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EL CALLEJERO

Los 365 atardeceres de Xuano

Foto: KIKE TABERNER

Este barquero de El Saler trabajó en una empresa inmobiliaria, dirigió el mítico Café Blanc y ahora lleva ocho años viviendo de los paseos en barca por la laguna.

21/06/2020 - 

VALÈNCIA. El 'albuferenc' de Xuano está amarrado en el Port del Saler, justo al lado del semáforo de la discordia, del que blasfeman los impacientes y el mismo que bendicen los que han consagrado su vida al deleite y protección de la Albufera. Xuano Navarro es uno de ellos. Un privilegiado que prácticamente disfruta los 365 atardeceres de película, uno de los más retratados en el mundo. Porque el trabajo de este valenciano, al menos ahora, a sus 58 años, es pasear por la Albufera y ahora, cerca del solsticio de verano, cuando el mundo se despereza después del largo y pesaroso confinamiento, son muchos los que quieren subirse a una barca, reclinarse un poco hacia atrás y admirar la única puesta de sol sobre el agua que hay en València.

Xuano la tiene muy vista, pero no se cansa. "Esto es una maravilla", exclama mientras achina los ojos detrás de sus gafas tornasoladas.

El 'albuferenc' es una barcaza de doce metros de eslora -el máximo permitido en la Albufera- de madera de diferentes procedencias y el casco de fibra de carbono -antiguamente se hacían de brea-. Va a motor, pero en algunas zonas, el patrón se ayuda de una 'perxa'. Ya hemos salido y enfilado el 'carreró', el estrecho canal que comunica el Port del Saler con la gran laguna. De los márgenes, a veces ocultos tras la vegetación, las cañas de enea y carrizo -de 'bova' y 'senill' que dicen los lugareños- que crecen al borde del agua, llegan saludos para Xuano. Un hombre le grita "embustero" a modo de broma y otro le dedica un saludo militar. Todos se conocen desde hace años y Xuano, el barquero atípico, un intelectual que vino de la ciudad, tiene su reputación de hombre culto y mesurado pero también de activista con fuego por dentro cuando se trata de proteger y preservar el Parque Natural.

Foto: KIKE TABERNER

Nació en Pinedo, en l'Horta, pero por pura tradición. "Era la casa de mis iaios y entonces era costumbre que las mujeres se fueran a parir a casa de de sus madres". Su padre era hornero y su madre, modista. "Hacía trajes de boda y ha cosido hasta para Balenciaga", presume el hijo orgulloso que no tiró por la vía paterna ni por la materna. Xuano hizo la mili y, al acabar, estudió Informática e hizo unos cursos de Dirección de Empresas. Trabajó en una gran compañía inmobiliaria hasta que se hartó de esa vida apresurada y decidió abrir el Café Blanc, el histórico local situado junto a la Casa de la Demanà en el pueblo de El Saler.

Aquel joven inquieto vivía en València e iba los fines de semana al Saler. "Hasta que, en la crisis de los 80, la empresa cerró y entonces dejé de ir todos los días a Marqués de Sotelo para montar en 1985 un café con las puertas abiertas a todo el mundo. Fue un lugar con mucha vida social". Xuano usa el pretérito porque también cerró el negocio, referente durante lustros en El Saler. Allí dejó también su vocación artística, reflejada en la inconfundible tipografía del cartel. "Era tipo alemana, berlinesa de los años 20, como art decó", explica con un punto de añoranza, pues cerró hace cuatro años. "Pillé otra crisis y pegó un bajón, pero más que por eso, cerré por la edad. Yo llevaba el café pero además hacía páginas web y llevaba el mantenimiento de servidores".

El 'albuferenc' avanza tranquilamente mientras el sol va cayendo. A un lado, ocupando toda la fachada de una caseta, sorprende el dibujo de un pájaro vestido como un hombre mirando por unos prismáticos. "Es un dibujo de Gijs Vanhee, un conocido artista callejero", nos ilustra el barquero intelectual, que va sorprendentemente abrigado. Se le ve a gusto y al poco de apagar un cigarrillo, enciende otro más.

Foto: KIKE TABERNER

Cerrado el café, se dejó arrastrar por los tíos y primos dedicados a la barca. Ya estamos en el municipio de Alfafar y empieza a explicar que existe un carnet de barquero. "En realidad hay tres: carnet de pasaje, para llevar pasajeros; de recreo, para particulares, y pesquero, para los que se dedican a este oficio". Xuano hacía tiempo que se había hecho con el dominio albufera.com y se había metido mucho en la divulgación, así que decidió tirarse al agua y hacerse con un 'albuferenc' de un calafate de Catarroja que cobra 30.000 euros o más por cada embarcación.

Y optó por el Port del Saler, claro. "Que es histórico, pues en 1761 Carlos III ya lo nombra en la primera normativa conocida". Es uno de los cuatro que hay en la Albufera junto a los de Silla, Catarroja y la Gola del Rey. El del Saler recibía en la Edad Media los barcos que venían de las salinas del Racó de l'Olla para desembarcarla y almacenarla antes de trasladarla a València.

El sol avanza hacia su beso diario con el horizonte y Xuano aprovecha para explicar que no hay manera de cansarse, a pesar de llevar ya ocho años como barquero, de ese espectáculo diario. "Al contrario, cada vez aprecio más la belleza del atardecer. Podría estar trabajando perfectamente en otra parte, pero ves esto...", exclama mientras extiende los brazos y contempla la laguna en calma.

Foto: KIKE TABERNER

Su jornada suele comenzar a las nueve de la mañana y acaba con el atardecer. Las salidas desde el mirador duran 35 o 40 minutos. "El mirador pertenece a El Saler", se apresura a reivindicar, y recuerda que ya en los 50 había un pantalán y que en 2002 se hizo una reforma para construir los cuatro que hay ahora. "Cada uno trabaja desde su lugar de procedencia: los del Palmar en el Palmar, los de Catarroja en Catarroja, los de El Saler en El Saler. Y en este somos un colectivo de unos 15 o 20 barqueros".

Poco a poco va aflorando el activista que lleva dentro. Dice que emergió "a esa edad en la que dejas de ir a la discoteca" y floreció en la Asociació Cultural Casa de la Demanà, entregada a asuntos relacionados con El Saler y de ámbito 'albuferenc'. "La Albufera es un desastre", dispara antes de cargar contra "la mala gestión y la mala utilización del ser humano", el mismo que no entiende que se plante un semáforo en una carretera secundaria justo al lado del pueblo.

Xuano, nacido en 1961, fue de los que aún vivió el esplendor de la Albufera. "La hecatombe fue en 1970, pero antes el agua era transparente. Yo aún me he bañado en el Port del Saler. Y he visto a la gente cargar cubos de agua de la laguna. En los 80 fue el punto álgido de la contaminación, antes de 1986, cuando se declaró Parque Natural. En esos años llegamos a ver cómo una industria de Catarroja vertía los residuos a chorro, a través de una canaleta, sobre el lago. Yo soy optimista nato, pero con esto soy pesimista. ¿Yo qué sé qué va a pasar? Creo en el ser humano. A lo largo de la historia siempre ha habido renacimientos...".

Ya vamos de vuelta. Xuano sigue sorprendentemente abrigado, con la parca cerrada, abstraído en la conversación. Vuelve a la realidad cuando avista un avetorillo sobre el cañizo. "Las aves son las joyas de la Albufera, un lugar donde te van cambiando las emociones en función de un entorno condicionado por el clima: el sol, el viento, la lluvia... Y hasta la laguna, que parece que siempre esté en calma, se vuelve traicionera con el viento de Poniente. Es un lago amable pero aquí ha muerto gente ahogada pese a que la profundidad media es de 1,2 metros".

La paz la interrumpe otro de sus amigos que saluda desde tierra al grito de "reverendo", su 'nick' cuando se enganchó a un juego en los años 2000. Embustero, reverendo y millonario, que es como se autodenomina durante todo este trayecto que llega a su fin. "No lo soy pero el barquero, en general, tiene una gran capacidad de ahorro y eso es lo que nos ha permitido pasar el confinamiento sin apuros". Nos bajamos del 'albuferenc' mientras él se queda haciendo maniobras en el Port del Saler. Xuano se despide, enciende otro cigarrillo y se queda con una sonrisa en el puerto, rodeado de barcazas, de historia, de belleza.

Foto: KIKE TABERNER

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