VALENCIA. María José Martínez desmenuza sus palabras con tanta precisión como la comida. Lo hace con un marcado acento murciano, porque ella no oculta que es “muy de campo”. A su alrededor se mueve con eficiencia la pinche escogida para la ocasión, Fátima, que a sus 20 años tiene toda la vitalidad del mundo. Ni las personas mayores ni los hombres se prodigan entre los fogones de Lienzo, la prometedora casa de los placeres de esta cocinera, situada frente a la Puerta del Mar de Valencia. “Es que me da la sensación de que a los chicos todavía les cuesta que les mandemos. Es verdad que cada vez menos, y por eso estoy cambiando y empezando a incorporar a algunos. Pero a mí las chicas siempre me han funcionado mejor, por lo que me tiran más al seleccionar”, afirma sin el menor sonrojo.
No tiene pelos en la lengua, y no es la primera vez que hace pública su opinión. “En las cocinas todavía hay machismo”, manifiesta. Sin sonrojos, alto y claro. Los presentes se remueven en sus sillas, pero el murmullo general es de aprobación inmediata. Nos encontramos en Rambleta, dentro de la segunda edición de Cocineros con Futuro, donde el miércoles Martínez despachaba con los miembros del restaurante Muí (dos hombres, por cierto). Mientras metía las manos en la masa, explicaba las elaboraciones a los presentes y supervisaba el servicio de sala, también le daba tiempo a reivindicar. “A mí me da igual decirlo, y si alguien piensa lo contrario, es que no ha pasado por una cocina”, añade. Ha tenido que pagar un precio por señalar la escasa presencia femenina en este sector profesional, pero una vez abonado, ya tiene toda la libertad para repetirlo allá donde vaya.