Era una sitcom de explotación de éxitos como E.T. el Extraterrestre que funcionó tan bien que dio lugar a explotación de la explotación. A la serie de televisión le siguió una de dibujos animados, que era una precuela sobre la vida de Alf en su planeta antes de llegar a la tierra, y tres viejos espadas de Marvel sacaron un cómic que dio lugar a 50 números y cien historias con todo lo que no se podía hacer en televisión con el muñeco tras el que se encontraba el actor Michu Meszaros.
VALÈNCIA. Lo que es la edad, pasan los años y lo único que recuerdo automáticamente al escuchar la palabra Alf es el destino de Max Wright, uno de los actores protagonistas. No por las fotografías que se publicaron de sus aficiones, sino por el hecho de que un medio fuera capaz de hacerlo. Mentiría si dijera que en su momento no me pareció una noticia bomba, pero con los años se te hiela la sonrisa y se te pone cara de idiota con estas cuestiones.
También murió Michu Meszaros, el actor húngaro que se metía dentro de la marioneta de Alf cuando tenía que salir corriendo o aparecer en planos más generales. Era hijo de dos actores que también tenían enanismo y fue educado directamente en una escuela circense donde le enseñaron malabares, acrobacias y pantomima. De gira, llegó a Nueva York en 1973 y ya nunca se fue. No solo trabajó en Alf, también apareció en vídeos de Aerosmith y anuncios de Pepsi donde se hizo amigo de Michael Jackson. Lo que se dice triunfar en Occidente.
La cuestión es que la serie Alf tenía una vertiente de la ciencia ficción que dio ideas tan buenas como las grandes obras: la parodia de las grandes obras. Llegó en 1985, cuando ya estaba todo el pescado cortado con las grandes producciones de entonces, que experimentaron un descenso bastante pronunciado hasta la segunda mitad de los 90. Casi se podría decir que el tiempo que hubo entre El Retorno del Jedi y La amenaza fantasma la ciencia ficción si no estuvo pasada de moda, si que pasó a un segundo plano. Aquí si había una influencia clara era la película entre lo conservador y la denuncia social, E.T. El extraterrestre. Uno de los dos alegatos de Steven Spielberg a favor de la familia y crítica con el divorcio.
El humor en Alf era bastante grueso, quería comerse el gato, tenía ocho estómagos, llegó desde su planeta Melmac porque todos sus habitantes encendieron sus secadores al mismo tiempo... En la caída, Willie Tanner, que estaba en el garaje de su casa intentando comunicarse con un amigo que tenía en Yugoslavia por onda corta. Cosas que hacían los radioaficionados.
Con premisas disparatadas como Dark Star o Galaxina, el humor de Alf se centraba en sus hábitos y gustos del alienígena habida cuenta de que era un extraterrestre que podía comerse cualquier cosa que nosotros consideramos repugnante. En un futuro, cuando toda la sociedad sea vegana, se verá a los que nos comemos una nécora chupando cada una de sus extremidades de un modo peor. La gracia de la serie estaba en los típicos equívocos y malentendidos de una sitcom con personaje extemporáneo, como el Primo Larry u otros guiones que se han escrito como churros y funcionado igualmente bien.
Alf fue un éxito mundial y eso llevó a que una sitcom de explotación de los mitos de la ciencia ficción con extraterrestres acabase teniendo su propia explotación. Hubo una serie de dibujos animados que servía de precuela para contar la vida de Alf en su planeta y unos cómics, asunto que nos ocupa hoy, que llevaban la serie más allá. Porque si un problema tenía el títere es que no se le podía sacar muy lejos de casa en la televisión, pero en las viñetas pudieron hacer con él lo que quisieron.
Los cómics aparecieron en Estados Unidos poco más de un año después del estreno televisivo del personaje. Entre 1988 y 1992 hubo cincuenta números más especiales. En total, alrededor de un centenar de historias elaboradas por un trío de Marvel con oficio: Michael Gallagher, Dave Manak y Marie Severin, que era una de las primeras mujeres en convertirse en ilustradora de cómics, fue su trabajo durante 50 años y en los 70 diseñó a Spider-Woman. En España, se publicaron once tebeos de Alf.
Estos tebeos no desentonaban demasiado en lo que podía ser la línea de Bruguera a la que estábamos acostumbrados o lo que nos llegaba de un André Franquin. Al repasarlos ahora lo que salta a la vista son los adelantos tecnológicos. A Alf, por ejemplo, le daba envidia que los vecinos -el personaje interpretado por John LaMotta en la televisión, actor de una carrera extraordinaria dentro del cine de serie B- tuviesen microondas, ordenador, compact-disc y vídeo y los Tanner le acusaban a él de no tenerlos por el gasto de la cantidad de comida que tenían que llevarle cada día.
En esta historieta, luego él se sacaba el Simulador YSI de su nave para ver cómo hubiera sido su vida si hubiese ido a parar a su garaje cuando llegó de su planeta. Era el recurso de la serie What if (Qué hubiera pasado si...) de Marvel aplicado también a este personaje. Algún gag tenía su punto, Alf se ponía a ver Pressing Catch y le decía a los vecinos "nuestro sistema de gobierno es muy parecido al vuestro?"
También hubo tramas ecologistas. En una descubren que Alf se podía comunicar con las ballenas, en el jardín de infancia les enseñaban las canciones que cantaban los cetáceos. Alf se iba hasta una playa donde había una varada que había salido en las noticias, se sumergía y se comunicaba con ella. Resulta que la ballena estaba triste porque su hija estaba atrapada en las redes de unos pescadores. Ahí iba el extraterrestre a salvarla en un argumento precursor de Liberad a Willy.
Tiene su gracia que para conectar con el público más joven se utilizasen estas tramas ecologista o pseudo-ecologistas. En una Alf era un protector de las plantas, quería salvar la vida de esos seres, se abrazaba a un geranio. "Los melmacianos amamos y respetamos todas las formas de vida... desde el musgo a la ballena", decía.
Es interesante otra historieta que hacía meta-ficcion. Alf veía Star Trek con la familia y les decía que no era una estúpida serie de los años 60 -que se consideraban estúpidos y naif por aquel entonces- sino que lo que contaba era cierto. La "fusión de mentes" o "intercambio de personalidades" era algo que se hacía con frecuencia en Malmek. Así el guionista pudo jugar con desdoblar a los personajes, la madre era en realidad Alf y Alf, la madre. Era la señora Tanner la que intentaba comerse el gato entonces.
En España fueron poco más de una docena de números y en Estados Unidos, al llegar al número 50, se anunció en una portada que emulaba a la del primer número que la serie era cancelada. En la penúltima historia la famosa Rhonda llegaba a la tierra para, en teoría, casarse con Alf y, al final del todo, el extraterrestre repasaba todas sus andanzas en un late-night. En la última viñeta, una orden le decía a Marie, la ilustradora, que hiciera un fundido en negro y acabara con la historia. Aparecía el pincel y era el fin.