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tribuna libre / OPINIÓN

En Oliva, los 'cayetanos' no le temen a la covid

Mientras crecen los afectados de la sexta ola, los participantes en el Mediterranian Equestrian Tour (MET) de Oliva, que vuelve este fin de semana, mantienen sus competiciones como si la covid-19 no existiera

10/01/2022 - 

OLIVA. ¿Además de propiciar el cariño, el roce de los caballos inmuniza? Será que el virus no se atreve a traspasar esas licras de calidad, las chaquetas cruzadas por botones dorados, esas elasticidades blancas y pegadas a las entrepiernas de unos cuantos centenares de jinetes y amazonas llegados de todo el mundo para vivir su particular fiesta de saltos en Oliva, un municipio que ahora mismo está en riesgo extremo y con una tasa de contagios que roza los 800 casos.

A siete kilómetros de su casco urbano se diría que impera la inmunidad de rebaño, o de yeguada, o de cuadra postinera, y continúa como si nada la Mediterranian Equestrian Tour (MET)—que comienza su edición de Spring (primavera) este martes, 11 de enero—, en la que participan elegantes y primorosamente cuidados caballos montados por jinetes de casi todas las edades y procedencias: rusos, irlandeses, belgas, franceses, británicos, holandeses, ecuatorianos, brasileños, checos, austriacos, norteamericanos y hasta japoneses y australianos que se trasladan varias veces al año, en barcos, camiones y furgonetas acondicionadas, hasta el centro Ecuestre de Oliva. Antes y después de la covid, incluso cuando el municipio ha estado confinado. Si sumas banderas de países representados suman más de 40.

Es un lugar hermoso y bien cuidado, lleno de palmeras, pegado al mar, donde se rinde culto al caballo, a su elegancia, su elasticidad y su capacidad para el salto. Allí no se ve un solo ejemplar desaliñado o desatendido y se respira un ambiente cordial y distendido entre gente de apariencia pudiente, arreglada pero informal, que va y viene por unas instalaciones que ocupan varios miles de metros cuadrados. Unas veces a la grupa, otras caminando hacia las cuadras donde sus equinos aguardan los mimos y atenciones acordes a su buena cuna caballar y su papel estelar en la competición. Hay que fijarse para distinguir entre patrones y empleados, entre jinetes y propietarios de cuadra.

Marta Ortega y Elena de Borbón

Así pasan los días y las pruebas en distintas pistas por las que más de una vez ha trotado la mismísima Elena de Borbón, y en alguna ocasión también Marta Ortega, antes de heredar el imperio Inditex, su exmarido Sergio Álvarez, Athina Onassis, Álvaro de Miranda y otros ilustres que, además de a competir, vienen a Oliva con la intención de pasar desapercibidos en un evento deportivo al que asiste muy poco público. Cada vez menos. Se diría que los participantes lo prefieren así, por lo que resulta raro encontrar referencias en los medios de comunicación más allá de alguna web especializada.

A Cayetano Martínez de Irujo hace tiempo que no se le ve. Lejos quedan los días en que se movía por la pista en una competición en la que los jinetes y amazonas españoles no destacan precisamente, aunque no suelen hacer mal papel José Bono junior, hijo del exministro y presidente de Castilla la Mancha, o Carolina Aresu, sobrina de Ana Obregón e hija del mítico director del ballet de Aplauso Giurgiu Aresu.

Entre semana los caballos tienen vía libre para pasear por la playa y darse un baño en el mar al menos hasta las rodillas. Después la arena queda como si la hubiesen pasado por un molinillo de café. Al menos un pequeño tractor se encarga de recoger los excrementos que dejan a su paso. Cuando “hay caballos” (MET) aumenta la presencia de Guardia Civil y Policía Local en la zona. Llama poderosamente la atención que en un lugar de encuentro de hombres, mujeres, jóvenes y hasta niños de tan diversa procedencia, incluyendo países como Bélgica, que supera los 2.000 casos, como Austria u Holanda actualmente confinados, nadie haga uso de la mascarilla –mentira, una camarera del bar- cuando no están compitiendo. Casi todo acontece al aire libre, vale, pero son demasiados e inevitablemente los contactos cercanos, por ejemplo en la zona de cuadras, se producen.

Los caballos saltan llevando a lomos a jóvenes jinetes mientras sus propietarios, con el suficiente nivel económico como para poseer una cuadra con proyección

Sorprende que en un inmenso recinto con varias zonas de saltos, muchas cuadras pegadas unas a otras, cafetería y restaurante, tiendas especializadas, aparcamientos abarrotados, de la impresión de que exista bula total para no alterar la fiesta, para no incomodar a tan ilustres visitantes de una zona escasamente habitada fuera de los meses de verano.

Apenas 50 personas siguen una prueba que se emite y se comenta en directo por una gran pantalla. Los caballos saltan llevando a lomos a jóvenes jinetes mientras sus propietarios, con el suficiente nivel económico como para poseer una cuadra con proyección y presencia internacional, ocasionalmente les observan. Si derriban un tranco, lástima, cuatro puntos de penalización y otra vez será. Un trago de champan o de cerveza, incluso una gamba roja, y aquí paz y allá gloria. La felicidad en tiempos de pandemia. En la puerta de las bien visibles, lucen los distintivos de colores que acreditan un triunfo del equino en alguna de las muchas pruebas que se celebran.

El largo viaje

¿La covid-19 tiene prohibida la entrada? ¿Todos los participantes, absolutamente todos: camioneros, jinetes, cuidadores, propietarios, han sido vacunados? Aunque la vacunación no es obligatoria para entrar en España, tienes la impresión de estar en un territorio privilegiado y liberado de riesgo pandémico, en una isla con bula consagrada sin vetos a un deporte minoritario que produce buenos beneficios muy concentrados en la empresa que organiza el evento, que cuenta también con un campo de golf que permaneció cerrado durante meses y un lujoso hotel en el que durante el crudo invierno suelen concentrarse equipos ciclistas profesionales y otros de la élite futbolística europea llegados de países donde la nieve y los muchos grados bajo cero interrumpen la competición liguera.

Camiones y furgonetas cargados de hermosos caballos parten al final de cada nuevo evento desde Oliva hasta sus países de origen. Un viaje largo y pesado a pesar de las comodidades del vehículo. Noruega o Suecia quedan lejos; Japón mucho más. A pesar de que por la cuantía de los premios que se reparten es literalmente imposible que los propietarios cubran gastos, ni de lejos, tras el parón navideño, volverán el Centro Ecuestre.

Ni siquiera fallaron hace algunos meses, en una de las olas más graves de la pandemia, cuando llegó a celebrarse una edición de la MET mientras el municipio estaba confinado. El centro aclara que no es un concurso amateur, sino profesional, que puntúa para el ranking mundial y posterior acceso a los Juegos Olímpicos. Por esta razón cuando Oliva estaba confinada los jinetes pudieron competir, "cumpliendo todas las medidas de seguridad que establecía la ley". Algunos medios le preguntaron por esa aparentemente anómala situación al todavía alcalde, David González, de Compromís, actual director del Instituto Valenciano de Estadística. Su respuesta fue que todos los participantes y asistentes eran profesionales. Al parecer también los bebés en carritos o los adolescentes que justo la noche anterior hacían carreras de monopatín, bicicleta o vehículos segway mientras los demás apenas podíamos salir a pasear al perro.

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