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paula garcía-masedo presenta su proyecto 'Fet a València, llum de Barcelona'

Lo que el color del capó de un coche cuenta sobre España

30/09/2020 - 

VALÈNCIA. Una historia de la España industrial a través de tres factorías de coches. Una radiografía de relación entre la pintura de tu coche y el territorio en el que se ubican las fábricas. La fábrica de PSA de Villaverde nació en 1951 de la mano de Eduardo Barreiros, aunque tras el primer palo de acabar siendo una filial de Chrysler en vez de una cadena de montaje autónoma, la factoría ha ido sobreviviendo a base de compras y ventas de las compañías para las que trabaja. Se ensamblaron Simca, Dodge y Chrysler al final de la dictadura franquista, para más tarde hacer lo propio con Talbots, Peugeot y Citröen. En 2019, PSA anunció su fusión con Fiat Chrysler Automobiles para crear el cuarto fabricante de automóviles a nivel mundial, devolviendo a la planta original la marca con la que nació hace ya más de medio siglo.

Mientras la maquinaria financiera hace y deshace, dentro de la factoría, los coches son pintados. Paula García-Masedo toma este hecho para no olvidar los procesos industrial (por qué no, incluso creativos) de la cadena de montaje de un coche. En su obra Villaverde (1971-2007), la artista madrileña afincada en València recupera trece capós, recortados y organizados cronológicamente, todos de modelos de automóviles fabricados en la factoría de Villaverde de Madrid entre las décadas de 1970 y 2000, y que forman un archivo de la línea de montaje. De ellos se destila una reflexión sobre el modelo laboral fordista y postfordista, la relación entre la máquina y el trabajador y trabajadora, la repetición, la industria en vez de la artesanía. El capó de tu coche habla de fusiones y absorciones, y también de las horas en la factoría.

La investigación de García-Masedo se traslada ahora a otras dos factorías, la de Ford en Almussafes y la Seat en Martorell. Lo hace en la exposición que se puede actualmente en el Centre Cívic Sant Andreu de Barcelona, Fet a València, llum de Barcelona, en el que mantiene como materia prima de su reflexión la pintura del coche. En cada factoría, una historia; y en todas, la pintura. 

Foto: DAVID ZARZOSO

Las piezas relacionadas con la factoría de Seat en Martorell muestran el marketing y el proceso por el se "crean" los colores de la pintura. Las piezas reúnen colores diseñados en Barcelona desde los años 80. Un conjunto de piezas rojas trazan la evolución de los rojos. Un “Azul Atlántico”, que se pinta sobre coches Volkswagen (que compró la marca española en los 80), y otra “Azul Mediterráneo”, color de coches como el Seat Ibiza, se presentan juntos, haciendo legible cómo una de las marcas, la española, no es posible sin la otra, la alemana, en el contexto del capitalismo tardío. "Los colores y sus nombres muestran cómo el capitalismo global busca crear vínculos emocionales con sus productos", explica la artista, que pudo entrevistar en su investigación al jefe de color de Seat. "La idea de este proyecto llega a través del tunning, donde veo que en la pintura del coche hay un trabajo creativo. Entonces, traslado mi reflexión al mundo industrial, que me interesa más y me encuentro con unos procesos increíbles en la toma de decisiones, con colores inspirados directamente en el amanecer de Barcelona", relata García-Masedo.

Ford en Almussafes, y el verde que arrebató

La historia de la factoría de Ford de Almussafes siempre se ha contado como un gran éxito de historia industrial de la Comunitat Valenciana. Un logro que se tiene que cuidar, pasando por alto algunas cuestiones que forman parte del propio territorio. Cuentan las crónicas que los esfuerzos del gobierno valenciano para que recala en tierras valencianas la factoría conllevó desde grandes ofertas de ayudas públicas hasta la elevación de la autopista para que que se viera bien el logo de la compañía desde la carretera.

Miguel Pérez Sancho hizo una tesis con una revisión crítica de la historia de Ford en la Comunitat. Paula García-Masedo lo hace a través de la pintura del coche. A través de unas cartas de colores que guardaba ella, encontraba nombres de verdes y azules que crean un simulacro de armonía con el paisaje, devastado en realidad, ubicando una megafactoría justo al lado de un paraje natural. Azules como el mar y como l'Albufera y los verdes arrebatados al campo forman la pintura de los coches que pasean por las carreteras. 

La artista compone así tres historias que son una sola, la del poder de la industrialización en la historia española reciente y la fragilidad de su propio modelo y procesos. Aún así, aún con una revisión pasada y presente, reuslta muy difícil mirar a un futuro amenazado por la desindustrialización de Europa (es decir, con la pérdida de miles de empleos), mientras no hay una alternativa a un modelo de relaciones laborales frágiles y procesos contrarios a la autosuficiencia y cuidados.

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