La diversidad y la crisis de las salas de cine marcan narrativamente la ceremonia
VALÈNCIA. Pocas sorpresas en la gala de los Oscar que, en un año tan atípico, venía con ciertas cartas marcadas. Nomadland se ha alzado como la gran triunfadora, con tres galardones (Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Actriz Principal). Esta drama dirigido por Chloé Zhao (la segunda mujer y la primera asiática en recibir este galardón) cuenta la historia de una mujer que, fruto de la crisis económica, se embarca en una nueva vida como nómada. Una narrativa con tintes políticos, que se sumerge momentáneamente en el terreno de la no-ficción, y que ha arrasado en la temporada de premios. Frances McDormand consigue el tercer Oscar de su carrera, tras Fargo y Tres anuncios a las afueras.
Aún así, con estos tres galardones no se puede decir que el film haya arrasado. El palmarés ha quedado muy repartido a partes iguales con El padre (mejor actor principal para Anthony Hopkins y mejor guion adaptado), Judas y el mesias negro (mejor actor secundario para Daniel Kaluuya y mejor canción), Sound of Metal (mejor sonido y mejor Montaje), Mank (mejor fotografía y mejor diseño de producción), y Soul (mejor película de animación y mejor banda sonora) y La madre del blues (mejor vestuario y mejor maquillaje y peluquería).
La fotografía final de los premios venía en parte marcada por las galas previas: Mank fue dejando el camino libre a Nomadland, que solo ha dejado espacio para otros films en las categorías de interpretación y en las más técnicas. La cosecha de este año bascula entre el discurso de un Hollywood politizado y especialmente concienciado con la diversidad en general y el racismo en particular; y los sermones más neoliberales sobre los que se apoya Soul o Lo que el pulpo me enseñó (mejor documental, tal vez el premio más cuestionable de toda la noche). El acento español lo ha puesto el cántabro Sergio López-Rivera, co-ganador del premio a Mejor maquillaje y peluquería; la otra cara la protagoniza El agente topo, co-producida por la española Malvalanda, que se ha ido de vacío.
También se ha echado en falta un mayor reconocimiento a otros films que han quedado en un segundo plano como Una joven prometedora (solo se ha llevado el premio a Mejor guion original), Minari (ganadora en Sundance, y que solo ha conseguido premio Youn Yuh-jung a mejor actriz secundaria) o la propia Otra Ronda (mejor película internacional, que arrasó en los Premios de cine europeo y no ha conseguido colarse en otras categorías).
La gala, dirigida por Steven Soderbergh, compensó la falta de un auditorio abarrotado con una realización arriesgada, con menos artificios y emitido en panorámico. Al igual que en los Goya y otros premios de esta temporada, el tono ha sido mucho menos humorístico y el eje sobre el que se ha apoyado esta ha sido la primera vez en la que los nominados y nominadas descubrieron el cine. Un mensaje con una importante carga simbólica en un contexto tan concreto como el año en el que los cines estadounidenses están viviendo su crisis más profunda mientras los filmes de plataformas han plagado prácticamente todas las categorías. El DJ Questlove ha ido conduciendo la gala, que otro año más ha estado presentada de manera coral.
Los grandes momentos reseñables se pueden contar con los dedos de una mano. Regina King iniciando la gala paseando que preveía un ritmo que finalmente no ha habido; Glenn Close perreando Da Butt pocos minutos después de perder el premio a Mejor Actriz Secundaria en su octava nominación; los parlamentos de Chloé Zhao, Daniel Kaluuya, Thomas Vinterberg o Youn Yuh-jung; y la presentación de Laura Dern.
Las más de tres horas de gala se hna alargado por el ritmo caribeño al que iban los discursos, que aunque ha tenido una categoría menos. Las reivindicaciones han ido en la línea de las propias nominaciones: unos Oscar reflejo de una industria que busca enmendar su falta de diversidad. Las historias que han protagonizado este año han estado protagonizadas por cuestiones raciales, de género, edadismo o apuntando a la represión policial.