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TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

Los fantasmas de la Guerra Civil o la autocrítica a tiempo

Nadie maneja la hipótesis de una guerra en la actualidad. Pero los fantasmas de ese episodio, y de otros de nuestra historia, pululan. No somos inmunes al pasado, y no se trata de resucitar fantasmas, sino de aprender

28/08/2016 - 

En esta peripecia histórica que nos ha tocado vivir cae en mis manos accidentalmente el epistolario entre Indalecio Prieto y Juan Negrín de cartas de postguerra (mayo a julio de 1939). La intensidad de las mismas me ha impedido detener la lectura. Con toda la luz que se pueda extraer de su contenido lo más impresionante para mí ahora es el párrafo final de la última carta (de Prieto a Negrín): “Pocos españoles de la actual generación estarán libres de culpa por la infinita desdicha en que han sumido a su Patria. De los que hemos actuado en política, ninguno”.

Tremenda la autocrítica de quien tuvo la responsabilidad del Ministerio de Defensa Nacional hasta abril del 38. Tremenda la imputación a todos los que actuaron en política. Pero, difícilmente puede cuestionarse la lucidez del análisis bajo la premisa de que nuestra guerra fue una catástrofe nacional, para todos, para España.

Nadie maneja la hipótesis de una guerra en la actualidad. Pero los fantasmas de ese episodio, y de otros de nuestra historia, pululan. No somos inmunes al pasado, aunque sólo sea por seguir a Bertrand Russell que consideraba que lo que se aprende en las faldas de la madre es lo último que se olvida. No se trata de resucitar fantasmas, sino de aprender del pasado y que la autocrítica no se ejerza cuando el suelo esta asolado, después de que haya pasado el vendaval, ya tarde. Cuando es factible construir.

"Cada vez sabemos más que en la actualidad las guerras no se libran en trincheras Y es posible debatir si las guerras actuales son mas devastadoras"

En el mismo período estival en el que cae en mis manos el epistolario citado tenía previsto leer el libro del analista Norteamericano George Friedman (Flash Lights. The emerging crisis in Europe, Doubleday, 2015). Friedman es un estratega político fundador de Stratfor, una agencia relevante de inteligencia privada. Sin entrar en el desarrollo de su análisis, concluye que la Europa moderna quiere la perfección sin pagar precios y que “los europeos han de enfrentarse a decisiones terribles, como otros estan enfrentando, y que se han producido en el pasado. Los europeos han de elegir entre guerra y paz, como en el pasado, y a veces elegir guerra”.

Cada vez sabemos más que en la actualidad las guerras no se libran en trincheras y es posible debatir si las guerras actuales son más devastadoras o menos que las tradicionales. ¿Cómo construir a partir de lo anterior un relato coherente y, si es posible, constructivo que nos aleje de los fantasmas?

Escenarios cambiantes

Hay una clave: la autocrítica a tiempo. Esta bien la defensa de los postulados propios. Es un derecho. Pero es absurda la obcecación en un escenario con variables cambiantes que vienen de la mano de condicionantes geopolíticos. También es absurdo el atrincheramiento en mayorías insuficientes con recurso al argumento “patriótico” de la necesidad de un Gobierno. Cualquiera de las posiciones constituye una modalidad de determinismo histórico con escasas probabilidades de prosperar en tanto la biodiversidad humana es de lejos más rica que lo que los ideólogos son capaces de imaginar.

Estamos orientados a un nuevo ecosistema político y dependerá el futuro de las nuevas generaciones del acierto en su enfoque. Nada baladí. Pero no hemos conseguido, sociológicamente, asimilar la autocrítica a tiempo. Somos un país “de convicciones”, cada uno de las suyas, como si la fragmentación de pensamiento fuera materia entre elecciones. Pero el escenario ha cambiado. Fue pasado un escenario con mapas superpuestos en el que ganaba la partida quien ocupaba más espacio y quien ocupaba menos se fastidiaba. 

Es un avance hacia la normalidad porque la polarización no respeta el gradiente de sensibilidades políticas de la población. Así que hay que ver las turbulencias del momento como positivas, como un parto cuyo final será feliz porque recogerá mejor la opinión de los ciudadanos. Pero cualquier cambio implica resistencias, particularmente de quienes ven truncado su proyecto personal. Les faltó autocrítica a tiempo mientras confiaron en la continuidad del sistema. Tendrán que aprender inexorablemente porque la realidad es una locomotora que no se detiene ante canonjías personales.

No tenía razón Fukuyama cuando pronosticó el fin de las ideologías a la caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética dando lugar a la nueva/vieja Rusia. Pero manteniéndose las ideologías, los ciudadanos piden que no sean categorías y programas estancos dónde la voluntad de las personas se diluyan tras la liturgia cuatrienal de votar dejando en manos de unos elegidos el ejercicio de responsabilidad. No se acaba aquí la exigencia de los ciudadanos de exigir una representación real de sus sensibilidades. 

La comodidad del esquema saliente de la transición se ha acabado para los políticos que tenían que escoger simplemente dónde poner el huevo. Asociado al desarrollo de las nuevas tecnologías los ciudadanos irán exigiendo una representación real más cerca de un continuo que de una fragmentación multipardidista. Y será bueno para la democracia cualquier fórmula que se articule. Pero hará falta recordar a Don Indalecio ejerciendo la autocrítica y esperar que los 80 años transcurridos hayan permitido aprender a hacerla a tiempo.

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