Los clásicos son un espejo que nos sitúan ante la realidad más cercana, y también ante a la más desgarradora. En la Carta VII, Platón deja su sentido lamento por escrito: "Siendo yo joven, pensé dedicarme a la política […] viendo todas estas cosas y otras semejantes de la mayor gravedad, lleno de indignación me inhibí de las torpezas de aquél período". Los hechos acaecidos le llevaron al desengaño más profundo por una forma de hacer política que no venía para proclamar la justicia y el bien común, sino para ejecutar a quienes, como Sócrates, vivieron por y para la eticidad. Por esta razón se refugió en la Filosofía, la única vía para "una visión perfecta de lo que es justo".
No digo nada nuevo si afirmo que hoy, como ayer, la política nos decepciona, nos miente, nos desgarra y nos traiciona. En este oscuro juego de espejos aún queda lo peor: quien ostenta el poder ni siente ni padece. La falta de escrúpulos, de coherencia, de dignidad, de honor y de palabra lo impide. Lo escrito en el programa electoral es papel mojado. Se sabe que está para incumplirlo. No importa lo prometido. Tampoco la deuda contraída con sus votantes. Estos lo perdonan todo, incluidas las mentiras más groseras.
Así las cosas, la palabra de Sánchez ya no concuerda con la decencia, por la sencilla razón de que esta solo la conoce por el diccionario, al que rara vez acude, ni si quiera para escribir un libro cuyo título nos emociona hasta llenar nuestros párpados de lágrimas: Tierra firme. Es un título tan grandilocuente como evocador. Recuerda al nombre que pusieron los españoles cuando descubrieron la costa de Venezuela. Ahora lo entiendo: Sánchez se siente un colonizador. Sí, ha venido a colonizarnos, a nosotros, hombres cavernarios que estamos necesitados de la mano culta, progresista, feminista, globalista, ecologista, pacifista, indigenista, multiculturalista; a nosotros, pobres mortales desprovistos de una candorosa voz que nos haga apreciar la conveniencia de llegar a cálidos "abrazos" con los acólitos de ETA, con los que no duda en pactar mociones de censura, como la que se avecina en Pamplona. A este respecto, el locuaz Ministro de Transporte no tiene "ningún problema" en que Bildu se haga con la alcaldía, porque esto supondrá que en breve haya "una alcaldía progresista". Si la semántica no me falla, su declaración significa que solo es progresista quien ve a Bildu como un partido progresista. Querido Óscar Puente, te diré que veo a Bildu como lo que siempre fue: gente que callaba, asentía o aplaudía cada muerte de tus antiguos compañeros de partido; gente que guardó un mísero silencio cuando sus colegas pusieron una bomba en Hipercor o en la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza. Gente que ni lamentó ni lloró al ver a padres recogiendo los cuerpos deshechos de sus hijos menores de edad. Gente que aclama y vitorea como gudaris a los asesinos de ETA cuando salen a la calle. Gente que pisotea la memoria de las víctimas. Gente que profana las tumbas de los asesinados. Gente que sigue atemorizando, mañana, tarde y noche, a quienes sienten y defienden a España. No la de la moqueta ni la del coche oficial. Esa es la España que tú conoces y en la que tan cómodo te sientes.
En efecto, yo no soy progresista. Lo fui en mis años de juventud, cuando creía que la bandera de la ética estaba en tu partido, al que pertenecí. Pero me salí cuando nadie lo hacía. Hoy solo intento vivir con mi conciencia y ser decente. Una decencia que, a diferencia de lo que te ocurre ti y a tu partido, me impide abrazar a los violentos o exonerar a quienes cometen delitos de extrema gravedad. A tal bajeza no llego. Es una lección que suelo impartir a mis alumnos: con la sinrazón y la violencia, nada. En esa nada, tú te mueves, te cobijas y te amparas. Y quienes te lo reprochamos tenemos que ver cómo se nos calumnia y difama. Lo mínimo que nos llamáis es miembros de la derecha más reaccionaria. Y si no os parece suficiente, acudís al insulto más rancio y más trasnochado: nos llamáis fascistas. Si al menos supieras lo que es el fascismo, pero me temo que ni eso. Tanto viaje a gastos pagados te ha impedido alcanzar una sólida y ponderada formación. No olvides que cuando hablamos, nos retratamos, y tú, para tu desgracia, hablas en exceso.
El día de la infamia, que no es otro que el día en que se aprobó en el Congreso la ley de Amnistía, recordamos la sentencia que vertiera Alfredo Pérez Rubalcaba: "Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta, que les diga siempre la verdad". Las pronunció el 13 de marzo de 2004, durante la jornada de reflexión de las elecciones generales. Me pregunto: ¿Qué diría hoy si hubiera escuchado a la portavoz de Junts, la simpar Miriam Nogueras, afirmar que no hay impedimentos para la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña, acordado y organizado con el Estado, porque así lo establece el artículo 92 de la CE? Dicho artículo reza: "Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos". Seguramente sostendría lo que acaba de afirmar Alfonso Guerra: "Sánchez sufre de ebriedad ideológica por querer levantar un muro entre los españoles", razón por la que "la historia será muy dura" con Pedro Sánchez, ya que la amnistía "volatiliza" la democracia. Cómo no va a volatilizarla si vemos que un prófugo de la Justicia –y árbitro de la política española–, como es Puigdemont, se atreve a decir en el Parlamento de Estrasburgo: "Si se dejan pasar las oportunidades, las consecuencias no son agradables". Sánchez, ¿qué consecuencias? No necesito de mediadores internacionales para decírtelo: la amnistía, el acoso y derribo a jueces y periodistas incómodos y un referéndum para Cataluña. Esto último vendrá, porque los independentistas siempre quieren más. Ese más significa la independencia. Pero no lo ven. Y si lo ven, lo aceptan.
Me imagino a los socialistas rasgándose la camisa –de Armani, claro– con el tema de referéndum, y diciendo que no tiene cabida en la CE. ¿Se la rasgaron con el pacto con Podemos? ¿Se la rasgaron con el pacto con los "progres y demócratas" de Bildu? ¿Se la rasgaron con una amnistía que fue definida por todos los ministros del PSOE como inconstitucional? (los videos no dejan lugar a la duda) ¿Se la rasgaron cuando afirmaba que ni habrían puertas giratorias ni colocaría a sus afines al frente de las instituciones? ¿Se la rasgaron cuando invadieron la esfera judicial –"de quién depende la fiscalía, pues eso"–? ¿Se la rasgaron cuando eliminaron el delito de sedición y de malversación de caudales públicos? Pero a Sánchez, el mayor estadista desde Adenauer, le sobra tiempo para escribir el bestseller Tierra firme. Un libro que viene a desbancar a la Ilíada, al Quijote, a Crimen y castigo o al mismísimo Ulises de Joyce. Tan seguro está de su enjundia literaria que no ha dudado en buscar a un intelectual de renombre universal: Jorge Javier Vázquez. Autor, libro y presentador forman, por derecho propio, parte de nuestra cultura más elevada: la del siglo de Oro. Mi desgracia es no saberlo valorar en su justa medida. Lo reconozco: mi acervo cultural es muy escaso, y lo que es aún peor: me falta ser proge, muy proge. Tendré que pedírselo a los Reyes Magos, aunque me da que estos muy, muy progres tampoco lo son. Lo tengo difícil. Lo sé.
Juan Alfredo Obarrio Moreno es catedrático de Derecho Romano