LA NAVE DE LOS LOCOS / OPINIÓN

Los dandis también defraudan

Un aristócrata sevillano es el último chivo expiatorio del desastre español. El Gobierno calamidad, ayudado por la prensa afín, tapa sus vergüenzas echando mano de las trapacerías del hijo de Nati Abascal. Luis Medina, presunto delincuente, tiene la clase de la que ellos carecen   

25/04/2022 - 

VALÈNCIA. En Semana Santa seguí leyendo a Oscar Wilde. En La importancia de llamarse Ernesto escribe: “En asuntos de extrema importancia, el estilo, no la sinceridad, es vital”. 

Me pregunto qué hubiera pensado el maestro irlandés de un personaje como Luis Medina, hijo del aquel infortunado duque de Feria. ¿Lo hubiera tomado por un ser sincero o por un hombre con estilo? Probablemente, lo primero le hubiera importado poco o nada; en cambio, hubiera suscrito que el señorito Medina luce un porte que ya quisieran poseer muchos de sus detractores. 

El hijo de Nati Abascal cobró casi un millón de euros por intermediar con el Ayuntamiento de Madrid en la compra de mascarillas en la primavera de 2020. Al juez que lo investiga le duele que Medina se lucrase en un momento especialmente doloroso para el país, cuando escaseaban los tapabocas y nos teníamos que proteger con una bufanda en el súper. Eran semanas en que miles de ancianos morían como perros en las residencias ante la inacción del autor burgués de Verdades a la cara. 

No somos peritos en Derecho y por tanto dejaremos que siga el curso impredecible de la Justicia. Puede que Medina sea la versión posmoderna del pícaro español, figura que ha sobrevivido a todas las modas porque está muy arraigada en el alma nacional. En Andalucía y el resto de España hay miles, diría que decenas de miles de buscavidas como el tal Medina, pero muy pocos tienen sus maneras, su prestancia, esa elegancia al llevar unos vaqueros y cubrirse el pecho con una camiseta blanca ligeramente ceñida. Lo he visto de esta guisa cuando salía de casa a pasear al perro, siendo hostigado por la canalla periodística. He tomado nota del conjunto y seré de los primeros en estrenarlo cuando llegue el verano con su calor africano y sus repugnantes moscas. 

El regreso de los hombres de negro

La prensa del Régimen ha hallado una mina en las supuestas trapacerías del aristócrata sevillano y su compinche Alberto Luceño. Les ha venido de perlas este escándalo menor —una bagatela si se compara con el fraude millonario de los ERE, también de origen andalusí— para distraer al personal de la tragedia que nos aguarda: para empezar, el BCE dejará de comprarnos deuda y subirá los tipos de interés; la prima de riesgo se disparará como en los tiempos del luciferino Zapatero y el buenazo de Mariano, y regresarán los hombres de negro para poner orden en el patio español. Ya están tardando…

“El escándalo de Luis Medina sirve para distraer al personal de la tragedia económica que nos aguarda”

Aun a riesgo de no de ser comprendido por mis fieles lectores, vamos a romper una lanza en favor de Luis Medina pese a estar imputado por los delitos de estafa, falsedad documental, blanqueo de capitales y alzamiento de bienes. Este joven empresario —que tantas e interesantes portadas ha dado a la revista Hola, devorada cada semana por mi santa madre y un servidor— tiene derecho a la presunción de inocencia, tanto o más que el nuevo dúo Calatrava, integrado por esos humoristas de humor tan particular, conocidos por Rubi y Geri, con éxito asegurado entre el público que acude a los campos de Tercera División. Nos tronchamos de la risa cada vez que aparecen a la hora de la merienda, la hora de los payasos de la tele. ¿Cómo están ustedes? 

Dejemos de divagar. Si Oscar Wilde hubiera vivido en esta época, se hubiera encaprichado de Luis y lo hubiera considerado un dandi. El estilo hace al hombre, y Medina, a diferencia del rubiales y del rubio de Shakira, es un elegido porque tiene estilo, rezuma clase, por sus venas corre sangre azul, es el Brummell de nuestro tiempo, y esto a muchos les jode, envidiosos como somos los españoles. 

Las ideas se heredan de la familia

Después de muchos años de desvaríos vitales he llegado a la conclusión de que el estilo es lo único que nos distingue de los demás. Antes creía que eran las ideas, las funestas ideologías, que no son lo mismo que las ideas, pero estaba equivocado. Las ideas las heredamos de la familia, como el apartamento en La Manga del Mar Menor. La ideología nos la inculcan en las escuelas desde pequeños, para que todos vistamos el mismo uniforme de prejuicios y lugares comunes. Así lo desea cualquier poder, el de ahora y el de antes. 

Pero es mentira. La forma es tan importante como el fondo, si no más. El color de esmalte de uñas o los zapatos que calzamos dicen más de uno que el partido al que votas. Ser de derechas o de izquierdas es una vulgaridad al alcance de todos, propio de personas sin criterio; son dos formas de hacer el imbécil, como nos recordó Ortega. Lo difícil es conocer a alguien distinguido, con voz propia y finos modales, que se diferencia de la plebe en actos sencillos como estrechar la mano de un desconocido, o llevarse un pitillo a los labios. En esto Luis Medina es imbatible. Otra cosa es que nos haya salido un poquito vivales, pero nadie es perfecto en este mundo despiadado.