Libros y cómic

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Oliver, una reformulación futurista y post-apocalíptica del clásico de Charles Dickens

Muchas veces una historia no necesita ser original para ser perfecta. En Oliver, de Image, estamos ante uno de esos casos. El cómic parte de un clásico de Charles Dickens y está lleno de referencias y guiños a la literatura. En su desarrollo, post-apocalíptico y futurista, reconocemos recursos típicos del género. Sin embargo, funciona. Es un guión sencillo en el que se le pega duro a los empresarios que padecen de psicopatía tan frecuentes en nuestro tiempo con un guión de Gary Whitta y unos dibujos atrayentes e impactantes del prolífico Darick Robertson.

La historia es un cúmulo de clichés. Resulta que hubo una guerra, fue tan dura que la necesidad obligó a fabricar a personas para enviarlas como soldados carne de cañón. Una idea parecida a la de Terminator, pero con personas. No eran cyborgs, aunque sí que había diferentes gamas y unos estaban más perfeccionados que otros. En total, se produjeron un millón de soldados in vitro.

La guerra fue tan bestia que, llegado un momento, nadie podía permitirse perderla. Por eso, al final, nadie la ganó. Ya no había nada que ganar, todo estaba destruido. Los países contendientes se replegaron hacia sí mismos y consolidaron el orden establecido. En el caso británico, con un área de exclusión en el centro de un Londres completamente destruido, se aislaron a los soldados supervivientes en esta zona, con la prohibición de salir bajo pena de muerte, y se les puso a currar en fábricas.

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