En su cuarta edición, el Deleste ha diseñado un cartel con personalidad propia que arroja varias citas indiscutibles
VALENCIA. Los límites de la temporada de festivales se desdibuja con la misma facilidad con la que estos se reproducen sin rubor. Parte de culpa la tiene la indiscutible consolidación del Deleste y su ubicación más allá de los estragos de la canícula. Al margen de las reconsideraciones ontológicas a las que obligará el cambio climático, lo cierto es que la experiencia otoñal del festival ubicado en La Rambleta se consolida cada año al mismo tiempo que lo hace la tesis que subyace: la felicidad no puede ser estacional.
El Deleste encara su cuarta edición con el éxito comercial del año pasado todavía en el horizonte, y estira su filosofía de poner la música en lo más alto de la pirámide experiencial con un cartel que abunda en sus pilares conceptuales. Musicalmente hay algunas citas innegociables entre el line-up del 23 y 24 de octubre; las desgranamos a continuación.
Una de las noticias del Deleste en 2015 es la recuperación del cabeza de cartel internacional. Tras dos primeras ediciones de exquisita presencia extranjera en las que Fanfarlo, Josh T. Pearson y The Pastels habían copado la zona noble del festival, el año pasado la dirección del mismo prescindió del reclamo internacional. Y no les fue mal, ya que pulverizaron las previsiones y agotaron todo el papel. Sin embargo, este año rescatan la costumbre por partida triple y con un claro referente.
El concierto de Low apunta a una de las cumbres emocionales del año en Valencia. No es la primera vez que el trío norteamericano visita Valencia; de hecho, no hace demasiado que pasaron con éxito precisamente por La Rambleta, pero eso no impedirá que su auditorio acoja una de las cúspides del Deleste. Brújula de una generación, Low llega con otro aliciente: la presentación de su último disco, Ones And Sixes, que refleja el excepcional estado de forma de una banda con más de dos décadas ya de peregrinaje.
El nombre de Mike Krol debería estar muy subrayado en cualquier hoja de ruta del Deleste que se precie. La presencia del norteamericano es única en la existencia del festival, ya que llega a Valencia en el momento más álgido de su carrera. Espoleado y aupado con fulgor por Pitchfork con un tercer disco, Turkey (Merge Records), que vio la luz a finales de agosto, el de Mike Krol es uno de esos nombres que fácilmente podría colarse en la marabunta del cartel del próximo Primavera Sound. Su fresquísimo garage-punk debería ser una de esas cosas que recordar el domingo con o sin resaca.
La aparición de Mike Krol representa uno de los extremos de un peculiar espectro inédito en el resto de festivales indie españoles; en el otro extremo está Pep Gimeno ‘Botifarra’. La del cantaor setabense, figura fundamental del folclore tradicional valenciano, es una de las citas innegociables de la cuarta edición del Deleste. Boutade para unos, reivindicación para otros, la realidad es que el concierto del Botifarra merece ser recordado, incluso antes de llevarse a fin, como la sublimación de una filosofía bastante arriesgada ya de por sí; como un acto de valentía y de conciliación entre dos mundos unidos invisiblemente por la coherencia de lo fundamental. Debe ser tomado como la celebración de la normalidad en un año en el que Valencia parece decidida a recuperar la congruencia.
La aparición de La Habitación Roja en la parte alta del cartel, sólo por debajo de Low, es otra de las peculiaridades de la cuarta edición del Deleste. Era cuestión de tiempo que, si ambos resistían, los caminos de banda y festival terminarían por cruzarse en La Rambleta. El concierto del viernes, enmarcado ya en el ocaso del vigésimo aniversario de La Habitación Roja, promete convertirse en una especie de comunión karaokística entre el fan y dos referentes de la música valenciana actual.
Cuando se cumple prácticamente un año de su irrupción mediática, la sensación Mourn se ha diluido en intensidad, pero no en el poso que ha dejado su resaca. El concierto de la jovencísima formación catalana, que ya pasó por Valencia en verano para actuar en el Festival de Les Arts, ejercerá de cierta justicia poética para con una filosofía de festival con la que su música comulga mucho más. No sería descabellado apostar por que el de Mourn sea el concierto del Deleste 2015.
Lo bueno del Deleste sigue siendo que no existen las solapamientos de conciertos; aunque eso difumina los límites entre las victorias y los fracasos de una buena hoja de ruta. De lo contrario, la de Ocellot sería uno de los triunfos más sonados en cualquier itinerario musical que se precie. Este año, la banda catalana mejora cualquier line-up de festival que tenga a bien incluirlos. Basta recordar, sin ir más lejos, su paso por la última edición del FIB, del que salieron como una de las revelaciones más felices a pesar de tener que desarrollar su psicodelia-folk à la Animal Collective encima de un autobús.
La apuesta por Perro es mucho menos arriesgada sobre el papel. Es sencillo pronosticar que el grupo tomará con dignidad y actitud el relevo de celebraciones hedonistas pretéritas como los conciertos de Mujeres en 2013 o Pony Bravo el año pasado. Con Perro, el Deleste confirma su idilio con bandas con disco en el mercado, ya que los murcianos publicarán nuevo material apenas 10 días después de su concierto en La Rambleta.
Más allá de las evidencias jerárquicas que marca la tipografía del cartel del sábado, Los Tiki Phantoms son el reclamo más divertido en una jornada que puede pecar de demasiado blanda. Si bien con el surf rock, por muy bien hecho que esté, uno siempre corre el riesgo de entrar en bucle sin querer, en directo es otra cosa; el concierto de Los Tiki Phantoms debería de ser uno de los desengrasantes más atractivos del sábado. Además, presentarán su mejor disco hasta la fecha, Los Tiki Phantoms y El Misterio del Talismán.
A pesar de que Miren Iza ya pisó Valencia a principios del año que ahora empieza desaparecer, sería poco prudente perderse su concierto en el Deleste. No es que la vasca se prodigue demasiado con Tulsa; de hecho, no ha sido hasta 2015 cuando ha recuperado el ritmo discográfico tras cinco años de silencio. Su último disco, Calma Chicha, anticipa una especie de exorcismo artístico que en directo se materializa de forma definitiva en reinvención. El renacimiento de Tulsa y la reconstrucción de Iza, o viceversa, bien merece tomar asiento y observar.
Víctor Ramírez bien merecía un reconocimiento valenciano en el año de su eclosión como única persona al volante de sus propios designios. Si bien habrá que sacudirse la somnolencia cultivada el viernes noche para verlo en la jornada matinal del sábado, su concierto como parte del Deleste Kids se cuela entre los imprescindibles de esta edición del festival por méritos propios. Ver cómo plasma en directo su acertado debut será un aliciente más que suficiente.