VALENCIA. El PSOE atraviesa un momento complicado tras ordenar la abstención de sus diputados en el Congreso para facilitar la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. Una situación que afecta buena parte de las federaciones: en la Comunitat Valenciana, la situación es especialmente delicada dado que la expedición valenciana acudió dividida al Comité Federal entre los miembros favorables a mantener el 'no' y los que respaldaron la abstención.
De hecho, la segunda opción, que fue la que escogió el presidente de la Generalitat y líder de los socialistas valencianos, Ximo Puig, fue apoyada por 10 dirigentes mientras que los ocho restantes se opusieron. Llovía sobre mojado, dado que días antes también se produjo una fractura similar a la hora de respaldar o no a Pedro Sánchez el día de su dimisión, una desunión ya clásica en el PSPV.
La inflamación entre la militancia no es baladí y se palpa en las agrupaciones. Un hecho que los sectores críticos del socialismo valenciano pretenden aprovechar, ya sea por convicción o por mero oportunismo. Desde hace meses, los diferentes grupos descontentos por la manera de gestionar el partido de la actual dirección vienen amasando la idea de plantar cara en el próximo congreso nacional del PSPV que debería tener lugar en la primavera de 2017.
Bien es cierto que muy pocos son los que se plantean un asalto en toda regla al liderazgo que ocupa Ximo Puig por respeto a la Presidencia de la Generalitat que, tras 20 años en manos del PP, ha regresado a las filas socialistas, pero eso no significa que no se venga hablando entre los críticos de influir en la composición de la futura Ejecutiva.
Así, en esta batalla, uno de los objetivos que se fijan en estos sectores es el relevo del vicesecretario de Organización, Alfred Boix. Un dirigente que ya había estado anteriormente en el punto de mira de los críticos y que, tras unos meses de calma, ha regresado como blanco del malestar de no pocos cuadros intermedios del partido. En este sentido, al número dos de Puig se le atribuye un papel activo e importante en la posición a favor de la abstención que, finalmente, adoptó el líder de los socialistas valencianos.
Cabe recordar que Boix, y así lo recuerdan los críticos, mantiene muy buena relación con la cúpula socialista de la federación andaluza, siendo esta la que más fuerte ha pujado por la abstención. De hecho, a lo largo de los últimos meses se ha apuntado la posibilidad de que el responsable de Organización del PSPV pudiera recalar en Ferraz en un puesto en la Ejecutiva federal si se producía la caída de Sánchez y una consiguiente remodelación de la dirección. Una posibilidad que el dirigente de Gandia y también diputado autonómico siempre ha rechazado de plano.
Con este escenario, la estrategia federal también resultará fundamental para las consecuencias en territorio valenciano. La hoja de ruta apunta, tal y como se marca desde Andalucía, en ralentizar la convocatoria del congreso extraordinario para tratar de rebajar la tensión generada por la propia abstención y las apariciones mediáticas de Pedro Sánchez, quien ha anunciado su intención de presentarse a la reelección.
Una victoria de la opción que la federación andaluza impulse beneficiará, a priori, la posición orgánica de Puig y su entorno, si es que consiguen mantener cierto control para el respaldo de una hipotética candidatura de Susana Díaz o, en su defecto, del candidato propuesto desde el sur.
Por otro lado, habrá que ver si los distintos sectores críticos del PSPV logran agruparse alrededor de un líder que transmita las condiciones para no ofrecer una guerra abierta en el congreso nacional. En cualquier caso, el precio a pagar por Puig podría ser una pérdida de control de parte de la Ejecutiva socialista. El reto, tanto para el líder de los socialistas como para su vicesecretario de Organización, es conseguir calmar los ánimos del PSPV en los próximos meses para no llegar a un cónclave con una militancia levantada en armas. No será fácil.