La capital portuguesa está que arde a nivel gastronómico y nosotros no vamos a perdérnoslo.
Lisboa siempre es una buena idea. La capital de nuestro vecino Portugal tiene ese halo que combina el charme de la decadencia controlada y todo lo que cualquier gran capital europea querría desear. Pero hay una Lisboa para turistas y otra, para viajeros. No vamos a hablar de todo lo que ver en esta coqueta urbe, ni hablarte de dónde comprar los mejores pastelitos de nata. Eso ya te lo sabes.
La cosa es que ahí donde la vemos, nunca para y bajo un mundo de fachadas de colores y azulejos, ha ido gestándose una revolución, una silenciosa, pero que tendría que estar en boca de todos. Y esa es la que se está dando en sus restaurantes. La nueva cocina portuguesa bien merece la pena el viaje. Porque los hubo avantgarde, como Jose Avillez, que no ha parado de abrir restaurantes, desde el dos estrellas Belcanto a Maré o Bairro do Avillez.
Pero es que la movida que se está cocinando por allá es para tenerla en cuenta. Lo orgánico, natural y contemporáneo ha entrado con fuerza en la cabeza de los chefs lisboetas. Y es mucho más viajado y trendy de lo que nos imaginábamos. En el buen sentido de la palabra, claro.
Empezando por el mundo vegetal, lo vegetariano. ¿Quién dijo que las verduras eran aburridas? La pasada edición de la Michelin de España y Portugal obtenía su primera estrella, este restaurante en el que no se sirve ni un solo plato con proteína animal. Ese es Encanto, otro de los proyectos de Avillez y quizás el más 'arriesgado'. Producto local, de proximidad y temporada, como tiene que ser y platos como un hummus de tomates de verano con espinacas, oxalis y hoja de ostra o uno que eleva el calabacín a la máxima potencia en diferentes texturas, acompañado de su flor, hojas de verano y sikil pak. Parecida es la apuesta, también vegetariana al 100% del Arkhe de João Ricardo Alves, que cambia por completo el menú en cada estación y ahora además se está mudando de localización, para pronto abrir de nuevo.
Lo de llevar la temporada y el compromiso con la tierra por bandera es santo y seña de muchos más. En estos sí introducen la parte animal, pero lo tienen muy claro. Por ejemplo en Prado, un antiguo almacén de conservas con Antonio Galapito al frente que se muestran tajantes “si no es de temporada, no está en nuestra mesa”. Del campo y las granjas portuguesas, al plato, con la menor cantidad de intermediarios posible, lo que hace que su menú cambie casi a diario. Pescado del día con guisantes y cilantro, cerdo alentejano con nabo o clásicos que los clientes no les dejan quitar como los berberechos con acelga y pan frito, son solo algunas de sus suculentas opciones. Ah y su carta de vinos naturales y biodinámicos, no tiene desperdicio alguno.
Los hoteles también están empezado a ser guardianes en Lisboa de soberbias propuestas. El Four Seasons Hotel Ritz tiene un tesoro, Cura, en el que Pedro Pena Bastos, curtido en cocinas como la de Geranium (ahora entendemos muchas cosas), consiguió su primera estrella en el mismo año de apertura. Cura viene de curadoría, del mismo trabajo que hace un curador al montar una exposición de arte, que aquí se traslada a la cocina, como si fuesen artistas poniendo la rica paleta de ingredientes portugueses en el plato. Y sus platos así lo son. Hay uno en concreto que merece que le rindamos pleitesía y esas son las cintas de calamar, con avellana y caviar osetra, que se salsean con una crema del propio calamar, bergamota y una mantequilla tostada de algas. Telita con él.
Otra es una de las últimas novedades a las que no le perdería ojo, una nueva barra gastronómica. Se llama 2Monkeys y está en lo que fuese la antigua bodega del hotel Torel Palace. Espacio para 14 personas y dos chefs (2 monos) que proporcionan una experiencia de las buenas. Vitor Matos y en el día a día Franciso Quintas, son los que llevan la batuta en la que el propio cocinero es también camarero. Todo se prepara a la vista del comensal. Aquí no hay trampa ni cartón. Lo que sí que hay son platazos como la gamba roja del Algarve que curan en mirin y acompañan con un suero de leche con hinojo y limón, un foie de las Landas con ruibarbo y balsámico de Módena o un pichón con salsa de perejil que es como para ponerle un monumento.
¿Y después de tanto festín? Toca reponer fuerzas como es debido. Y como todavía nos quedan los últimos coletazos del verano, ¿elegimos un hotel con piscina? Vale que no es por lo único que lo escogeríamos, pero es que The One Palácio da Anunciada tiene eso y mucho más. Imagínate, un antiguo y majestuoso palacio del XVI rehabilitado en La Baixa, unos jardines al abrigo de un drago centenario sobre la ciudad, ideales para disfrutar de las vistas... y una piscina fabulosa desde la que divisar la puesta de sol -sí, nos gustan los atardeceres-.
A apenas unos pasos de la Avenida Liberdade está este emblema de la buena hotelería lisboeta, que tras una reforma, consiguió mantener vivos muchos de los espacios más significativos del palacio, como la fastuosa escalinata principal, los salones de la planta noble o la antigua capilla, que hoy son un bar o su restaurante portugués con toques mediterráneos. Suelos de mármol, frescos en las paredes, azulejos... Una majestuosidad que se cuela en cada uno de los rincones del hotel, casando a la perfección con sus habitaciones modernas y funcionales. A la mañana siguiente, el desayuno, en el jardín. Si esto no es el cielo, no sabemos qué puede ser.