Entre las novedades que se presentan en Valencia en estos días de Feria se incluyen las ediciones a cargo de los organismos públicos. Ellos también tienen su caseta, interese más o menos
VALENCIA. Valencia huele a libro, palpa el libro, celebra el libro. La 51 edición de la Fira del Llibre, que viene aconteciendo desde el pasado miércoles en el Jardín de Viveros y no concluirá hasta el próximo domingo, amenaza con reunir a un buen séquito de lectores voraces y a un porcentaje similar de amantes del postureo literario. El gesto en favor del sector, sin embargo, siempre se agradece. Aunque los invitados de honor sean los premios Planeta del año, Giménez Bartlett y Sánchez Arévalo; la archivendida Julia Navarro y los más que consolidados valencianos Santiago Posteguillo y Paco Roca.
Faltan aires valencianos new age, qué duda cabe. Y eso que el evento está organizado por el Gremi de Llibrers, en colaboración con otras organizaciones profesionales, además de contar con el respaldo de la Generalitat, la Diputación y el Ayuntamiento. Entre todos han metido 300.000 euros en la cuenta. Esto ha permitido que haya 10 casetas más que el año pasado, 90 en total, que servirán de escaparate a los grandes (Bromera), pequeños (Sembra Llibres, Drassana), pero también a los públicos. En concreto, al Ayuntamiento, la Diputación y la propia Universitat de València, que tienen un catálogo muy amplio en venta.
Miedo da solo de mencionarlo, después de que el año pasado se descubriera el gasto millonario y arbitrario en libros que ejercía la antigua Administración, desde la cual se llegaron a editar hasta 375.000 obras sin concurrencia a concurso y sin ningún tipo de criterio (baste con mencionar los libros de recetas de alguna ex consellera). Aquella ‘biblioteca bufa valenciana’ dilapidada en almacenes. Y ahora, ¿qué encontraremos si nos acercamos hasta los expositores financiados por las arcas?
Los libros que todos hemos pagado, y que seguiremos pagando a golpe de política cultural, están repartidos en cuatro casetas, pertenecientes a tres entidades distintas. Un repaso por el catálogo editorial de los patrocinadores públicos revela temas comunes que, no necesariamente, coinciden con el gusto del consumidor. Y no dejan de ser necesarios.