El inversor que comenzara a trabajar a principios de octubre y cerrara sus posiciones a inicios del siguiente año estaría en todos los posibles escenarios con una rentabilidad superior al 3,5% en los últimos seis ejercicios
MADRID. Históricamente estamos acostumbrados a vivir extraordinarios momentos a lo largo de los últimos trimestres del año en los mercados de renta variable. Y no sólo para obtener rentabilidades en el corto plazo sino también para generar carteras a precios óptimos, aprovechando los buenos comienzos de año que se están dando últimamente.
Tomando como referencia los últimos seis años podemos dar soporte numérico a esta circunstancia: el último trimestre de 2014 la rentabilidad media que obtuvo la renta variable fue de un 3,5%, mientras que el primer trimestre de 2015 vivimos un inicio de la QE en Europa y con ello un festival dentro de los mercados que llegaron a superar el 20% de rentabilidad.
De media la rentabilidad del cuarto trimestre de los últimos seis años se ha movido en el entorno del 8%. Esto quiere decir que el inversor que comenzara a trabajar a principios de octubre y cerrara sus posiciones a inicios del siguiente año estaría en todos los posibles escenarios con una rentabilidad superior al 3,5%, pudiendo haber alcanzado un máximo de rentabilidad en el entorno del 12%.
Los primeros trimestres son mucho más volátiles pero no por ello son menos rentables, acumulando un 8,5% de media en el periodo estudiado, teniendo alguna rentabilidad negativa como la que se obtuvo en el primer trimestre de 2014. La conclusión que deberíamos sacar es que una inversión a finales de año y una salida en el comienzo del segundo trimestre nos 'garantizaría' una rentabilidad media de un 17% en los seis años que hemos analizado.
Debemos tener en mente que valorar los últimos seis años nos da resultados extraordinariamente sesgados, ya que el condicionante de las políticas expansivas genera una información mucho más artificial que si por el contrario, el enfoque lo realizáramos dentro de una economía sin el dopaje vía liquidez en el que nos encontráramos.
Parece que esta situación no va a cambiar, ya que exceptuando la proximidad -como la subida de tipos de interés en la economía norteamericana, que parece estar ya descontada por el mercado y que se realizará de una manera muy gradual- el entorno actual no sufrirá modificaciones hasta no meternos ya en la mitad del próximo ejercicio 2016.
Hemos podido ver como en las últimas semanas también pasamos de un derrotismo en el que prácticamente veíamos como el miedo hacía pensar en una debacle bursátil, a transformar en un optimismo desmedido. Y es que en un mercado tan tremendamente volátil es fácil caer en dicho error. Lo adecuado es mantener la calma y no operar ni con el miedo ni con la euforia sino con la sensatez de saber hacia dónde vamos en el largo plazo.
Volviendo al tema de la volatilidad en una gran cantidad de activos nos encontramos a unos niveles de volatilidad sólo visto en las peores incertidumbres históricas que recordamos.
Parecemos vivir en una situación en la que el mercado no tiene un rumbo definido y esa inestabilidad -o indecisión del mismo- genera disparidad de opiniones que son a la vez totalmente opuestas.
Los focos son variados en la creación de una inestabilidad en el mercado, pero miremos comportamientos pasados, que por supuesto no nos aseguran el poder vaticinar el comportamiento futuro, pero si nos dan pistas sobre las posibilidades que hay si el entorno permanece relativamente inalterado.
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