VALÈNCIA. Las redes sociales son su hábitat natural. Para él no tienen ningún misterio. O eso parece. Lluís Mosquera (Carcaixent, 1990), conocido en el terreno digital como @tazodemew, atesora a sus espaldas un buen puñado de profesiones: guionista, músico, presentador, escritor o profesor. Les resta importancia con humildad: “Solamente cuento historias. Y cada una tiene su cajón”. Pero los límites no parece que vayan con él.
Coautor de la popular canción Lo Malo junto con Brisa Fenoy, y popularizada por las ex concursantes de Operación Triunfo 2017, ‘Aitana War’, reflexiona desde la empatía cómo el ámbito digital afecta a la manera de comunicarnos en la conversación que mantiene con Cultur Plaza. Recién contratado por el programa Lo Siguiente (de RTVE), alega que el rol de community manager resulta obsoleto para definir lo que hace. Y, además, lo subraya mediante una reivindicación fundamental: “Como soy de la generación que soy, parece que tengo que ser tuitero en vez de escritor. Es un error que nos resten credibilidad por nuestra edad”, apunta.
Escribe canciones para Universal, da talleres de escritura creativa, publica libros (el último un atípico poemario), dirige obras de teatro (el pasado viernes, su Capullos que vuelan encaró su cuarta temporada) y acaba de recibir un ‘Pont del Mediterrani’ otorgado por la Mostra Viva del Mediterrani (MVM). Preguntado por cuál es su truco para llegar a todo, la energía de Mosquera se vuelve a deslizar en cada una de sus palabras: “Para mí el objetivo es disfrutar del camino: ir muy despierto por la vida”. Y lo que sea, será.
-Te interesa mucho la escritura creativa e impartes talleres y cursos sobre ella. ¿Por qué?
-Después de ser alumno, me he dado cuenta del tipo de profesor que quiero ser. Y, sobre todo, de cómo no nos educan en la escritura. En el colegio, la poesía es divertida: son juegos, trabalenguas, cancioncitas. Nos lo pasamos bien. Pero de repente llegas a la ESO y se queda un poco de lado: nos toca contar sílabas y entender el Mío Cid. Nos educan en el rechazo a la poesía. Y la escritura creativa no existe, ni si quiera en lengua (a no ser que te toque un profesor que mola).
Cuando he dado clases a adolescentes, me he dado cuenta de que muchos escribían, pero lo escondían: “Soy un friki”. Y justamente en esa etapa, cuando nos pasan tantas cosas por la cabeza, es cuando la escritura creativa podría ser una herramienta de autoterapia maravillosa. Y eso lo que intento hacer: en los talleres de creatividad que imparto lo que más me importa es el error, pasárselo bien.
Cualquier frase que escriba no va a ser buena ni se va a publicar en un libro o canción. Cualquier frase que escriba me sirve para escribir la siguiente. Y luego ya veré a donde me lleva. Pero para mí el proceso es lo más importante. Creemos que no sabemos escribir, pero sí: todos sabemos. Lo que no sabemos es de qué. Pero todo el mundo sabe escribir un tuit, colgar una foto en Instagram… A lo mejor lo que habría que hacer es replantearse cómo educamos en la escritura y ponerla en valor para el día de hoy: en formatos breves, microrelatos, fanfics, pies de Instagram o, directamente, hilos de Twitter. Hay un mundo de formatos más allá, y deberíamos utilizar la parte positiva que aporta la escritura 2.0 (o 3.0).
-Además, ahora es más fácil que te lean a través de estas redes…
-Ahora todo es muy democrático. La mayoría de la gente que me sigue quiere escribir… pero no se cree escritora. Me mandan cosas por privado, incluso, porque les da vergüenza. Y me pregunto: ¿en qué momento aprendemos a que nos dé vergüenza escribir? Alguien que baila, luego hace una muestra en el conservatorio; alguien que toca el piano, lo mismo. Pero aquí nos hemos inventado que un editor te tiene que dar el “ok”. A mí, en mis cursos, me dan igual las faltas de ortografía. Prefiero que se suelten. Luego ya veremos el resto. A lo mejor nunca publicas nada, y eres igual de escritor que otro. Yo no soy más escritor que nadie: solo he publicado libros.
-Precisamente, Mi poemario debería estar en todas las casas es el título del libro que publicaste hace unos meses. ¿Qué nos cuenta este libro y por qué motivo deberíamos hacerte caso y tenerlo en casa?
-No sé de qué va realmente. De hecho, en la contraportada incita a que cada uno lo descubra. Es una especie de burla porque hay libros de esos que te proponen destrozarlos, y quisimos hacer algo parecido a este, pero con poemas. Hacer un libro de poesía, de hecho, para gente que no la lee (de ahí el juego de la portada con “Mario Casas”).
En definitiva, quitarle le hierro a la poesía. La gente piensa: “Uf, un recital de poesía, no me apetece”. Se asocia con lo aburrido. Y hay prejuicios. Siempre lo digo, pero es verdad: me pasa con Lo Malo y el reggateon. El reggateon no tiene la culpa; la tiene la letra. ¿Cuántas letras de canciones de reggateon han sido machistas para que yo oiga una base musical y ya dé por hecho que va a ser así antes de escuchar la letra? Pasa lo mismo con los recitales.
-Hubo muchos prejuicios contra Lo Malo…
-Y lo entiendo. Pero Lo Malo era una canción para ir a Eurovisión, y creo, sinceramente, que hubiera sido una candidata muy decente. Cuando nos llegó la propuesta, sabíamos que hacer un dúo de Aitana y Ana Guerra implicaba que Alfred y Amaia harían otro; y era difícil. Pero quisimos aun así romper con todo. Analizamos que era una canción que iban a cantar dos chicas y tenía que ir en consonancia con eso.
Que sí: Lo Malo no es lo mejor que he escrito en mi vida, pero para mí es muy importante que una niña de 6 años, en vez de “tú eres el imán y yo soy el metal”, diga “yo decido cómo, cuándo y con quién”. Y me da igual que no sepa quién la ha escrito o la firma. Soy muy consciente de mi posición de aliado feminista y de que yo no me he inventado nada: en todo caso la forma de decirlo. Y, en ese sentido, Lo Malo me hace feliz cada día.
Cuando una canción la va a escuchar tanta gente, tienes una responsabilidad enorme: eres un altavoz para contar lo que quieras. Para mí el éxito siempre es del mensaje, nunca del autor.
-Una polémica reciente ha sido el libro publicado por Aitana de Operación Triunfo. Un poco a raíz de tu libro y tu manera de comprender la escritura, ¿todo el mundo sirve para escribir y publicar?
-Pues yo diría que sí. Si no te gusta el libro de Aitana, no te lo compres. Es sencillo. Joaquín Sabina canta fatal y me parece una maravilla del mundo de la música igualmente.
Yo he visto el libro de Aitana… y no me parece una genialidad, pero tampoco está tan mal. No olvidemos que el libro es para los fans de Aitana, no para los apuntados al Círculo de Lectores. Además, ella siempre ha reconocido que lo hizo con un coach. Y suyos son los dibujos. Es una niña de 19 años a la que le ha venido todo de repente, pero por lo que la conozco me parece muy sensata y coherente con lo que dice.
-Todo el tema de la “mariconez” ha traído al espacio público un debate: la posibilidad de cambiar las letras de canciones que, fuera de su contexto, pueden resultar ofensivas para ciertos colectivos. ¿Qué lectura haces de ello?
-Como autor, estoy a merced del intérprete. Mi ego siempre está por detrás porque el que lo va a defender con su cara y su imagen es otra persona. La cuestión de la “mariconez”, aunque a Ana Torroja no le moleste, a María, una chica de mi edad y de hoy, sí. Y si mi abuela ve en el programa a esa chica de mi edad cantando eso pensará que hoy en día no pasa nada si decimos “mariconez”. Evidentemente, nadie dijo que la canción o el grupo fuera homófobo. Ella simplemente comentó que esa palabra, en ese contexto, no le parecía adecuado.
Y yo lo entiendo totalmente. Es más: no es que hubiera cedido, es que le hubiera dado las gracias por su aportación. Es muy feo que surgieran comentarios de: “Y quién esta niñata para decirle nada a Mecano”. Bueno, pues a lo mejor esta niñata es el futuro.
-Te declaras fan de formatos como OT, MasterChef o Maestros de la Costura. ¿Qué les dirías a los que opinan que son basura televisiva y los critican, precisamente, por estar en La 1?
-Eso de la “basura televisiva” está pasado de moda. El problema es creer que todos los realities son Gran Hermano. Y hay una diferenciación que no se hace en el colectivo cultural: el reality del talent show. De hecho, esto es algo que se profesaba en la pasada edición de OT y en esta también. Había una calidad y cultura musical tremenda. Guille Milkyway siempre decía que ningún tipo de música es mejor que otra. Y se puede aplicar a la tele: ningún programa es mejor o peor que otro. Es cierto que la programación de Telecinco, por ejemplo, intenta generar problemas y conflictos innecesarios. Se podría hacer de otra forma, pero se les ha ido de las manos. Y aun así tienen su público.
Lo guay sería educar a la gente para que fuera crítica en vez de reprochar todo y tacharlo todo de “telebasura”. Parece que decir que “la tele es basura” te convierte en “más listo y cultural que tú, que ves Operación Triunfo”.
-Comentaste en Twitter, en referencia a los jóvenes, que da igual si te dan un Nobel o un Goya: si haces algo bien, para muchos serás un youtuber, instagrammer o tuitero con suerte. ¿Por qué se trata así a la juventud?
-Desde mi punto de vista millennial, creo que ha habido un exceso de optimismo. De tazas de Mr. Wonderful. Nuestros padres no han sido, en muchas ocasiones, lo que ellos querían y nos han educado para triunfar. Pero no nos han enseñado a fracasar, a darnos la hostia. Se dice que somos la generación más preparada de la historia: tenemos una carrera, quince másteres… Pero trabajamos igual que si no los tuviéramos. Yo hoy, quizá, no lo habría estudiado. Cuando echo una oferta de trabajo, ya ni lo pongo en el CV. No creo que sirva, al menos en el ámbito artístico.
Hay una frontera generacional: ahora se dice que somos youtubers o tuiteros para que se sepa que somos de otra generación. Y las redes sociales no nos definen, pero tampoco hay que demonizarlas. Dicen que no leemos libros de papel, que no nos miramos a la cara porque estamos con el móvil. “La generación que se ha olvidado de la cultura”. Es absurdo, innecesario y desfasado. Podemos ser mucho más que una generación de millennials y youtubers. Y lo somos.
-Las redes sociales forman parte de tu día a día. ¿Hay una fórmula mágica para saber qué contenido se hará viral?
-Yo no considero que mis contenidos sean virales, pero sí me parece que para que algo se convierta en viral tienes que ser rápido y saber de lo que se habla. Comentaba el otro día con mi amiga (y cómica) Maria Juan que la diferencia entre un cómico y un guionista es el uso de Twitter. Me decía que a veces ponía algún chiste, no funcionaba y era de: “Jo, pues vaya”. Lo que yo hago es diferente: yo saco el chiste en función de lo que se está hablando en ese momento. Y, si pasa desapercibido, ya me irá mejor el siguiente. Esa es la clave de las redes sociales: tienes que estar dispuesto a hablar de lo que se está hablando. El momento cansino de las redes se da cuando todo el mundo siente que tiene que opinar sobre lo que sea.
-Hace unos días Playz (la plataforma de contenidos digitales de medios interactivos de RTVE) publicaba un vídeo de la princesa Leonor con un gif que pretendía resultar cómico, pero que se ha considerado inadmisible. ¿Cómo lo valoras?
-Yo, por ejemplo, desde las redes sociales de Lo Siguiente no me metería con la monarquía. De hecho, a no ser que sea por algo muy evidente, prefiero abstenerme de entrar en política. Quizá en Playz se arriesgaron de más porque, al fin y al cabo, no deja de ser un canal que pertenece a RTVE. Creo que si lo hubiera puesto yo no habría tenido la misma repercusión porque pertenecemos a una productora. Hay que definir muy bien el lenguaje que quieres utilizar.