Encuentros en la segunda fase con el librero anticuario más joven de Europa. Desde los 18 años dedicado a volúmenes venerables que, en el fondo, nos marcan nuestro porvenir
VALÈNCIA. Una de las mejores cosas que se pueden hacer al cumplir los 18 años es liarse la manta a la cabeza y montar una librería anticuaria. Es lo que hizo Rafael Solaz con un escondrijo, bien a la vista, tanto que su librería se sienta en una silla con mesa a la fresca de la calle San Fernando. Quien creyera que tras este zaguán se esconde un hombre vetusto con monóculo y andares pesarosos, chocará con un joven que siempre va deprisa y con la contemporaneidad a cuestas. Un vecino singular arraigado a un barrio donde la singularidad y la raigambre cotizan a la baja.
“Sí, el primer día que tuve 18 años abrí mi librería”, contó Solaz. Aquella decisión, una provocación en toda regla y el culmen del emprendedurismo (¡eso sí es arrojo!), pronto le trajo handicaps: “con esas edades ir a hacer negocios… Se tenían que fiar de una persona muy joven que quizá no se correspondía con la imagen tradicional”. Luego llegaría su gata Blanca, otro incunable de la librería, clientes con Jaime de Marichalar, viajes a La Habana, subastas, herencias bibliotecarias.
Y lo de aquel cliente que, ante un libro acabado de vender, se arrodilló en el suelo para rogar entre lágrimas que deshiciera la transacción: ¡aquel ejemplar botánico del siglo XIX era solo para él! Solaz no cambió la venta y el cliente agraviado no volvió hasta muchos años después.
Incunables de 1492, libros de brujería del XVIS, libros con dibujos de Dalí… y un feed de instagram en el que cada obra cobra vida, más cerca de Tik Tok que de lo viejo. Lo antiguo, en fin, puede ser bien nuevo.
Una de las enseñanzas más letales de este tiempo interrumpido, el puñado de meses quebrados, tiene que ver con la relativización del tiempo. Cómo condensar nuestras ideas de futuro si no somos capaces de anticipar más semanas más inmediatas, si fallamos constantemente en nuestros pronósticos sobre lo que está por llegar.
“Formar una biblioteca es un proyecto cultural y personal a largo plazo, casi vital. No es fácil encontrar ciertos libros y su adquisición es una suerte en la mayoría de ocasiones. Las librerías de antiguo recuperan un patrimonio que en muchas ocasiones se perdería”, suelta Solaz encaramado al noveno piso de un andamio hecho de libros. “En este tiempo de confinamiento, he recibido algunos mensajes de clientes agradecidos por haberles recomendado alguna obra que han podido paladear mejor sin prisa”.
El librero reciente ha tenido que subsistir mirando más hacia afuera que hacia dentro. Ganándose a pulso a cada cliente por una prescripción editorial sin pausa. Rafa Solaz desprende, además, cierto aroma de misión. Aquí se está para algo más que para vender libros: “Las librerías anticuarias siempre han abundado en la ciudad. No sólo son necesarias para encontrar ejemplares descatalogados o raros, sino que en ellas también se generan tertulias interesantes, acogen a personas extraordinarias que, en muchas ocasiones, son las que escriben la intrahistoria de la ciudad”.
En su calle, la de San Fernando, seno de una ciudad repleta de vida íntima, la pérdida progresiva de la cotidianidad ha demolido un puñado de proyectos locales. “València -señala- ha sido siempre una ciudad de comerciantes y es una pena que vayan desapareciendo negocios independientes. Creo que los alquileres son caros en relación a la venta que se genera. Una bajada de precio, sobre todo en este tiempo de incertidumbre, contribuiría a que estos locales resistieran mejor”.
La de Solaz es una de las librerías más modernas que tiene València. Por eso, al paso incunable, se le pide que seleccione las obras con las que encarar el futuro.
Su elección:
Para conocer el futuro de las entrañas de la ciutat
La Valencia antigua y pintoresca de Vidal Corella.
“Obra curiosa para conocer la historia popular de la ciudad”.
Para pensar en el futuro de uno mismo
El gran foc dels garbons de Estellés.
“Obra de bibliofilia muy bien editada, con grueso papel”.
Para imaginar el futuro disparatado de la ciencia
Experimentos científicos de sobremesa.
“Una obra divertida de los años 50”.
Para comprar el mueble del futuro
Das Möbel.
“Un tratado sobre el mueble con cientos de diseños interesantes”.
Para el futuro de los gremios
Fiestas centenarias de la Quinta Centuria de su cristiana conquista.
“Año 1740. Fundamental para el conocimiento de los gremios y las festividades de la ciudad”.
Para encontrar el remedio del futuro
Secretos raros de artes y oficios de 1829.
“Se trata de una obra muy amena en la que se explican remedios caseros para cualquier cosa, muchos de ellos en desuso”.
Para recordar nuestro futuro mismo
La Ciutat de València de Sanchis Guarner.
“Obra necesaria para conocer la historia de València y que siempre me gusta recomendar”.
Este viernes el editor valenciano Tomás March acude a la librería asociativa Praxis para charlar sobre Septimomiau y Taberna de Cimbeles, sus dos editoriales que dejan testimonio de la “efervescencia cultural” de la València de principios de los años ochenta
El próximo jueves 26 de octubre abre sus puertas Vuelo de Palabras, una librería situada en la Avenida Giorgeta 22 que presume de contar "con un gran espacio" para acoger a todo tipo de lectores