa nunca va a aparecer".

A mí el terreno de los sueños, de las pesadillas, me parece muy interesante. Además, me encanta el terror, y creo que los miedos mueven mucho a las personas y también a las tramas de los libros. Esta no es una novela de terror, pero sí tiene momentos inquietantes.

—No quería dejar de preguntarte por el proceso de escritura. En la contraportada se menciona "una economía del lenguaje quirúrgica”. ¿Cómo ha sido ese proceso de depuración?

—Bueno, ha habido muchos recortes, desde luego. La primera versión era más grande, más larga. Creo que recortar es algo que siempre hay que hacer. Casi todos los libros que leemos en su versión final fueron, en algún momento, libros con muchas más páginas. Por otro lado, me gusta eso de "quirúrgico". Supongo que lo dicen por la precisión en la elección de las palabras, pero a mí me gusta usar palabras muy cotidianas para generar imágenes que puedan parecer bonitas o fuera de lo ordinario sin necesidad de recurrir a un lenguaje complicado. Me resulta divertido hacerlo y creo que también es agradable de leer.

No creo que sea necesario un lenguaje elaborado, elevado o lleno de palabras densas para generar impacto. De hecho, creo que muchas veces es justo lo contrario. Por ejemplo, en poesía—más allá de la poesía romántica, que sí puede ser más elaborada—se trata de contar muchísimas cosas con muy pocas palabras. Y me interesa esa idea de que una palabra pueda contener múltiples significados. Jugar con eso y encontrar la palabra justa para decir exactamente lo que quieres decir es algo que personalmente disfruto mucho.

Recibe toda la actualidad
Valencia Plaza

Recibe toda la actualidad de Valencia Plaza en tu correo

La Fira del Llibre de València celebrará 60 ediciones con récord de expositores
La norteamericana Emil Ferris encabeza el cartel del Salón del Cómic de València 2025