VALENCIA. En mi opinión lo que votemos cada vez importa menos, ya que lo que más condiciona nuestro entorno y la capacidad de acción política es sin duda la creciente carga de la deuda, que nunca ha sido votada y que no deja de crecer gobierne quien gobierne. Como retrataba este fin de semana una viñeta en el periódico, de postre nos sirven una dictadura financiera cubierta de una deliciosa democracia liberal.
Conviene recordar que es una deuda que nunca podremos pagar. Ningún crecimiento económico que se haya visto antes podría con ella, así que nos conformamos con pagar sus intereses y seguir pidiendo más. No olvidemos que algo que a nivel individual consideramos irresponsable lo estamos haciendo indirectamente al endeudarnos como países, y a manos llenas. ¿Por qué este ansia?
Los bancos centrales actuales son de origen privado, y han tomado muchas formas en la historia, sobre todo financiando guerras. En Europa su objetivo principal tras la Segunda Guerra Mundial es mantener la inflación bajo control. Dado que hoy la inflación ni está ni se la espera, el objetivo se reformula en la protección de la “estabilidad de precios”, y el BCE se suma a esta loca impresión de billetes argumentando que esto nos librará del fantasma de la deflación. ¿Y por qué es tan peligrosa?
Muy sencillo: En un mundo “normal” con inflación positiva y la economía en crecimiento las deudas son más ligeras cada día. Pensemos en 1 millón de pesetas hace 50 años y 6.000 euros hoy: La inflación erosiona su valor tanto si los tenemos como si los hemos prestado. Pues bien, la deflación tiene el efecto contrario: vuelve las deudas cada vez más pesadas, por lo que parece lógico luchar contra ella y sobre todo a nivel supranacional.
Este argumento parece bastante sólido, pero en realidad hace aguas por todas partes: ¿Es la oferta monetaria la única vía para generar inflación? ¿Tiene sentido pedirles a los bancos que se capitalicen y al mismo tiempo que presten? ¿Es responsable imprimir dinero sin límite? ¿No tendríamos que equilibrar con políticas de crecimiento? Y sobre todo: ¿es cierto que tenemos deflación?
Si nos ceñimos al caso de Europa, vamos al corazón del asunto. Estos son los números de inflación subyacente (sin alimentos y energía) comparados con la inflación publicada, la que esgrime el BCE:
¿Les parece tan grave y tan extremo como para sacar toda la artillería? Hablamos de poner los tipos de interés en negativo, lanzar un programa de compras similar en tamaño al americano, y empujar al ahorrador a los activos de riesgo quitándole cualquier otra alternativa. ¿No habrá otra razón?
Nuestra opinión es que esta reacción ha ocurrido ya antes, y que en realidad es un excelente mecanismo de supervivencia: El que controla la máquina de imprimir billetes ha sido siempre dueño de su destino, ya que puede pagar su deuda y ser independiente de otros financiadores.
Por tanto no sería la deflación la razón, sólo la excusa: La primera referencia relevante de esta herramienta de defensa que conocemos viene de la Guerra de Secesión, cuando Abraham Lincoln creó por primera vez el billete verde, el dólar, para financiar sus esfuerzos y ser independiente de los banqueros europeos.
Cuando el Viejo Mundo comprendió el éxito de la maniobra ya era tarde: el Norte y el Sur se unieron y generaron una prosperidad inaudita, pese al asesinato posterior y fortuito de Lincoln por un loco que actuaba solo.
No seré yo el que diga que todo tiempo pasado fue mejor, pero creo que hoy los personajes con carácter y visión capaces de mirar más allá de sus narices no están en política, ya que no tendrían libertad. Existen y más que nunca, pero están en la empresa. Por eso, cuando políticos o banqueros centrales les cuenten que la inflación es la cuestión… desconfíen.
Alejandro Martínez es socio director de inversiones y cofundador de EFE & ENE Multifamily Office