VALÈNCIA. La ya clausurada 57 edición de la Fira del Llibre de València nos ha regalado dos conversaciones espléndidas sobre dos prosas muy distintas pero igual de necesarias —¿aunque hay algo realmente necesario en la existencia?—: la de Eva Baltasar sobre Mamut (publicado en castellano por Random House y en catalán por Club Editor) y la de Rosa Montero con el colosal trabajo que ha realizado para escribir El peligro de estar cuerda.
La Fira fue el escenario para que las autoras analizaran sus nuevos títulos en sendos clubes de lectura. Con motivo de los mismos, entrevistamos a Montero y Baltasar para hablar sobre sus nuevas creaciones y el oficio de escribir. Otra autora, Alejandra Pizarnik, quien se suicidó por sobredosis, escribió que “la rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”, frase que podríamos aplicar de una forma u otra a estos dos nuevos libros en los que a través del daño, se alcanza una belleza llena de moratones y rasguños. Frase que también hace referencia a lo obtuso que es en muchísimas ocasiones, consagrar la vida al escribir.
Permafrost, Boulder y finalmente Mamut, son los tres títulos escritos por Baltasar que componen el tríptico de mujeres con anhelos —como casi todo en la literatura y en la vida— y huidas. Además del gran tema de la maternidad, que surca la obra de la escritora catalana, en este trío de libros encontramos tres soledades distintas. “La de Permafrost valora la soledad. Padece cierta soledad porque está rodeada de personajes que se automedican, que no están presentes. Que toman ansiolíticos para poder soportar la vida”.
“Boulder es una mujer que encontramos en un barco mercante en el mar de Chiloé. Allí ella está en paz. Es su lugar en el mundo, pero aparece el amor, que es una fuerza contraria. La soledad te tira para adentro, y el amor para afuera. Ahí se acaba todo. Empiezan los problemas, se embarca en el barco de la maternidad no deseada. Le cuesta encontrar estos momentos de soledad. Va buscándolos con su foodtruck, necesita espacios para sobrevivir”.
“En Mamut la protagonista no es muy solitaria. Malvive en Barcelona, se siente explotada. Huye como un animal enjaulado, y va a ciegas. Va a un lugar para estar a solas, para escapar de estas relaciones tóxicas que hay en entornos urbanos, donde la gente comercia con la gente”.
El nuevo libro de Rosa Montero en sus palabras “es un artefacto. No es una novela en sí, puesto que tiene de todo: parte de ensayo, de biografía y autobiografía nada convencional. También parte de ficción. Mi parte no creo que en absoluto sea testimonial. Porque si quieres analizar las relaciones de la creación y la locura, una de las vías que tienes disponibles es el autoanálisis. He autoanalizado mi cabeza. Intento extraer consecuencias de lo que he vivido para hacer reflexiones comunes”.
En su increíble estudio sobre la creatividad y la inestabilidad mental encontramos aquella soledad que se produce al sentirse fuera del mundo como consecuencia de un desequilibrio emocional. “Somos animales sociales, Hay que plantearse invertir un montón de tiempo y tiempo de calidad en los amigos y en tener unos nexos. Aparte, está la soledad existencial, que hay que trabajarla. Hay que saber vivir solo y apreciar tu propia soledad, porque si no sabes vivir solo te enrollarás unas parejas horrendas. Y luego está la soledad de la locura, que no tiene nada que ver. Es un agujero negro, es desgajarte de la especie humana”.
“Creo que somos un 15 % de personas que tenemos el cerebro cableado por otra manera, que no hemos pasado por una de las fases de la maduración neurológica. Tenemos como una relación con la realidad más incómoda. No llegamos a creernos del todo la fiabilidad de la realidad. El trastorno mental es la ruptura de la narración común que implica soledad, que crea una fisura entre ti y el mundo. En esta especie de delirio controlado que es publicar narrativa cuando aparece ese otro yo que te lee, que te dice que siente lo mismo que tú, se produce una unión con el mundo”.
Janet Frame, Sylvia Plath, Doris Lessing, Emily Dickinson y un largo etcétera de artistas y pensadores que crecen y toman su lugar en el libro para que, como si de personajes se trataran, nos contaran una historia de locura, dolor y creación.
El último trabajo de Montero es el resultado de un gran proceso de minería de datos. “Son temas que me han interesado toda la vida, tengo muchos artículos publicados sobre salud mental. En otros libros como La loca de la casa se van desarrollando un poco estas ideas. Hace cuatro años cuando decidí, bueno, el libro decidió por mí, porque tú no escoges los libros que haces, apareció en mi cabeza el hecho de que iba a hacer un libro así, sobre creación y locura. Empecé a tomar datos de una manera más sistemática, a leer de todas esas ramas de conocimiento, también a releer libros. Cuando me senté a escribir, tenía cuatro cuadernos grandes llenos de notas y un montón de cartulinas grandes con más de setenta temas que quería tratar. Para mi alegría y mi incredulidad he llegado a la respuesta de preguntas que me han estado turbando y rondando por mi cabeza y también embelesándome, para mí son preguntas fascinantes”.
Si regresamos a Baltasar tenemos obligatoriamente que hablar de maternidad. “No busco la creación de nuevas maternidades, creo que toda persona y todo escritor tiene sus temas, que le van acompañando a lo largo de la vida. Hace 15 años ya era un interés muy grande, fui madre a los 24. Explorarla a través de la literatura como forma natural ha aparecido en el tríptico. De forma artificial voy a cortarlo ya porque llevo tantos libros hablando de la maternidad que ya estoy cansada. Porque hay más temas”.
“En Permafrost se insinuaba con una madre especialmente tóxica, aunque creo que todas lo somos. Y una protagonista que se niega a tener hijos. No quiere que la felicidad o infelicidad de nadie dependa de ella. En Boulder es muy evidente, son dos maternidades muy polarizadas. La pareja, Samsa, quiere ser madre y se construye socialmente como madre. Boulder no quiere ser madre y asume una maternidad no deseada. Mamut es una mujer muy conectada con sus instintos, es más bien un deseo biológico. Hacer pasar la vida cuerpo a través, es como los animales que paren y ya está”.
En una entrevista, la escritora francesa Amelie Nothomb decía que tenía la necesidad de escribir, pero no de publicar. “No me creo lo de Amelie Nothomb. No me lo creo para nada. Lo que digo es que necesitamos publicar. Otra cosa es que hay que poner freno a una ambición patológica. Hay que hacer una especie de gimnasia, igual que haces para que no se te caigan los glúteos, lo haces para que no se te caigan los ánimos. No hay que vivir con la presión de eso que llaman éxito, que no sé que es, porque no es un lugar, es un atributo de la mirada de los otros. Te lo dan cuando les da la gana y te lo quitan cuando les da la gana. No te tienen que leer todos los chinos, pero te tienen que leer. Se produce un efecto más que curativo, hay un efecto estructurante en el hecho de que los otros te lean”, indica Rosa Montero.
“Tengo la paz de haber escrito la novela que quería escribir. Yo no escribo para nadie, escribo para mí. Si tuviera otro trabajo seguiría escribiendo, aunque no me publicaran”, comenta Baltasar. “Mamut la empecé en 2019, con una redacción muy rápida. Lo dejé madurar,. Y en este parón surgió Boulder que se adelantó. Más adelante recuperé Mamut, que tenía más paisajes, más personajes. Ya que iba a ser la última, la protagonista es más dura, más austera. Es la novela en la que hay más violencia también”.
“Como lectora son los personajes que me interesan, los que me cuestionan. Veo la escritura y la lectura como una oportunidad de conocer mujeres. Si es un personaje muy plano, muy simpático, estará muy bien pero no me dará el rollo ese de querer conocerlo. Uso sus voces para mostrar incomodidades que yo he sufrido”.
Mamut cierra esta tríada de mujeres que incomodan con una composición que duele por su crudeza. “Intenté que la trama también fuera la más simple posible, que nos llegaran los huesos del mamut. Me centré en esta zona solitaria, rural e intenté que el lenguaje también lo acompañará”. Como toda la obra de la escritora catalana, la poesía abunda, sin que ello enmascare lo obtuso. “Me lo paso pipa escribiendo. Las escenas más gores también. Entro dentro de la psique de las protagonistas. Intento que todo lo que hagan sea muy coherente con lo que sienten. Por ejemplo, no estoy maltratando un gato, sino estoy escribiendo el maltrato de un gato. Disfruto un montón viajar a esas partes oscuras. Deseos de matar todos tenemos, pero no lo haríamos en la vida. O sí”.