Hay una nueva embajada Krug en España y se halla en el Llisa Negra de Quique Dacosta. Esto es la alta diplomacia del placer
Allí donde el dominio de los condes de Champagne es bañado por las aguas salobres del marquesado de Dènia y un pulpo de roca se esconde en las piedras de la catedral de Reims. Allí donde la fina tierra caliza y blanda de los viñedos de la Champaña, convive con las cepas de moscatel. En ese lugar en el que el noble dorado del champán, que en sus burbujas esconde el dolor de las adversidades climatológicas, la cultura de la fermentación y la más pura de las paciencias, allí, en ese mismo espacio, también baila un impetuoso fuego controlado que acaricia y sacude los frutos del Mediterráneo, la huerta, el Montgó y los arrozales.
En una cálida noche del final de la primavera, Llisa Negra se convirtió en una nueva embajada del champagne Krug. En 1843 Joseph Krug fundó la maison que llevaría su apellido en Reims, departamento de Marne, uno de los cuatro que componen la provincia histórica y de sol y heladas traicioneras que es Champagne. Esto no amedrentó a Krug, en su maison solo se haría uso de lo mejor de cada añada, con independencia del impacto climático del año.
El champagne es el vino de vinos, el vino de la paciencia, de la observación casi psicoanalítica de cada viñedo, del respeto por la independencia de cada parcela. La tradición champañesa acude a la mezcla de caldos autóctonos para crear una aleación que, hecha con sensibilidad e inteligencia, es virtud y una armonía bien definida en la que se realzan las características propias de los ingredientes.
La velada de presentación en sociedad de la nueva embajada Krug fue conducida por Julie Cavil, enóloga y Winemaking Director. La historia de la maison es su historia. Entre huevas de llisa en semi curadas, quisquillas, ventresca de atún y Krug Grande Cuvée 166éme Édition, Julie narró cómo abandonó su carrera de directora de cuentas en una agencia de comunicación para trabajar con otro lenguaje, el del champán. En 2002 se estableció en Champagne para formarse en enología. De ahí a trabajar en la vinificación de cuatro cosechas para Moët & Chandon y Krug. «Realicé entrevistas de hasta nueve horas para entrar en la maison. En la decisiva, me sirvieron una copa. Tenía que decir a qué olía. Él (un alto directivo de la casa) me dijo que olía a corcho. Le dije que no. Insistió y volvió a insistir. Pensé: “tengo 10 segundos para encontrar los argumentos o estaré fuera” y le dije “no huele a corcho, pero podría haber olido porque usted no lo ha catado antes de servirlo”».
Las embajadas Krug son extensiones de la maison donde los acólitos y neófitos en Krug pueden compartir el placer de introducir la nariz en la copa -por cierto, la copa de flauta fina, mejor para las campanadas de 1995-, pasearlo por la boca y concentrarse en lo que susurra. Espacios consagrados al disfrute y a la creación de experiencias sensoriales memorables, como el Llisa Negra de Quique Dacosta, donde a través de la mesa especial de Krug el espectáculo culinario del 10 de Pascual y Genís aumenta: Krug Grande Cuvée por copas, un surtido en botellas -con Manuela Romeralo cerca, el armonizado es humanismo del gozo- y la cocina viva y en vivo de Juan Ramos.
«Albergar en Llisa Negra una embajada Krug es un auténtico privilegio. Los valores de este gran champagne se identifican con los de nuestra propuesta gastronómica, siempre buscando la satisfacción y disfrute del cliente. Krug acompaña a la perfección a nuestra cocina de producto». Ellos lo dicen, esta copa de Krug Vintage 2004 en alto lo ratifica.